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SERGIO GALLEGO
Lunes, 24 de diciembre 2012, 01:42
«La cena será el sábado día 15. La hora, la dirección y la contraseña se enviarán a los que confirméis asistencia», reflejaba el email que recibí de El Obrador de Delia días antes de que se llevara a cabo la que parece que ha sido la primera cena clandestina de la Región. Además, indicaba que la cena no iba a ser en un restaurante y que íbamos a degustar un menú que no conoceríamos hasta estar allí, donde quiera que fuese, sentados junto al resto de invitados desconocidos.
Yo apenas conocía a Delia, pero a mí, que me pasa como al célebre Oscar Eilde, que «puedo resistirlo todo menos la tentación», la dichosa cena clandestina ya me había despertado una curiosidad imparable.
Debía de llevar algo rojo, vino y, al llegar a mi destino (Urbanización de Altorreal, Molina de Segura), en el telefonillo de la casa que haría de restaurante por un día debía de recitar: «Siempre que llegas a casa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masa ».
No canté, recité sin entonación, pero me dejaron pasar. Nada más entrar, me obsequiaron con un sobre relleno de patatas fritas en su interior, un naipe de baraja francesa, una copa de cava y un identificador de un cocinero famoso, en mi caso el de Paco Torreblanca. A mi acompañante, tras darle el de Sergi Arola, lo conducen hasta una de las tres mesas dispuestas en el comedor -unos veinte comensales en total- distinta a la mía. Entiendo que es parte del juego, que esto no es comer nada más, pero hubiese preferido que estuviéramos juntos.
El azar me sitúa en la mesa con Firo Vázquez -único murciano representado en la cena-, Juan Mari Arzak, José Andrés, Joan Roca y Gordon Ramsay. Las primeras conversaciones de la cena hacen referencia a que este tipo de reuniones son lo más parecido a la película interpretada por Tom Cruise y Nicole Kidman, 'Eyes Wide Shut', pero poco a poco, el 'best seller' 'Las 50 sombras de Grey' monopoliza las conversaciones de los seis comensales.
Ensalada de mezclum con frutos secos, chorizo glaseado con espuma de patatas, empanadillas, tortas de maíz rellenas de ensaladilla de marisco, bacalao brass, sopa de queso con brocheta de beicon y gamba, pato confitado con setas envuelto en pasta brick, mouse de chocolate con frutos rojos, y piña con merengue y ron fueron los platos que componían un menú con algunos altibajos propios de las circunstancias en las que nos encontramos, aunque me pareció realmente interesante la posibilidad de probar en una misma cena más de cinco vinos diferentes de gran calidad traídos por los todos los comensales.
Para terminar, una simulación de las doce campanadas con granitos de granada -que no entiendo muy bien- y juegos gastronómicos de grupo a los que renuncio por falta de tiempo. Al final, 25 euros y una botella de vino que me pareció poco precio para el trabajo, creatividad e ilusión puestos en esta historia para un sábado distinto y clandestino.
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