Borrar
El Cabrero, con Rafael Rodríguez, el sábado. :: ALFONSO DURÁN / AGM
Cante grande
CRÍTICA DE MÚSICA

Cante grande

En plenitud de facultades, El Cabrero se entregó sin tapujos ni abalorios

PATRICIO PEÑALVER

Miércoles, 9 de abril 2014, 16:41

A José Domínguez le tocaba cerrar los carteles de la Cumbre Flamenca con la última actuación y, para empezar sin tibieza, hay que decir de manera sencilla y rotunda que El Cabrero estuvo cumbre, en la máxima plenitud de sus facultades artísticas con sus cantes sin abalorios ni tapujos, con la ética y estética que siempre le acompaña, y la misma hambre flamenca de un joven que empieza.

Empezó por un cante grande, nada más salir dijo: «Para no darle mucho a la mui, vamos a cantar por soleá», y la cantó con rotundidad. Prosiguió por otro grande por siguiriyas con mucho poderío, que dedicó a dos gitanillos a los que había conocido esa tarde: «He aprendido mucho de los gitanos, de su cante y de la queja, porque sí había en aquel tiempo penas, cómo no se quejarían esos gitanos que no tenían donde meter el cuello y que vivían en cuevas. El cante se ha hecho de todo aquello que se arrastra, del color de la trilla, donde se refugia». Y ya sonaban muy fuertes los aplausos y se establecía una perfecta sinergia entre el cantaor y el guitarrista con el público. Al compás de la bulería sonaban los ecos de la composición 'Semblanza del macho montés': «El eco viril de la montaña/ repite complacío/ el estampío sensual de tu garganta/ bronco y enfebrecido», con excelente acompañamiento de la guitarra de Rafael Rodríguez, que era muy aplaudido cuando punteaba con un trémolo.

Proseguía por malagueñas y abandolaos, con letras siempre reivindicativas: «Como el águila real/ que mira el sol cara a cara/ quisiera vivir en la cumbre/ apartao de la ciudad/ y de tanta podredumbre». Y la cosa estaba muy caliente, jaleaban al cantaor, hasta que llegó todo un clásico, el soneto a Borges, 'La lluvia': «Bruscamente la tarde se ha aclarado/ porque ya cae la lluvia minuciosa./ Cae o cayó. La lluvia es una cosa/ que sin duda sucede en el pasado». Todo un gozo de composición por bulerías.

El Cabrero en una auténtica performance de verdad, interactuaba con el público que le pedía algún tema o alguno que otro que gritaban consignas de libertad o libertarias y lo hacía con su peculiar filosofía y su sutil ironía. Por zambras, cantaba toda una declaración de intenciones, con una bella letra de Elena Bermúdez, de su último disco 'Pastor de nubes': «Si el dolor templó mi voz/ como los buenos cencerros/ el miedo me hizo rebelde/ en vez de hacerme borrego».

En eso que empezaron los fandangazos. Se levantó, puso el pie de micro en la silla... Y se oyeron esas letras que tanto gustaban a muchos de los concurrentes: «Mientras que haya un hambriento/ que no hablen de igualdad/ ya se encarga el capital/ la monarquía y el clero/ que 'haiga' desigualdad»; o aquella otra que sacaba la sonrisa a los espectadores: «Al que es tonto tonto tonto/ se le nota en la mirada/ y al falso con la mala sangre/ no le aciertan la jugada/ ni su puñetera madre».

Y el cantaor seguía con su magnífico recital, cantando la composición de Horacio Guaraní: «Si se calla el cantor calla la vida/ porque la vida misma es todo un canto».

Y más cantes por zambras, y más fandangos naturales y de Alosno, y un bis, y otro, y el público puesto en pie, aplaudiendo y aplaudiendo sin cesar, después de casi dos horas de un gran concierto, que ahí queda en la memoria de los concurrentes. El Cabrero tiene mucho tirón y muchos seguidores, a los que atendió después de la actuación en los camerinos, uno a uno, hasta pasadas la doce de la noche. ¡Genio y figura! Lo que no sabe la gente es que El Cabrero había sopesado la suspensión del concierto por la operación quirúrgica de una persona muy querida.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Cante grande