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EDUARDO RIBELLES
Jueves, 24 de mayo 2012, 12:00
Villa Calamari, conocida popularmente como el Palacete Versalles, ya ostenta su condición de Bien de Interés Cultural (BIC), según la orden publicada en el Boletín Oficial de la Región de Murcia el pasado martes. Pero esa declaración de inmueble protegido, que impide que sea derribado total o parcialmente o modificado de alguna manera no hará que se detenga su proceso de deterioro. Por eso, La Asociación Víctor Beltrí exigió ayer, por medio de su portavoz, Juan Ignacio Ferrández, que las autoridades obliguen a los propietarios a construir un cercado que impida el acceso incontrolado que, periódicamente, ha dado lugar a accidentes, incendios y un deterioro continuado de su estructura.
El Decreto 69/2012 declara la finca BIC, con categoría de monumento, y pone su edificio como ejemplo de la arquitectura ecléctica modernista, a la altura de otros inmuebles protegidos como los Palacios de Aguirre, Pedreño y las casas Cánovas, Dorda y del Piñón (La Unión).
La propiedad, incluido el jardín botánico, data de finales del siglo XIX y el palacete, del año 1900, cuando Víctor Beltrí fue encargado de su construcción. Utilizó mármol, ladrillo y piedra artificial para erigir este edificio de planta cuadrada con dos pisos y semisótano, acompañado de un bloque anexo de una planta. Su esplendor durante buena parte del siglo pasado se fue al traste en los últimos años. Sin embargo, su abandono no ha acabado con la escalera principal de barandilla modernista ni con con la vidriera florida que ilumina con luz natural esa zona. En el segundo piso se halla la planta noble, y está coronado por un templete de ocho columnas de capiteles jónicos.
Ferrández explicó que el deterioro se convirtió en inevitable cuando la actual empresa propietaria, con intereses inmobiliarios sobre el entorno, no consiguió sacar adelante una promoción de viviendas que iba a suponer la cesión del edificio al Ayuntamiento y dejó de mostrar interés por su conservación
Las puertas de los edificios se mantienen tapiadas, lo cual dificulta el acceso al interior. No ocurre lo mismo con el recinto exterior, circundado por una valla metálica muy fácil de superar. Esto ha supuesto que fuera traspasada en los últimos años por mendigos, curiosos y otras individuos, y que esa presencia incontrolada causara incendios y también algún accidente mortal. «El jardín es perfectamente recuperable y los edificios están todavía muy lejos de la ruina, pero si no se hace algo pronto, acabará por deteriorarse del todo. Y lo primero es obligar al dueño que levante una cerca que evite, de verdad, la entrada de personas ajenas a la propiedad», subrayó Ferrández.
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