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Eduardo Rosales en Murcia

Las dos estancias del gran pintor madrileño, entre 1872 y 1873, unos meses antes de su fallecimiento hace 150 años, tuvieron una importancia decisiva. Un cambio en su forma de pintar, según el mayor experto en su figura, el historiador murciano Juan Antonio López Delgado. Una parte de su colección se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Murcia hasta el 10 de marzo

Sábado, 24 de febrero 2024, 00:27

A propósito de 'La muerte de Lucrecia', el historiador, coleccionista y bibliófilo murciano Juan Antonio López Delgado recuerda unas palabras de Hegel, en su ' ... Estética': «Nada mejor que el arte nos revela el principio inmanente de la vida de los pueblos, los deseos que les han agitado, y las grandes aspiraciones que han conmovido su ser y que les han hecho soportable su existencia». ¿Fue Hegel el primero que comprendió el alcance de este valor sustancial del principio artístico? «Su doctrina, según la cual lo bello se ha manifestado de tres formas fundamentales, la simbólica, la clásica y la romántica, tiene un fondo de verdad, y por eso es perder el tiempo discutir si la fórmula del pensar artístico debe ser el arte por el arte, por la belleza o por el bien. Cierto que hay un arte de idea, y un arte de reproducción de lo real, pero con ninguno resultará una obra bella si el artista no acierta a interpretar una emoción con energía».

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López Delgado, académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid y de la Real Academia Alfonso X El Sabio de Murcia, es comisario de la exposición 'Eduardo Rosales. 150 aniversario de su fallecimiento. Colección López Delgado', junto a su hijo, José López Almagro, director ejecutivo de Grupo Graphic y de la productora audiovisual murciana Two Hands Films, y autor del documental 'Eduardo Rosales y Murcia' (2021), que ya ahondó en la relación del gran pintor con esta tierra, donde realizó dos estancias: de enero a mayo de 1872 y de enero a junio de 1873, la última unos meses antes de morir.

Dibujos y carta desde Totana. Dibujo a lápiz sobre papel de un murciano vendedor de botijos y cántaros en 1872. A la derecha, carta de Rosales fechada en Totana el 11 de marzo de 1873. Colección López Delgado

Vivió junto a La Fuensanta, desde donde escribe a su discípulo predilecto, Juan Comba, y a su esposa Maximina para contarles sus vivencias («hoy el tiempo ha amanecido despejado, el tiempo está hermoso, esta mañana nos dimos un buen paseo, pero el sol calienta demasiado, por fortuna habíamos llevado paraguas», relata en marzo de 1873). Y visitó pueblos como Totana, por ejemplo, para captar fisonomías de campesinos.

«Se hace murciano por mor de las buenas gentes y amistades, el clima, su gastronomía. De aquí le gusta todo»

«Rosales –afirma López Delgado– es el extranjero español, que viene de fuera de Murcia pero se hace murciano por mor de las buenas gentes, buenas amistades, por el clima y su gastronomía. De Murcia le gustaba todo, las verduras, las frutas, los dátiles... ¡todo! Y enfatizo eso porque escribe que bajó unos días a una barraca de la huerta a pintar unos novillejos y se pasó un buen rato sentado a la sombra sin moverse, embebido en el trabajo. Yo creo que esta grandeza del pintor que desciende a las acequias, a estar a la sombra de una morera... esto debe conmovernos».

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Así los vio Laurent. Retrato de Maximina Martínez, esposa de Rosales, en 1873. A la derecha, Rosales el mismo año. Ambos son fotografiados por Laurent. Colección López Delgado

La Logia del Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam), bajo la dirección de Juan García Sandoval, acoge hasta el 10 de marzo una exposición de lo más interesante y representativa de la colección de López Delgado, el mayor estudioso de la obra de Rosales. Su último libro, 'Eduardo Rosales', es «un ofertorio de emociones que han ido acumulándose en los adentros de mi sensibilidad desde que en mi preadolescencia y de la mano de mi padre tuve el privilegio de que se me permitiera hacer lo que más quería: ponerme ante un cuadro y en disposición de descorrer el velo de la Pintura».

Su cara en los billetes. Billete de 50 pesetas timbrado el 25 de abril de 1931, días después de la proclamación de la Segunda República, con la efigie de Rosales. Colección López Delgado

Lo dice López Delgado porque, efectivamente, sintió un deslumbramiento con el 'Testamento de Isabel la Católica', de Rosales, en el Casón del Buen Retiro, como le sucedió luego con el 'Entierro del conde de Orgaz', del Greco, en Santo Tomé de Toledo. Ante esas obras se atribula con aquello de «una emoción con energía». Como dice Goethe, en palabras transmitidas por Eckermann, «los antiguos no solo tenían grandes intenciones, sino que sabían ponerlas en ejecución, mientras que los modernos tienen grandes intenciones pero pocas veces disponemos de la fuerza necesaria para que la obra la refleje en toda su energía y frescura».

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Correspondencia. Cartas enviadas por Rosales desde La Fuensanta a amigos y discípulos como Juan Comba. Colección López Delgado

Lamenta López Delgado que Rosales fuera enjuiciado siempre por los académicos, «que lo premiaron, pero siempre lo criticaron. Había banderías, lógicamente, y pintores que tenían sus detractores o sus defensores. Pero en el caso de Rosales es que siempre hubo detracción por parte de la crítica, y esa parte detractora tiene su reflejo especialmente en una obra: 'La muerte de Lucrecia (1871)' [sala 61B del Museo del Prado]. En este caso se ensañaron. No entendieron los críticos estos zarpazos de pintura que daba Rosales en esta obra, donde pinta lo más libre que caber pudo. Estamos hablando de tiempos simultáneos al impresionismo, y qué mayor impresionismo que el amarillo del fondo de 'El naranjero de Algezares (1872)', con la luz de los pueblos, de las calles, y de los mercados de Murcia». Para el estudioso del pintor madrileño, no hay duda del «milagro» de que Rosales ancle en Murcia su caballete al aire libre. «Realmente él no era un paisajista o un pintor que pintaba al aire libre por oficio, él era un pintor de caballete, de gabinete, de la luz tamizada del interior y, por lo tanto, falsa». La prensa de Murcia se entera tardíamente de la primera estancia de Rosales. En la exposición hay un documento, una carta firmada por Javier Fuentes y Ponte, dedicada: «A mi amigo Rosales». Esta era una faceta desconocida, ya que en su segunda estadía incluso Fuentes y Ponte lo elige como jurado en Murcia para un concurso de pintura.

Maximina y su hija Eloísa en 1871, poco antes de fallecer. Dibujo a lápiz de la corona para la imagen de la Fuensanta. 1873. Colección López Delgado

Entre las dos estadías, Rosales vive prácticamente un año en Murcia. «Y un año en la vida de un magno artista como este, que tiene una sala entera dedicada en el Museo del Prado, es mucho tiempo. Murcia es muy importante en la obra final de Rosales, no hay duda. Hay una obra academicista, pictórica, etcétera, pero hay otro Rosales que es el que propicia Murcia con este clima, con estas amistades con las que fraterniza, y por fin aquí saca la caja de colores».

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Hay que tener en cuenta que Rosales viene lastrado «o estigmatizado, como diría Miguel Hernández, por tres heridas»: la tuberculosis que sufre, las heridas acerbísimas a la 'Muerte de Lucrecia', y la defunción de su hijita Eloísa, a los dos años y cuatro meses de edad, de la que se muestran fotografías de altísimo valor, «y a la que Rosales dibuja maravillosamente en el lecho mortuorio, en un dibujo que tiene mi amigo Rafael Gil Albert, y que se ha expuesto recientemente en el Casino Agrícola de Valencia». Rosales tiene con su esposa otra hija, Carlota, quien según los cálculos de López Delgado habría sido engendrada en Murcia. «Rosales no habría querido irse de Murcia, pero las calores tan asfixiantes no le sentaban bien a su tuberculosis. De hecho, en junio de 1873 se va de Murcia, se marcha a Panticosa, al Pirineo oscense, va de balneario en balneario, y muere el 13 de septiembre de 1873». Su viuda se queda tan desasistida que se ve obligada a vender la mayor parte de obras de su estudio. En esta exposición figura, por ejemplo, el inventario de bienes que saldrían a subasta.

A la manera 'rosalesca'. Juan Antonio López Delgado y José López Almagro, ante el retrato de Rosales en la exposición temporal del Museo de Bellas Artes de Murcia. «Nosotros siempre seguiremos trabajando en la sombra por Rosales investigando y publicando», afirman al unísono. Guillermo Carrión/ AGM

En la colección permanente del Mubam solo hay una obra de Rosales: un dibujo de La Fuensanta,

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Gaya: «Fue el último gran pintor»

En la 'Muerte de Lucrecia' [el suicidio de la patricia romana Lucrecia tras ser violada por el hijo del rey de Roma] está «el brazo de la delicadeza» que entusiasmaba a Ramón Gaya. En la tercera planta de la Casa Palarea, sede del Museo Ramón Gaya, en la plaza de Santa Catalina y de entrada también gratuita, puede verse la muestra de obras del Premio Velázquez 'Eduardo Rosales, el último gran pintor'. Para Gaya, Rosales es «el último gran pintor de envergadura antigua, de una envergadura que ha desaparecido, porque ahora somos anémicos, somos míseros; la pintura española de envergadura termina en Rosales». «Veremos aparecer en los 'homenajes' de Gaya estampas con algunos cuadros de Rosales. Homenajes que nacieron en el exilio en México, cuando estaba alejado de la pintura que le interesaba. Allí empezó a rodearse de libros y de reproducciones de pintores que colocaba en la pared o junto a una copa (a veces con flores) u objetos populares. Era su manera de comunicarse con los maestros de antaño», recuerda Rafael Fuster, director del Gaya, que acoge otra de las muestras dedicadas a Rosales en Murcia, con el apoyo de la Fundación Cajamurcia y en colaboración con el Mubam.

'Venta de novillos' (1872). Fotografía de Jean Laurent del cuadro de Rosales realizado en Murcia 'Venta de novillos' [original fechado en 1872]. Jean Laurent

El mosaico alrededor de la figura magnánima de Rosales está formado por decenas de teselas. Cuenta López Delgado que en la muestra del Museo de Bellas Artes de Murcia podemos encontrar, por ejemplo, una edición rarísima, de 1854, edición matritense de la librería de Oliveres, cuya originalidad estriba en que le dieron libertad al pintor mazarronero Domingo Valdivieso [amigo fraterno de Rosales, ambos concurren en la escuela y luego Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y confraternizan en Roma, donde dibujan anatomía del natural, y también coinciden en exposiciones nacionales donde son premiados] para que, leyendo las novelas ejemplares de Cervantes, ideara cualquier tema que se representase en ellas. Y, a propósito de 'La fuerza de la sangre' de Cervantes, idea una escena que para López Delgado es precedente litográfico de la 'Muerte de Lucrecia'. El personaje que se tapa los ojos, el brazo caído y la disposición de los personajes que rodean a la protagonista. Decía Rosales a un amigo por carta que la crítica no había entendido nada su cuadro, «realizado con inusitada violencia de pincelada, de ejecución desaliñada y brutal».

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Un busto y calle en Algezares

¿Era Rosales consciente de ser la máxima figura del arte en su momento? Es, según recuerda López Delgado, el artista más premiado de su época en exposiciones nacionales de pintura. En 1867 los parisinos le conceden una medalla de oro a su ' Isabel la Católica dictando su testamento'. «Rosales no estaba pagado de sí mismo», dice, contundente, López Delgado. «Yo creo que fue un hombre bueno, noble, que al final se abaja hasta diseñar joyas, hasta hacerle caso a Fuentes y Ponte y ser jurado en un premio de pintura... Lo que él quería era descansar en Murcia en el sosiego de la sierra, junto al Santuario de la Fuensanta, pero no le dejaban en paz. Al principio, el diario 'La Paz' no se entera de que Rosales está entre nosotros, pero paulatinamente, merced a la amistad con músicos de aquí y otros intelectuales, se dan cuenta de que el gran maestro, por fin, está entre nosotros».

Por la colección López Delgado ha mostrado interés el mismísimo Museo del Prado

¿Ha correspondido Murcia a Rosales? «Yo estoy intentando, desde hace tiempo, que se ponga una calle y un busto dedicado a Rosales en Algezares, porque vivió allí y allí tuvo relación con la gente. Ojalá pronto nos den luz verde para este reconocimiento», confía 'Joselico' Almagro. Rosales no tiene museos en Madrid. En Madrid hay una estatua sedente de Mateo Inurria Lainosa, de la que hay un original de los vaciados en pátina verde en la exposición temporal del Mubam.

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La 'Colección López Delgado', por la que se ha interesado el Museo del Prado, daría para un gran museo en Murcia. Material inédito, cartas, fotografías, libros... que el murciano López Delgado ha ido recopilando. Un material ciertamente digno de ser considerado y divulgado sin cicaterías.

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