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Alejandro Valverde, durante la etapa de ayer. :: AFP
El viento trae a Contador y echa a Valverde
CICLISMO

El viento trae a Contador y echa a Valverde

Un ataque del Saxo Bank a falta de 30 kilómetros para la meta deja en evidencia al Sky y abre la carrera. En una etapa antológica, el madrileño recorta un minuto a Froome y el murciano, gafado, pierde el Tour

J. GÓMEZ PEÑA

Viernes, 19 de julio 2013, 12:48

Alberto Contador ha prestado sus ojos. Los ha repartido entre sus gregarios. Miran por él. La etapa de ayer se decidió en cuatro miradas y un grito. Primera mirada: a 31 kilómetros de la meta, Roche se gira. El líder, Froome, es fácil de localizar. Va de amarillo y va atrás. Demasiado cerca del cuchillo que afila el viento lateral. Segunda mirada: Roche activa el telégrafo visual y mira a Rogers, siempre con las orejas altas. Es el capitán en carrera del equipo Saxo. Sin palabras, Rogers capta el mensaje. El instinto decide por él. «Abróchense los cinturones». Es el momento de la guillotina. Antes, claro, consulta. Tercera mirada: Rogers usa los ojos para consultar a Contador, el jefe. Cuarta mirada: Contador le manda un guiño. OK. Tras las cuatro miradas, se escucha el grito, la voz de Rogers: 'Let's go'. «Vamos».

Bennati, otro de los gregarios de Contador, abre gas. Un kilómetro tras moto. Bestial. La escena dura unos segundos, pero a Froome le cuesta más de un minuto en la meta. Contador le acecha en la general, ya a 2 minutos y 45 segundos. Su equipo, el Saxo, tiene más talla que el Sky. Y en el aire flota una certeza: queda Tour. Lo reactivaron ayer Contador y sus muchos ojos con un tremendo golpe de viento.

En el Tour pesa hasta el aire. Y cuando el viento sopla de costado sabe a sangre. A matanza. Más que correr, los ciclistas huyen. Desde la salida en Tours se vio que en las ramas ondeaba el viento. Una larga recta les separaba de la meta de Saint-Amand-Montrond. Es la Francia central, más amarilla, decorada con campos de cereales, desprotegida cuando sopla el silbido que más asusta: el viento de costado. Cortante. A Valverde el viento se le vino encima en el avituallamiento. Una ola de mala suerte. «El Tour no es mi carrera», maldijo.

Un ciclista, pendiente de coger la bolsa con comida, se despistó e impactó por detrás con el murciano. Sonó un ruido. Un radio de la rueda trasera quedó partido. Era el peor momento, cuando zumbaban las balas, cuando el equipo Belkin (Mollema y Ten Dam) y el Omega (Cavedish) habían sacado los abanicos. Las cuchillas. Sin ese radio, la rueda de Valverde no dejaba de tocar las gomas del freno. Y ahí se equivocó. Echó pie a tierra para esperar el repuesto en lugar de coger la bici de un compañero. El coche del Movistar tardó. No podía pasar. El viento había troceado ya la carrera. Valverde estaba sentenciado. A dos horas aún de la meta. El Movistar paró incluso a Rui Costa, noveno en la general, para ayudarle. Ni así. El viento lateral siempre causa estragos. Por el aire llegó la noticia de la desgracia del Movistar. Philippe Mauduit, director de Contador, quiso esperarle. «No es fair-play acelerar cuando pasa algo así», dijo. El Belkin, que quiere meter a Mollema en el podio, no lo vio así. «Ya estábamos atacando cuando Valverde ha tenido el problema. Para nosotros la etapa ha sido perfecta», replicó Mollema.

Perfecta para él. El holandés ocupa ahora la segunda plaza del Tour, a 2.28 de Froome. Ahí estaba hasta ayer Valverde, que asfixiado por el viento perdió 10 minutos. Perdió el Tour. «Siempre me pasa algo», cabeceaba. Entró cabizbajo, condenado.

Mientras el Movistar portaba el féretro de Valverde camino de Saint-Amand-Montrond, Froome se relamía en su carroza. A Contador, en cambio, sólo le quedaba su hábito: atacar. Hasta con los ojos. Sus piernas le habían traicionado en los Pirineos y en la 'crono' del Mont Saint-Michel. Ayer pedaleó con los ojos, con su reputación de rebelde, con su carácter de ciclista antiguo. Ocaña. Fuente. Contador. No es ciclista para ser segundo. Así es su mirada. A 31 kilómetros de la meta, un brillo flotaba en sus pupilas. En Saint-Armand-Montrong, donde Cavendish pudo con Sagan, los ojos de Contador entraron mirando atrás, hacia sus presas. Gesto de cazador. De rabia, de orgullo, de pelea.

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