En 1633, Galileo Galilei fue condenado por la Inquisición por defender la teoría heliocéntrica de Copérnico, que afirmaba que la Tierra giraba alrededor del Sol. A pesar de contar con pruebas irrefutables, como sus observaciones a través del telescopio, el dogma religioso de la época ... consideraba esa idea herética, pues contradecía la interpretación literal de las Escrituras. Galileo fue obligado a abjurar públicamente de sus descubrimientos para evitar castigos más severos y pasó el resto de su vida bajo arresto domiciliario. Su condena simbolizó el conflicto entre ciencia y religión, y el triunfo temporal de la fe sobre la razón.

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Si cambiamos religión por 'sentido común', reproducimos en el siglo XXI lo que debiéramos haber olvidado por periclitado, obsoleto, infundado e improcedente. Pero resulta ser que, para algunos, las cosas no han cambiado demasiado. Uno de los titulares de estos días reza de este tenor: «El primer estudio sobre el populismo en la ciencia en España muestra hasta qué punto los ciudadanos se fían más del 'sentido común' que de las evidencias científicas».

Por cierto, el denominado sentido común no se aclara cuál es y parece ser la opinión que uno tiene, aunque ni tenga conocimiento sobre una cuestión, ni tenga base para enjuiciarla, sino, simplemente, porque se ha formado ese juicio sacándolo de su ignorancia. Se dice que tres de cada diez españoles creen que se les engaña sobre la eficacia de las vacunas. Algunos pensarán que son muchos más los que piensan de otra forma, pero si esto avanza puede ser que se intercambien los resultados.

No debemos olvidar que algunos de los dirigentes que se han encaramado al frente de algunas sociedades occidentales, algunas de ellas muy importantes, propusieron tratar el coronavirus con una inyección de desinfectante o despreciar a los investigadores, «que creen que tener una titulación académica los vuelve superiores». Las redes sociales que, dicho sea de paso, nos han pillado con el pie cambiado, se encargan de difundir hasta la extenuación los lemas reaccionarios. En casos las cosas llegan más allá de lo imaginable. El lema 'esto se ha hecho toda la vida' se pretende imponer por algunos que no dudan, incluso, en insultar o acosar a los científicos que aparecen en los medios de comunicación, como se ha publicado.

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La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) ha participado en una encuesta a nivel mundial y es una de las 169 instituciones que han participado, con 241 investigadores, pertenecientes a 68 países de todo el mundo. Cabe decir en favor de nuestro país que somos de los que más respaldo damos al mundo académico e investigador, séptimos en la relación, que dice mucho a favor nuestro. Estados Unidos figura en lugar 12, Reino Unido en el 15, Canadá en el 17 y Suecia en el 20, por ejemplo. Albania ocupa el último lugar, 68, Rusia el 65. También es verdad que, de momento, nos libramos de las radicalidades que afectan a otros. Los resultados en algunos aspectos son estremecedores. No todas las tendencias políticas opinan lo mismo de la ciencia, no en todos los países se opina lo mismo, según el sector considerado, por ejemplo, la religiosidad que a nivel global apoya a la ciencia, en los Estados Unidos desconfía. La opinión es similar en hombres y mujeres, y no varía significativamente según el hábitat urbano o rural, ni tampoco con la edad.

La opinión generalizada es que la prioridad de la investigación se debe centrar en mejorar la salud pública (91%), resolver problemas energéticos y reducir la pobreza. Pone de relieve también que no se confía en otros medios para mejorar estos aspectos, al tiempo que se cree que la ciencia prioriza el desarrollo de tecnología de defensa, lo que revela una falta de coincidencia entre las prioridades públicas y científicas. Se evidencia la confianza mayoritaria en la ciencia, pero se detecta una minoría que puede perturbar las decisiones que se toman desde la esfera política. En todo caso, explícitamente se pide y recomienda a los científicos que sean más receptivos, pues un 42% piensa que los científicos no prestan la atención debida a las opiniones de los demás. Los resultados evidencian que la ciencia requiere un mayor grado de apertura y, entre otros, comunicar mejor a la población. En España se apoya que la ciencia se comunique, pero que se transfiera al diseño de las políticas públicas. Buen punto de partida. Mejorémoslo.

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