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Las nadadoras españolas Andrea Fuentes y Ona Carbonell, durante el ejercicio libre de natación sincronizada. :: EFE
Tango de plataVídeo del Camino
NATACIÓN SINCRONIZADA

Tango de plataVídeo del Camino

Ona Carbonell y Andrea Fuentes lo bordan en la final y superan a las chinas por tres centésimas

ENRIQUE YUNTA ENVIADO ESPECIAL

Miércoles, 8 de agosto 2012, 02:57

Las lágrimas de Andrea Fuentes y Ona Carbonell esconden interminables jornadas de diez horas en el centro de alto rendimiento de Sant Cugat, seis días a la semana sin vacaciones por una plata olímpica. «Bien lo vale», explica Fuentes, incapaz de formar un discurso porque le desborda la emoción. España, que partía desde la tercera posición, lo bordó en la final con el tango 'La Cumparsita' y superó a China en la foto finish, segunda posición por solo tres centésimas (192,9 a 192,87). Pareja de plata, una hazaña. El oro, ruso.

Es el éxito de dos amigas que hipnotizan en la piscina, una mezcla fantástica porque una aporta lo que no tiene la otra. Invitaba la tarde a pensar en la gesta por la generosidad de los árbitros con Rusia y China, muy buenos los ejercicios de ambas, y se confirmó después de que la coreografía española saliera de forma estupenda, perfeccionada en ese tramo final que un día antes no había salido tan bien. Una hora larga de vídeo para corregir errores y a nadar, todo o nada.

«Sabíamos que nos teníamos que dejar todo. Hemos sacado pasión, entrañas y todo lo que tenemos dentro, ya no me queda nada», resumía Fuentes, doble medallista en Pekín y estirada su colección en Londres. Esta vez le acompañaba en podio Ona Carbonell, 22 años de talento infinito, la más joven de todas las que estaban en la entrega de medalla. «Es un año y medio que ha sido un milagro. Meter a Ona con esta juventud y esta poca experiencia ha sido arriesgado. Hay que felicitarla por su gran actuación, ha dado la talla con creces».

Las dos cumplieron, imponentes con el traje de baño rojo y negro, contagiosas con las apneas, con un movimiento de piernas vertiginoso y con mil figuras en la pileta. El tango español, el ejercicio más complejo de todos cuantos se presentaban en los Juegos, enganchó tanto a la grada que los aplausos se sentían en el agua, un grito ensordecedor que mezclaba con una música preciosa durante tres minutos y 41 segundos de magia. «Hemos brillado. Ha habido gente que ha llorado, era el plus que nos faltaba, lo que nos hace diferente», defendía Carbonell, empapada en llanto.

El sorteo quiso que España saliera la penúltima, un privilegio con el que no se contó en la rutina técnica y tampoco en el libre. La premisa era tan clara que a Tarrés no le hizo falta concienciar a las chicas de que necesitaban acercarse al 97,00 para darle más valor a la medalla, que ya estaba prácticamente asegurada porque en la sincronizada hay tres potencias muy distanciadas del resto. Andrea y Ona, Ona y Andrea, se empeñaron en demostrar que el baile merecía más y sacaron (96,900). «Es un placer trabajar con ellas. Tienen una gran ambición, siempre quieren mejorar y es el mejor regalo a un entrenador. Son fieles y siguen la hoja de ruta sin preguntar, sin rechistar. Tienen confianza y eso se nota, se palpa. Ahí está nuestro regalo, su regalo», relataba Tarrés.

Vista borrosa de la emoción

La emoción llegó luego, marcado el desenlace por el suspense y esos interminables segundos a la espera de que hable la pantalla. China estuvo a un nivel altísimo (96,770), pero perdió un cajón por un suspiro, por tres centésimas, una distancia irrisoria. «¿En serio?», preguntaba Fuentes, que no recordaba un resultado tan ajustado. «Bueno, lo que importa es que salía un 2 en la pantalla, la plata es nuestra». En realidad no la veían porque la tensión les embriagaba y ni siquiera tenían los cálculos en la cabeza. «Íbamos con la vista borrosa de la emoción, de los nervios, un poco de todo. No veíamos por ninguna parte el dos. Hasta que las del equipo se abrazaban, eso era para algo bueno. La gloria ha venido del cielo», afirmaba Fuentes, que exprime un lema por bandera con mensaje comercial: «Lo hemos bordado. Si uno quiere, puede».

Ellas quisieron porque se acordaron de esos días no vividos, de tanto esfuerzo en común, de una manera distinta de entender la juventud. «Lo mejor no ha sido la plata, ha sido lo que hemos vivido juntas. Ha sido genial. Doy gracias a la vida por haber compartido esto con Ona», dijo Andrea en plena exaltación de la amistad, correspondida de inmediato por la benjamina. «Más fácil no me lo podía haber puesto. Ha sido un camino precioso. Me quedé a las puertas de Pekín y esto me ha dado vida». El viernes aspiran a otro metal en el programa de equipos, que empieza mañana.

La noche antes de la medalla, agotadas las protagonistas, Anna Tarrés quiso motivarlas con un vídeo. Las nadadoras españolas hicieron el Camino de Santiago en octubre como parte de la preparación, un incentivo para entender lo que cuestan las cosas. «Esa experiencia nos demostró que hay que disfrutar del camino, y lo hemos hecho hasta el último momento», apuntó Fuentes. El camino llevaba a la plata.

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