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La inmortalidad de Juan Genovés
El pintor valenciano, autor del icono artístico de la Transición, fallece a los 89 años en su casa de Madrid
CARMEN VELASCO
VALENCIA
Sábado, 16 de mayo 2020, 01:39
La historia reciente de España no se entiende sin Juan Genovés Candel. El artista, que propició el abrazo de los españoles sin importar ideologías, ha muerto justo en unos días en que los ciudadanos no podemos abrazarnos. Genovés, que nació en Valencia en 1930, falleció ayer de forma natural en su domicilio de Aravaca (Madrid). Este 31 de mayo habría cumplido 90 años.
El artista valenciano fue una de la figuras clave de la plástica contemporánea y pieza fundamental durante la Transición, etapa que condensó en el icónico 'El abrazo' (1976). «Está bien que la obra se exhiba en el Congreso de los Diputados tras más de 20 años en los almacenes del Museo Reina Sofía. El anticuadro de 'El abrazo' sería 'Duelo a garrotazos', de Goya, que debería estar frente al mío para que los políticos miraran uno y otro y eligieran el camino a seguir. La senda de 'El abrazo' es la solidaridad y la unidad de todos juntos por un país libre, pero parece que hay gente que se decide por los golpes. Si los políticos se decantan por los garrotazos, mal andamos. No hay más remedio que hablar y entenderse por el bien del país», explicó en una reciente entrevista.

'El abrazo', que fue imagen de una campaña de Amnistía Internacional durante la Transición (se repartieron 500.000 carteles) y luego motivó una escultura en la madrileña plaza de Antón Martín como homenaje a los abogados laboralistas asesinados en Atocha, catapultó a Genovés y mitificó su pieza como símbolo de la fraternidad. La obra ejemplifica la necesidad que la sociedad española tenía de reconciliarse consigo misma, en los albores de la Transición.
Perteneció al exquisito club de la Galería Marlborough, privilegio reservado a artistas de reconocimiento mundial
El binomio arte y compromiso es indisoluble en la obra de Genovés. El realismo social y la reivindicación política marcaron sus primeros años. En sus obras había denuncia contra el régimen franquista, una crítica política que nunca abandonó y que plasmó a través de sus enigmáticas multitudes. A través de sus lienzos de seres pequeños reivindicó el poder de la colectividad y la soledad del individuo frente a la presión de la sociedad.
Creación, lucha, talento y rebeldía son voces unidas a la biografía personal y profesional de Genovés. Su compromiso ideológico, a diferencia de sus figuras difuminadas, fue siempre evidente. Lo vivió dentro de casa. Su padre, Juan Genovés Cubells, era un artesano y decorador de muebles de profundas convicciones de izquierdas y republicanas, que se casó con María Candel Muñoz, católica practicante. Genovés creció entre pinturas y pinceles, elementos que lo han acompañado a lo largo de su vida. La llegada de la dictadura tras la caída de la República supuso un revés para la familia, que cerró la artesanía y abrió una carbonería. En estas paredes Genovés dibujó escenas de tebeos. En 1946 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Fundó con sus compañeros el grupo de Los Siete (1949) e inició sus primeras exposiciones. Posteriormente, formará parte de los colectivos Parpalló (1956) y Hondo (1960).

En la década de 1970, cuando Genovés entra en contacto con los movimientos de oposición al régimen franquista, adoptó los que serán su leitmotiv artístico: el individuo solo y la multitud. En esta época logró una Mención de Honor del jurado de la XXXIII Bienal de Venecia, que supuso el fichaje del exquisito club de la Galería Marlborough, es decir, un privilegio reservado a artistas de reconocida fama mundial. En los últimos 20 años Genovés ha formado parte de más de 230 exposiciones. Nueva York, París, Londres, Basilea, Moscú, Dallas, Hong Kong, Miami, Montecarlo y Ginebra, entre otras ciudades.
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«Me digo, '¿y tú para qué pintas, tío?'»
Como uno de los grandes autores realistas del siglo XX, conquistó con su belleza y singularidad plásticas las galerías y los museos de medio mundo. «Dentro de la pintura del siglo XX las imágenes de Genovés, junto con las de Giacometi y Bacon, son inconfundibles», en palabras del pintor Antonio López.
El destino cotidiano de Genovés era pintar. Mejor dicho. Pintar, pintar y pintar. En su estado de WhatsApp, en cuya imagen aparece leyendo un volumen de Velázquez, se puede leer: «Totalmente metido en mi trabajo».
«Cada cuadro es una lucha», sostuvo. La pintura le exigía entregarse a ella en cuerpo y alma. Aprovechaba los días del confinamiento para estar aún más encerrado en «su cueva», como se refería a su estudio. Consciente de su delicada salud, dedicaba todas sus energías a pintar. Así se lo había hecho saber a su entorno más íntimo y a su familia.
Padre e hijos, todos artistas
Casado con la pintora Adela Parrondo, con sus tres hijos (Pablo, Ana y Silvia, todos artistas) experimentó una de las últimas satisfacciones vitales: padre e hijos se unieron en la exposición 'La unidad dividida por cero', en el Centro Niemeyer de Avilés.
En su estado de WhatsApp se puede leer: «Totalmente metido en mi trabajo». Pintar, pintar y pintar era su destino diario
Genovés, que defendía el papel activo del observador del cuadro, fue un creador plástico inmerso en la sociedad que le tocó vivir: un artista comprometido. Está en posesión, entre otros galardones, del Premio Nacional de Artes Plásticas de España (1984), el Premio de las Artes Plásticas de la Generalitat Valenciana (2002), y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, del Ministerio de Cultura (2005).


Las condolencias hacia la familia de Genovés, las muestras de admiración por su obra y los gestos de afecto hacia su persona se sucedieron a lo largo de ayer. Políticos de todo signo (Iglesias, Carmena, Edmundo Bal...), sindicalistas como Unai Sordo, artistas, directores de museo, organizaciones como Amnistía Internacional... hasta el Valencia, su club de toda la vida. Desde el perfil de Twitter, el presidente Pedro Sánchez lamentó la pérdida de «uno de los grandes artistas de nuestro país» y destacó 'El abrazo' como «reflejo de un espíritu de reconciliación y concordia que ahora más que nunca debe guiarnos». Por su parte, el ministro de Cultura recordó a Genovés como un artista «comprometido contra la dictadura, en defensa de la democracia y de las libertades», manifestó Rodríguez Uribes.
A Genovés le gustaba recordar que había nacido rodeado de pinceles y barnices. «Mi padre fue un pintor fracasado», admitió una vez. El hijo del artesano del barrio de Mestalla acabó siendo uno de los grandes del arte contemporáneo. Y estuvo pintando hasta el último día de su vida.
En el estudio a las cinco de la mañana
Dieciocho escalones separan el estudio de la casa de Genovés. La pintura era su vida y su refugio. Subía los 18 escalones a primerísima hora, alrededor de las cinco de la mañana. Su faro, sin embargo, estaba a orillas del Mediterráneo. En El Perelló, un pueblo marítimo de Valencia, poseía un minúsculo apartamento. «Mi laboratorio de ideas», lo definía. «Se trata de una de esas horribles fincas de doce pisos en primera fila de mar, antiecológicas y feas a más no poder, de las cuales me avergüenzo. Pero me olvido al entrar allá arriba encarando a todo el mar inmenso. Muchas de mis ideas nacen de allí. Entre El Perelló y palmeras pintadas en Madrid, como hacía Sorolla; pero él mentía, hacía creer que pintaba en la playa, pero no», explicó. Se pasaba horas enteras mirando las olas del mar y se olvidada de que era pintor.
Siempre ha sido fiel a su ciudad natal. «Mi unión con Valencia se materializa también con el campo de Mestalla, donde tengo mi asiento de abonado y voy casi todos los partidos a ver al Valencia», se enorgullecía. No solo tenía pase desde 2006, sino que el hogar que le vio nacer estaba a pocos metros del estadio. Desde su cuarto piso veía a los jugadores. No valía para futbolista, admitió.
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