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TITO CONESA
Lunes, 2 de diciembre 2013, 02:36
Un servidor es periodista gracias a Pepe Monerri. Con eso está dicho casi todo el agradecimiento que le debo. Fue mi primer maestro y, también, mi primer aval para que me incorporase al oficio periodístico y, también, una de mis primeras y principales ayudas (la primera fue la de Conchi, un lujo de esposa) para que abrazase de lleno esta profesión que, paradojas de la vida, me llevó a sucederle en Cartagena como delegado de este periódico, un 'marrón' que acepté solo porque él lo consintió de buen grado con la generosidad y desapego a la lisonja que caracterizó su vida. Por eso se hizo querer. Maestro le ha llamado en numerosas ocasiones el periodista, escritor y académico Arturo Pérez-Reverte y siempre he interpretado que Arturo le dedica esa hermosa calificación no tanto por lo que pudiera aprender de él como periodista --que también-- sino porque fue maestro de vida, de saber estar, de humildad, de responsabilidad, de paternidad, de profesionalidad y, también, de honradez. De mi experiencia personal debo decir que Monerri, como buen maestro, fue comprometido con su materia y respetó a su alumno al que enseñó conocimientos y, también, vivencias.
Profundamente religioso --estuvo cerca de consagrarse sacerdote-- el Dios que se dejaba entrever en el natural desenvolvimiento de Pepe Monerri no era un Dios lejano ni separado sino que era el reflejo de una experiencia íntima a la que nunca traicionó.
Autor de seis libros y de un sinfín de artículos, con José Monerri Murcia se ha marchado toda una institución en Cartagena, varias veces reconocida: Pregonero de Semana Santa, Procesionista del Año, Laureada Cantonal, Cronista Oficial de la ciudad donde desde bien jovencito (1944) empezó a escribir crónicas de fútbol para el desaparecido diario Línea, a cuya sede murciana, de la calle Jara Carrillo, acudía para estudiar libros de Derecho oliendo a rotativa.
De arraigadas convicciones, muy disciplinado (cualidad que no le impidió mostrar su espontaneidad y gracejo típicamente cartagenero) respetuoso, llano, cordial sin bambolear incienso, Pepe Monerri siempre fue partidario de la avenencia. «Apóstol de la conciliación» le llamó el colega García Martínez en una entrevista, actitud conciliadora, que también se reflejó en otra entrevista que le hizo el arriba firmante (2009) en la que eligió como vocablo preferido la palabra 'amor'. «Es lo que falta entre la gente», dijo. Pero no será lo que te falte a ti, Pepe Monerri. Amor con mayúsculas, es decir el sentimiento afectivo intenso que muchas personas experimentan hoy hacia ti. El mío, también. Hoy y en adelante. Porque en nuestras últimas conversaciones de nuevo fuiste maestro admirable al verte mirar hacia atrás solo para comprender la vida, sin nostalgias, sin recrearte en fotos amarillas. Igualmente aprecié cómo mirabas al futuro sin temor, para no estropear la alegría del presente, fundamentalmente encarnado en María Eulalia, vuestros tres hijos (Lali, José Javier y Miguel Ángel) y vuestros dos nietos, a quienes el dolor de tu pérdida probablemente se vea aliviado con el gozo de que ya estés en ese Cielo en el que tanto creíste y, desde luego, mereciste. Hasta siempre, maestro. Hasta siempre, amigo.
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