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mjmontesinos@laverdad.es
Martes, 3 de diciembre 2013, 12:45
Tiene ante sí el reto de poner en marcha en Murcia la figura del Mediador Vecinal, un servicio inexistente en el municipio y ni siquiera en la Región, pero muy eficaz en aquellas otras comunidades, como Madrid o Cataluña, donde ya lleva décadas de andadura. Como trabajadora social y directora de un centro de día de discapacitados intelectuales (Fundación Afim), María José Fernández-Marcote Sánchez (Murcia, 1957) ya está habituada a mediar, sobre todo con familias y trabajadores, pero ahora se dispone a hacerlo con vecinos para evitar que las quejas por sacar la basura antes de hora o por tener el volumen del televisor demasiado alto rompan la convivencia de la comunidad vecinal y acaben en los tribunales.
Cree a pies juntillas en la mediación y su formación académica y universitaria ha ido profundizando en el tema. Después de estudiar Trabajo Social, realizó un máster de Mediación de dos años en la UMU para especializarse y ahora está preparando el doctorado en Mediación Comunitaria y Vecinal.
Junto con dos compañeras con las que hizo el máster va a poner en marcha el servicio, que será gratuito para los vecinos, y para ello se han puesto en contacto con la Federación de Asociaciones Vecinales del Municipio de Murcia para canalizar las solicitudes. También están formando a agentes de la Policía Local de Murcia, ya que este cuerpo, a través de la figura del Policía de Comunidad, dio un primer paso hace tres años al visitar y censar una por una las comunidades de vecinos del municipio- hay 5.501 dadas de alta en el sistema informático- e intervenir en más de un millar de cuestiones vecinales.
No recuerda que de niña le gustara intervenir para mediar entre sus compañeros de colegio. Ha sido algo vocacional, derivado de su dedicación como trabajadora social. También ha sido presidenta de la Plataforma de Voluntariado de la Región, entre los años 2000-2006 y ahora es presidenta de la Asociación de Vecinos de San Bartolomé-Catedral. Confiesa que «yo siempre he sido muy 'trajinera', de estar en muchos sitios y llevar muchas cosas para delante».
Casada, y madre de dos hijos, que ya son mayores y están emancipados, tampoco recuerda que con ellos les sirviera el método. «Ya se sabe, en casa de herrero, cuchara de palo. Su padre y yo hemos sufrido los problemas típicos de cuando eran adolescentes», bromea.
Cree que cuenta con las aptitudes que debe reunir un buen mediador: saber escuchar, saber dar tiempo, emplear el lenguaje verbal y no verbal y transmitir serenidad. Son cualidades que practica cada día en su trabajo: «dar los buenos días, una sonrisa, hacer agradable la vida a las personas que trabajan conmigo. Se trata de crear la cultura de la paz, algo que se traduce en la buena convivencia».
«Se tienen que convencer»
Advierte de que «nuestra labor no es convencer a nadie. Son los vecinos los que se tienen que convencer para resolver el conflicto. Nosotros les damos las pautas para que arreglen sus diferencias». Lo que sí garantiza es que el servicio estará dotado de la máxima confidencialidad, imparcialidad e igualdad. Hasta el punto de que «si acaban en juicio, no podemos ni ser testigos si nos llama el juez porque firmamos un acuerdo de confidencialidad».
Trabajadora incansable, se levanta a las 7 de la mañana y de 8.30 a 15.30 está al frente del centro de día de la Fundación Afim, ubicado en el murciano barrio de Vistalegre. Cuando llega a casa, descansa un poco, y se pone a leer o a estudiar «para avanzar en mi doctorado». El próximo 28 de noviembre se gradúa en Trabajo Social. Ha realizado un trabajo de investigación sobre los conflictos más comunes en las unidades de trabajo social. Los fines de semana, cuando no tiene jornadas vecinales, «me voy a la huerta. Tengo una casa en Beniaján, donde planto mis macetas y recojo mis naranjas. Es mi forma de desconectar del día a día y de tanto conflicto».
También le gusta mucho leer, sobre todo novela histórica. Le encantó 'Los Pilares de la tierra' y ahora ha quedado fascinada por el libro 'La enzima prodigiosa', de un médico japonés que asegura que para comer sano hay que prescindir de cinco alimentos blancos: azúcar, sal, leche, harina blanca y arroz blanco. «Yo lo he puesto en práctica», asegura.
No ha realizado ningún estudio que relacione conflictos vecinales con crisis económica, pero su percepción personal es que si no hay trabajo y la gente pasa más tiempo en casa, es fácil que se vuelva más irascible y que tenga peor humor, por lo que también puede que sea más fácil pagarlo con los vecinos».
Se ha propuesto llevar a la práctica esta iniciativa de 'conseguidora de paz vecinal' durante un plazo de tres años. Cuando me marco un proyecto me gusta fijar un principio y un final para evaluar el grado de satisfacción. Si tiene éxito, seguiremos», asegura con una sonrisa serena y la ilusión del proyecto reflejada en el brillo de su mirada.
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