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«Este edificio lleva tanto tiempo cerrado que la gente de Murcia no sabe lo que está pasando aquí», dice Félix Santiuste, arquitecto de la Comunidad Autónoma y encargado de uno de los proyectos de restauración más tediosos que se recuerdan. Una media de quince operarios están trabajando a diario en un bien cerrado hace ya una década, aunque en 2018 se le dio el empujón definitivo para su recuperación. Sí, diez años. Eso ha tardado la administración regional en dar salida al plan de rehabilitación integral de la iglesia desacralizada de San Esteban, que se ha enfrentado a obstáculos varios: la crisis, los recortes presupuestarios, los cambios de criterio técnico y, obviamente, las cuatro presidencias que se han sucedido en este tiempo en el sillón principal del palacio (Valcárcel, Garre, Sánchez -ejecutor del plan actual- y López Miras). La empresa Doalco, adjudicataria de la remodelación definitiva, comenzó las obras en julio de 2018, y, si no hay contratiempos, todo indica que para antes del verano próximo culminarán los trabajos. La luz, por fin, entra en San Esteban, coincidiendo con los trabajos arqueológicos que se efectúan en el exterior, en el arrabal andalusí de los siglos XII y XIII, capitaneados por el profesor Jorge Eiroa y enmarcados en la fase cero del proyecto para la revisión y diagnóstico del estado de conservación del yacimiento de San Esteban gracias a un convencio entre la UMU y el Ayuntamiento. La iglesia de San Esteban, como el yacimiento, ha esperado el mejor momento. Algún día tenía que tocarles el turno. A veces, acredita Santiuste, esas interrupciones y tiempos muertos ayudan a plantear este tipo de acciones, «pues se piensa mejor el alcance y el método idóneo para completar la operación».
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Lo que sucede en el interior del conjunto renacentista de San Esteban, uno de los más singulares de la Región, es el relato de una restauración largamente imaginada que, finalmente, se está llevando a término. Hasta su cierre, el 31 de enero de 2010 (la última exposición que albergó estuvo dedicada a Alfonso X El Sabio), se empleaba como espacio artístico, pero la idea del Gobierno regional, principal financiador del proyecto, que también se ha beneficiado del 1,5% Cultural que da el Ministerio de Fomento, es dar un uso polivalente al conjunto restaurado. No solo para exposiciones temporales, sino también para recitales musicales, para congresos o como espacio para actos de representación institucional de la Comunidad Autónoma, ya que hasta los años 80 este mismo lugar, según recuerda Santiuste, acogía la toma de posesión de presidentes del Ejecutivo autonómico.
El objeto del proyecto original elaborado en 2009, que se fue retrasando en el tiempo por motivos económicos, fue adecuar la iglesia, que venía siendo utilizada para acontecimientos culturales, sin que hasta entonces se hubiera abordado una restauración completa del propio monumento.
«Cada montaje que se hacía era una historia diferente. En la exposición de Alfonso X lo que se hizo fue una caja dentro del recinto donde la iglesia no se veía», se asombra el arquitecto. Es un ejemplo de que, en realidad, el conjunto monumental edificado por los Jesuítas en el siglo XVI, declarado Monumento Nacional en 1931, pasaba desapercibido. Un bien de esta naturaleza es en sí mismo más que un contenedor. Por eso, indica Santiuste, la idea primigenia era acometer una restauración tanto del interior como del exterior. Ya son visibles los resultados en el exterior.
Antes de la restauración de 1985, anexo a la zona de los contrafuertes había dependencias del Manicomio Provincial, un edificio de tres plantas de hormigón derribado a posteriori y del que solo queda el pórtico de entrada. «Cuando derriban el edificio se restaura la iglesia como pueden, con injertos de ladrillos bastante moderno, y se queda como un mapa de fábrica. En los contrafuertes se han injertado ahora ladrillos nuevos, y se ha vuelto a arreglar, igualando con cal, dando la imagen que debió tener en el XVI. No es que se haya pintado ahora de blanco, es que entonces estaba así», aclara el arquitecto Santiuste.
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Pero en el interior había que acondicionar todas las instalaciones para que la iglesia pudiera albergar todo tipo de usos, y, además, que resultara una actuación definitiva. A nivel de climatización, electricidad, incendios, intrusión, voz y datos, megafonía... «Meter aquí todo eso es muy complicado, y el proyecto que hicimos desde la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Hacienda fue estudiar todas las soluciones para ocultar al máximo posible las instalaciones. El depósito que controlaba el agua de la climatización de humedad estaba metido en una de las capillas, en un camarín, y todavía cuando yo llegué estaba allí... Al final optamos por colocar todos los aparatos en un foso, para lo que hubo que realizar una excavación arqueológica, para ocultar las máquinas de climatización cumpliendo con normativas técnicas». En este foso están ubicados los aparatos de extracción de aire, que saldrán por una rejilla continua que irá por todo lo largo que es la iglesia. Todo estará cubierto por una tarima flotante danesa, tablas de una pieza que pueden llegar hasta 12 metros de largo. «Tiene la gran ventaja de que solo se verán las rejillas, y todo el suelo quedará de madera, lo que nos dará un mayor aislamiento acústico, respecto de las máquinas, y un tratamiento nuevo para el contenedor». Lo primero que se hizo en 2009 fue una investigación arqueológica previa para poder destapar el foso y bajar a la cota de 1,80 metros.
«Ahí se documentan sesenta y tantos enterramientos, los que encontramos», porque recuerda Santiuste, durante una visita a las obras con la aparejadora Trinidad Conesa, que en el año 85 se acondicionó el Palacio de San Esteban para ser sede del Gobierno autonómico, tras descartarse otros proyectos, como el Museo Regional del Traje o el Archivo Histórico Regional, en unas dependencias vinculadas a la extinta Diputación Provincial. Ya se había trabajado entonces en la iglesia, haciendo un pavimento nuevo (desfondaron 70 centímetros de suelo, desapareciendo la capa más reciente de los enterramientos).
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«Nosotros encontramos la última. Realizamos unas catas, las primeras investigaciones sobre la cimentación, e hicimos una fase arqueológica, en la que, como digo, aparecen los enterramientos de los primeros 60 jesuitas que fudaron el Colegio de la Compañía de Jesús, que están todos documentados, tal y como nos encargó la Consejería de Cultura antes de moverlos. Cada esqueleto tiene su propio estudio antropológico». Todos esos restos, con autorización de la Compañía, fueron desmontados en 2010 y ahora se han depositado en una urna, junto al sarcófago de mármol con los restos del obispo Almeyda [Esteban de Almeyda, obispo de la Diócesis de Cartagena entre 1546 y 1563 e impulsor de la construcción del conjunto, uno de los primeros colegios jesuitas de España], que antes estaba en el centro de la nave, a los pies del altar mayor. Con la restauración pasará a la sacristía.
Hasta 2015 no se volvió a intervenir. El proyecto se intentó incluir en los presupuestos de la Comunidad Autónoma en varias ocasiones, pero parecía inviable acometer la obra, presupuestada en 1,6 millones, aunque adjudicada en 1,2 millones a Doalco -empresa de Orihuela que realizó la restauración de la iglesia de la isla de Tabarca, frente a Santa Pola-. En ese 2015 se lleva a cabo la fase de estructura, construyendo los muros de contención del agujero, con la excavación abierta a 1,80 metros. Para poder estabilizar eso, que era un riesgo estructural, cuando fuera había una excavación arqueológica -el arrabal andalusí-, a una cota de -5 metros, cada apoyo en el centro lleva micropilotes de contención.
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Encima de la estructura irá un suelo técnico de escena de teatro, que evitará realizar un forjado. Además, es desmontable, aguanta 700 kilos de sobrecarga, y permite realizar el mantenimiento de las máquinas de climatización, mediante un pasillo central por el que podrían trabajar los operarios. «Todo está pensado en el mantenimiento de esa instalación compleja, pero el espectador no lo verá nunca, ya que cuando se entre a la iglesia no se verán cables ni registros ni nada que desentone dentro».
En las capillas laterales, gracias a un plano del siglo XVIII, se han descubierto unos pasos, que ahora se aprovecharán para habilitar unos armarios para instalaciones. Dentro se limpirará toda la fábrica de ladrillo y la pintura de bóvedas y paredes, y se ha construido un cortavientos, tras la puerta principal de la calle Acisclo Díaz, para que pueda pasar la imagen del Cristo del Hospicio de la Cofradía de la Misericordia, que desfila la noche del Viernes Santo y duerme en San Esteban la víspera. En el coro bajo -donde antes había una escalera con peldaños- se han dejado a la vista las pilastras. Tampoco había aseos en el edificio original, que ahora se han construido, junto con las adecuadas canalizaciones de saneamiento. En esta parte se ha proyectado una salida de emergencia, y en el exterior se rebajará la rampa de salida.
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La restauración de la fachada y del Patio de Columnas del Palacio es de 2006. Ahora se realizarán catas para conocer qué queda de la fachada original. Como curiosidad, cuenta Santiuste, se ha encontrado, picando la fachada de ladrillo original, el trasdós de los camarines de las capillas laterales, con puertas de madera de pino y cerraduras originales. Se restaurará esta zona, que es justo la que da acceso a los baños, y podrá contemplarse «algo que nunca se pensó para estar visto».
Los tres contrafuertes de la fachada que da al yacimiento de San Esteban, de ladrillo y de fábrica de piedra, ya lucen restaurados, con los colores originales. Cuando entran en la iglesia estos se transforman en sillares, en lugar de mampostería careada, «de esa que se quedaba como un turrón». Generalmente, las partes más nobles tenían sillares, y las que se iban a revocar eran de fábrica. «Mi teoría es que al quedarse sin dinero, cuando se tiene que terminar la iglesia porque hay que enterrar aquí a Almeyda. El albacea de la herencia insiste a la Compañía en que terminen de una vez la construcción, y llegaría un momento en que tendrían que acabar como fuera, y acaban pintando de blanco la fachada, pensando en que ya se revocaría, aunque nunca se terminó. Lo que pasó aquí no es normal», sostiene el arquitecto Félix Santiuste.
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