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RICARDO FERNÁNDEZ rfernandez@laverdad.es
Martes, 28 de mayo 2013, 16:05
Como en 'Pulp Fiction', debieron de buscar a un señor Lobo que les solucionara el problema. Y lo hizo a conciencia. La casa rural de la pedanía de El Fenazar de Molina de Segura lucía impecable, sin una mala mancha de grasa en la cocina ni una pelusa en el suelo, y por supuesto sin salpicadura alguna de sangre en sus paredes, cuando los asesinos se la devolvieron a su propietario. Nadie, recorriendo las estancias sin otros medios que sus ojos, por muy adiestrados que éstos pudieran estar en la detección de cualquier rastro de suciedad, podría haber imaginado que unas horas antes allí habían sido torturadas hasta la muerte dos personas, y luego concienzudamente descuartizadas.
La meticulosa limpieza no bastó para engañar a los agentes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Jefatura Superior de Policía que, asistidos por sus colegas de la Policía Científica y por algún policía experto en desapariciones desplazado desde Madrid, se trasladaron a finales de la pasada semana hasta ese paraje rural.
Al contrario, a ninguno de ellos les cupo duda de que allí, por mucho que relucieran los azulejos y la bañera, se había cometido una auténtica masacre. Les bastó con echar mano de algunos de los reactivos con los que habitualmente trabajan, como el denominado luminol, para determinar sin género de dudas que el hotelito rural había quedado, después de la estancia de los últimos huéspedes, sospechosamente impregnado en hemoglobina humana. O lo que es lo mismo, que se encontraban en el escenario de un horrendo crimen y que los involuntarios protagonistas no habían sido otros que los dos holandeses, Ingrid Visser y Lodewijk Severein, cuyo rastro llevaban dos semanas persiguiendo.
Ahora el rastro ya lo tenían, pero también la certeza de que no iban a encontrar a la pareja en buen estado.
De su entera confianza
Un conocido los condujo hasta el 'matadero'
Las investigaciones policiales, que a decir verdad no registraron grandes avances durante bastantes jornadas, dieron un importante salto cualitativo a finales de la semana pasada. De forma bastante casual, aunque los detalles se guardan con gran secreto para no perjudicar a la investigación y para evitar poner en riesgo a algunas personas, la Policía dio con un filón que les permitió orientar su trabajo de manera casi definitiva.
Para empezar consiguieron resolver uno de los grandes enigmas de la historia: ¿Cómo consigue alguien llevarse hasta un lugar apartado a una pareja de gran estatura y fortaleza física, sin meterlos a golpes en un coche o bajo la amenaza de un arma? Y es que los policías razonaban que, de haber ocurrido de cualquiera de esas maneras, y encima en pleno casco urbano de Murcia, lo lógico sería que alguien hubiera visto algo.
Ahora creen saber cómo ocurrieron los hechos, casi al detalle. Fuentes muy próximas a la investigación han confirmado, por un lado, que la elección de Ingrid y Lodewijk no fue casual. Los inductores del asesinato conocieron por algún medio que habían viajado a Murcia, y estaban decididos a aprovechar esa oportunidad para hablar de negocios comunes y, en caso de discrepancias, ajustar cuentas pendientes. Y, por otro lado, han explicado que aquéllos que tan malas intenciones albergaban no tuvieron que emplear la fuerza ni la intimidación para llevar a la pareja hasta donde pretendían. El único arma que emplearon fue la astucia.
En concreto, señalan, utilizaron a una persona conocida desde hacía años por los dos holandeses, y con la que existía una relación de total confianza. Fue así como lograron que subieran sin reparos a un coche que acabó conduciéndoles al matadero: la mencionada casa rural de la pedanía de El Fenazar, en Molina de Segura, que los criminales habían alquilado por espacio de un par de semanas. Una residencia totalmente apartada de cualquier otra casa habitada, en la que podrían ejecutar sus siniestros planes sin temor alguno a verse sorprendidos.
Dos sicarios a sueldo
A Lodewijk le arrancaron todos los dientes a golpes
No tuvieron una muerte rápida. Al menos, Lodewijk. Un rápido examen de los restos de su cadáver, exhumado a última hora de la noche del domingo, permitió a los policías confirmar que había sufrido brutales torturas. Antes de asesinarlo le destrozaron a golpes la mandíbula y le arrancaron los dientes. Habrá que esperar a que se conozcan los detalles de la autopsia para saber a qué otras aberraciones lo sometieron.
Hasta el momento nada ha trascendido acerca de la manera en que halló la muerte su compañera, aunque algunas fuentes policiales consideran que probablemente ella no centralizaba la ira de los asesinos y, por lo menos eso prefieren imaginar, ayer todavía confíaban en que hubiera sufrido menos.
La hipótesis con la que trabajan los especialistas policiales es que Ingrid y Lodewijk, cuando llegaron a la casa rural de El Fenazar en el coche de un conocido, se encontraron con que los estaba esperando un número indeterminado de personas; posiblemente tres. Entre ellos, dos ciudadanos rumanos, de 47 y 60 años, Constantin Stan y Valentin Ion, que supuestamente fueron quienes acabaron por hacer todo el trabajo sucio. Básicamente, administrar las palizas, darles muerte, despedazar los cadáveres y buscar un lugar apartado en el que darles apresurada sepultura.
Es previsible incluso que fueran ellos quienes se encargaron de dejar la casa limpia de restos orgánicos.
Estos dos sospechosos, de los que se desconocen más datos, fueron arrestados ayer, después de un par de días en los que los agentes estuvieron tratando de dar con su rastro, pues se habían marchado de la Región. Los localizaron en Valencia, la misma ciudad en la que el sábado fue arrestado un español de 36 años, Juan Cuenca, ex director deportivo y exgerente del Club Voleibol Murcia 2005 y de quien se sospecha que también estaba en la casa cuando se cometió el doble crimen. Se da la circunstancia de que Ingrid Visser fue jugadora en el mismo club de voleibol del que Cuenca era directivo.
Los tres arrestados será puestos esta mañana a disposición del juzgado de guardia de Valencia.
Es previsible que todos ellos acaben siendo ingresados en prisión, para que sea más adelante el Juzgado de Instrucción número 7 de Murcia, que es el que coordina la investigación, quien decida sobre la suerte final de los sospechosos.
Enterrados a trozos y en bolsas
Dos troncos sepultados en un huerto de limoneros
Con la certeza del doble crimen cometido en el alojamiento rural de Molina de Segura, los agentes se volcaron en localizar el paradero de ambos cuerpos. La búsqueda les condujo hasta una zona apartada de la pedanía murciana de Alquerías, en la que se levanta una antigua casa de huerta de dos pisos, rodeada por algunos huertos de limoneros. Apenas a una treintena de metros de la vivienda, a unos cincuenta centímetros de profundidas, en un claro entre los árboles, las palas toparon con un bulto. En el interior de una bolsa de basura de grandes dimensiones había un tronco humano; un cuerpo despojado de brazos, piernas y cabeza.
Siguieron excavando y no tardó en aparecer otro paquete de similar contenido. Los miembros superiores e inferiores y las respectivas cabezas de Ingrid y Lodewijk fueron hallados seguidamente en otras bolsas de basura. Los policías ya tenían lo que buscaban, aunque no en la forma en que les hubiera gustado hallarlos.
Forzados testigos de tan desagradable hallazgo fueron el dueño de la casa en cuyas proximidades se encontraron los cuerpos, un hombre que responde a las iniciales S.A.L., que fue conducido por la Policía hasta el lugar y que más tarde quedó en libertad sin cargos, y un letrado murciano, cuya identidad no ha trascendido. Los investigadores quisieron interrogarlo ya que tiempo atrás había defendido los intereses de Ingrid Visser en un pleito y, a la vez, se da la curiosa circunstancia de que también pudo defender en el pasado a uno de los supuestos implicados en el crimen.
Además, los policías habían podido comprobar que días antes de viajar a Murcia, Ingrid le había remitido al letrado un correo electrónico, en el que le informaba de su próximo desplazamiento a la Región y le pedía además una cita.
También quedó en libertad, sin que por ahora se le impute cargo o responsabilidad alguna en los hechos.
Un trabajo muy fino
Desmembrados con ayuda de una sierra radial
La autopsia de los dos cadáveres podría prolongarse varios días. Los datos que los especialistas forenses puedan aportar, en virtud de la observación de los restos recuperados, serán determinantes para establecer con el mayor detalle las circunstancias en que Ingrid y Lodewijk fueron asesinados. De hecho, ayer por la tarde ni siquiera existía todavía confirmación oficial de que los cuerpos correspondieran a los dos ciudadanos holandeses, aunque nadie pone en duda que sean ellos.
El propio delegado del Gobierno en Murcia, Joaquín Bascuñana, admitió ayer en rueda de prensa que «todos los indicios llevan a suponer que se trata de las dos personas desaparecidas».
A la espera de los informes oficiales, fuentes de la investigación indicaron que un primer examen, aunque precipitado, de los restos cadavéricos permitía aventurar que los autores del doble asesinato utilizaron una sierra mecánica para despedazar a la pareja, muy probablemente una radial.
Un negocio que salió mal
«Dos focos de violencia importante en la vivienda»
El jefe superior de Policía de Murcia, Cirilo Durán, quien compareció ante los medios de comunicación junto al delegado del Gobierno, explicó ayer por la tarde que fue el español de 36 años detenido en Valencia la persona que debía negociar con la pareja holandesa, acerca de asuntos que no han sido aclarados. Para ello, Ingrid y Lodewijk fueron conducidos hasta la vivienda de Molina de Segura y, después de largas discusiones entre los días 13 y 14, y una vez se estableció que las diferencias eran insalvables, se desencadenó una «violencia importante» que acabó con el asesinato de los dos holandeses.
El examen del escenario del crimen permitió determinar que habían existido «dos focos de violencia», lo que llevó a los investigadores a suponer que tanto el hombre como la mujer habían fallecido.
Durán también señaló que las hipótesis que se habían barajado pasaban por un secuestro, que ha quedado descartado, o por la posibilidad de que la visita a la Región ocultara algo más que una cita en una clínica de fertilidad. Ahora se sabe que tenían que hablar de negocios con alguna gente muy peligrosa. Falta por conocer de qué negocios se trataba.
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