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Juan Cuenca, el pasado 28 de junio, siendo conducido al juzgado de Molina. :: Israel Sánchez / AGM
Cuenca y Severein trataban de vender una cantera de Evedasto Lifante a la mafia rusa
REGIÓN MURCIA

Cuenca y Severein trataban de vender una cantera de Evedasto Lifante a la mafia rusa

El exgerente del club de voleibol y el holandés crearon una sociedad en Gibraltar para cerrar la venta por 35 millones de euros

JUAN RUIZ RICARDO FERNÁNDEZ rfernandez@laverdad.es

Jueves, 8 de agosto 2013, 23:10

«Estás tratando con 'louche persons'». Se lo había advertido a Lodewijk Severein su socio en la empresa GUNA, Peter van der Baan. «Gente sórdida e indecente», le dijo. «¿Crees que estás haciendo lo correcto?», le insistió. La consecuencia de ello es que Severein dejó de hablarle de los negocios que se traía en España y que supuestamente pasaban por intentar vender una mina de mármol de Evedasto Lifante a miembros «de la mafia rusa».

Las investigaciones realizadas por el Juzgado de Instrucción número 7 de Murcia, en primer lugar, y desde hace algo más de un mes por el Juzgado de Instrucción número 5 de Molina de Segura, encaminadas a descubrir las razones del asesinato de la pareja holandesa formada por Ingrid Visser y Lodewijk Severein, han permitido sacar a la luz los peligrosos negocios en los que este empresario holandés, en sociedad con el exgerente del Club Voleibol Murcia 2005, Juan Cuenca, andaba metido.

Las declaraciones prestadas por varios socios holandeses de Lodewijk y por sus propias hijas, unidas a las manifestaciones de otros testigos en Murcia, han llevado a los investigadores a concluir que detrás del doble asesinato se encuentra el intento de Cuenca y Lodewijk de vender una cantera de Evedasto Lifante. Una operación valorada en unos 35 millones de euros, que en teoría iba a dejar satisfechas a todas las partes implicadas: a Lifante, que atravesaba por graves dificultades en sus negocios y que ha reconocido que tenía interés en desprenderse de esa propiedad, a los propios compradores y, por supuesto, a Cuenca y Lodewijk, que se embolsarían una buena cantidad de dinero por su labor de intermediación.

Con ello, además, el exgerente del club de voleibol tendría por fin dinero para abonar a Ingrid Visser, los 60.000 euros que le había dejado a deber por la ficha de una temporada. La exjugadora y su marido sospechaban que ese dinero, librado por Lifante, se lo había quedado en realidad el propio Cuenca.

Lodewijk había explicado a algunos de sus socios y amigos neerlandeses que Lifante debía mucho dinero a unos empresarios rusos y que incluso les había entregado una cantera como garantía del pago de cien millones de euros. Para sacar al empresario murciano de ese trance, el holandés había diseñado un plan -llegó a plasmarlo en un folio en forma de esquema-, que básicamente pasaba por convencer a esos rusos de que le cedieran los derechos sobre esa mina, ofrecerla a otros inversores y que todas las partes se embolsaran una buena cantidad de dinero.

Para llevar a buen término el proyecto, Lodewijk se había asociado con Juan Cuenca, a quien le había encargado que constituyera una sociedad mercantil con sede en Gibraltar. Éste último había buscado ayuda en su amigo Serafín de Alba, funcionario de Hacienda prejubilado y ahora también imputado por el doble crimen, y en un abogado de Murcia, F.A.E., que ya ha declarado en la causa como testigo y que fue quien realizó los trámites formales para crear 'Granmar Stone Trade LTD'.

Negocios de capa caída

Aunque el holandés había hecho mucho dinero años atrás con algunos negocios, las cosas se habían torcido en los últimos tiempos y su situación económica ya no era muy boyante, siempre según los datos del sumario. De ahí que incluso recuperar los 60.000 euros de la ficha de Visser hubiera pasado a convertirse en un objetivo importante. Tenía inversiones en Brasil y Venezuela y un prometedor proyecto para desarrollar y vender un aparato electroestimulador, denominado RSQ1, destinado al tratamiento de deportistas de élite, pero necesitaba urgentemente entre 750.000 euros y un millón para desbloquear esos negocios.

La situación se complicaba porque las gestiones burocráticas para crear la sociedad en Gibraltar eran múltiples y no acababan de cerrarse, lo que estaba tensando su relación con Juan Cuenca, y además éste no le ofrecía explicaciones convincentes sobre el destino del dinero que le había adelantado para el proyecto.

En un correo enviado el 6 de abril, un mes antes del asesinato, Lodewijk le pide cuentas a Cuenca en un tono duro. «Echo de menos información diaria sobre la situación del dinero. Espero, espero y no pasa nada. Me dices lo que me gustaría oír, porque te estoy presionando mucho. Tu historia sobre el dinero no es transparente y no debería permitirme encontrar la forma de proporcionarte dinero. (...) Lo mejor ahora es no reunirnos hasta que me hayas enviado el dinero».

Un arma para autoprotegerse

De otro lado, las gestiones que estaba realizando con inversores de varios países -holandeses, rumanos, brasileños, marroquíes...- para ofrecerles la cantera no prosperaban, por lo que las preocupaciones de Lodewijk aumentaban por días. Tanto era así que, siempre según datos del sumario, se había decidido a buscar financiación en «ámbitos extraordinarios», en concreto, con rusos a los que él mismo definía como integrantes de la «mafia».

Consciente de los riesgos que implicaba el trato con esas personas, había llegado a pedirle a Cuenca que le consiguiera una pistola para autoprotegerse, e incluso le envió un correo con el modelo que prefería: una Walter P5. «'Nice'», le puso en el mensaje. «Bonita». No existe constancia de que llegara a adquirirla.

Pero las gestiones seguían sin consolidarse y el holandés estaba cada día más crispado en su relación con Cuenca. El 15 de abril le mandó un nuevo mensaje por email: «Juan, como no respondiste a mi último correo, te voy a contar cuál es mi situación. Ayer tuve una reunión con los inversores del proyecto y uno de ellos me ha dejado claro que ya no confía más en mis promesas. Ha decidido dejar el proyecto y demandarme por las pérdidas que ha tenido. Pidió al juzgado, y éste ha aceptado, embargar los bienes de mi compañía. Junto a esto he tenido que poner todo mi dinero en el proyecto para salvar las inversiones. Te puedes imaginar que he perdido una seria cantidad de dinero. Así que mi situación es realmente desastrosa. Esta semana no necesito más promesas. Solo el dinero. Espero que tú y 'M' aportéis el dinero que me dijiste que iba a estar aquí la semana pasada!!!».

Cada vez más convencido de que Juan Cuenca lo estaba llevando en palabras y de que se había aprovechado de él para sacarle parte del dinero destinado a poner en marcha el proyecto de vender la cantera de Evedasto, el empresario holandés seguía tensando la cuerda.

De las declaraciones de sus socios y amigos holandeses se deduce que se había marcado un plazo para que sus planes salieran adelante o, de no ser así, para poner fin a su relación con Cuenca y exigirle la entrega del dinero que éste le debía. La fecha que él mismo se había fijado era la semana del 13 al 19 de mayo, en la que debía viajar a Murcia para que su mujer, Ingrid Visser, embarazada de seis semanas, pasara una revisión en una clínica de fertilidad.

Los investigadores sospechan que quien lo preparó todo para quitarse de encima el problema fue Juan Cuenca. Con la ayuda de dos sicarios rumanos, supuestamente tendió una celada a la pareja y les dio muerte.

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