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Tomás Alacid, terapeuta de Proyecto Hombre, escucha a Javier, que se recupera de su adicción al juego y la droga. | Foto: Fran Manzanera / Vídeo: R. Hernández
«Vendí hasta las joyas de mi mujer; llegué a gastar 3.000 euros al día»
REGIÓN de MURCIA

«Vendí hasta las joyas de mi mujer; llegué a gastar 3.000 euros al día»

Enganchado al juego, al alcohol y la cocaína, Javier trata de abandonar en Proyecto Hombre el infierno de sus adicciones

J. P. P.

Jueves, 19 de diciembre 2013, 12:22

Javier tenía 12 años cuando echó por primera vez dinero a una tragaperras. «Fui con un primo mío, que le había quitado dinero a su padre», recuerda ahora, cumplidos ya los 40. Aquella experiencia no le enganchó, no en ese momento. Con la adolescencia, empezó a beber, y del alcohol pasó a la cocaína. Fue entonces cuando el juego se instaló en su vida. Un triple cóctel adictivo que es bastante habitual entre quienes pasan por asociaciones como Proyecto Hombre, donde ahora se recupera Javier.

«Me gastaba muchísimo dinero; he hecho auténticos destrozos. Vendí todo el oro que había en casa y las joyas de mi mujer. Pedí préstamos, dejaba la cuenta a cero aun a sabiendas de que no podría pagar la hipoteca o el colegio de mis hijas», narra Javier, que utiliza un nombre supuesto para preservar su intimidad.

La cocaína suele arruinar a sus víctimas y a quienes les rodean. Si a ello se suma la ludopatía, la combinación es explosiva. «Con el juego te gastas mucho más. En una tragaperras te puedes dejar 200 euros en diez minutos. Multiplica eso por un día de juego. Yo me he llegado a gastar 3.000 euros en una jornada, y todavía me sobraban horas».

Javier era comercial, lo que le permitía moverse de un sitio a otro. Cambiaba de bares para no ser reconocido. A veces solo bebía y se metía 'coca'. También pasó por etapas en las que únicamente jugaba. Pero la mayoría de las veces, la pauta de consumo incluía las tres adicciones. «Con el almuerzo empezaba a beber. Tenía que tomar alcohol antes de la 'coca'; me desinhibía para el acto de comprar la droga. Luego me ponía a jugar». Normalmente lo hacía en salas de juego o bares, pero también se enganchó alguna noche a las timbas de póquer por internet. Aunque se tiende a pensar que la cocaína es una droga socializante, en muchos casos el adicto busca encerrarse. Javier actuaba así. Jugaba solo, aislado en su propio mundo artificial, creado a partir de litros de alcohol y rayas. «En esas situaciones, la máquina tragaperras se convierte en un refugio. No te rechaza ni te insulta; lo que no encuentras fuera te lo da ella».

Tras más de diez años enganchado, Javier acudió a Proyecto Hombre. Pero no lo hizo convencido, sino por presión de su familia. Como suele pasar en esos casos, no funcionó. Estuvo 18 meses en un programa que le permitía compaginar su vida cotidiana con la terapia. No hubo resultado. Cuando por segunda vez llamó a Proyecto Hombre, ingresó en la comunidad terapéutica que la asociación tiene en El Palmar. Allí lleva seis meses.

Abandonar la mentira

«Estoy en un proceso muy intenso, conociéndome mucho, creciendo como persona. Es muy importante ponerle nombre a los sentimientos, descubrir cómo eras antes de empezar a consumir y cómo actúas en esas situaciones». En definitiva, el primer paso es dejar de mentirse a sí mismo. «Cuando eres adicto, la mentira se convierte en tu mejor amiga», confiesa. En Proyecto Hombre aprende, poco a poco, a tomar decisiones, a enfrentarse a los problemas y a lidiar con las frustraciones. Porque esos son los problemas que están en la base de cualquier adicción.

En casa le esperan sus padres, su mujer y sus dos hijas, todavía pequeñas. Cuando salga del centro de El Palmar podrá recuperar su vida, pero el proceso no habrá terminado. Nunca lo hará del todo. Quien ha sufrido una adicción debe estar siempre alerta para no volver a caer por la pendiente. «La ludopatía no daña físicamente, pero te destroza por dentro», advierte Javier. Aparentemente inofensivas, las luces parpadeantes de las máquinas tragaperras esconden un infierno del que este hombre ha conseguido regresar. Solo él sabe los abismos a los que se enfrentó allí dentro.

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