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P. W. R.
Viernes, 20 de abril 2012, 10:19
El cementerio de San Cristóbal se cae a pedazos. Casi un año después de los terremotos, el camposanto del Barrio permanece en ruinas y su solución se plantea difícil por la falta de dinero para financiar unas obras que aún deberán esperar. Su aspecto dista poco de los primeros días tras los seísmos. Ya no hay grandes montones de escombros en sus calles, pero los tejados de varios pabellones de nichos están hundidos sobre algunas tumbas, se han desprendido los muros y decenas de lápidas de mármol permanecen rajadas en el suelo.
«Hemos hecho lo que hemos podido, pero no tenemos dinero para pagar nuevas obras en el cementerio», se lamentó ayer en declaraciones a 'La Verdad' el párroco de la iglesia de San Cristóbal, Régulo Cayuela Lozano, de quien depende el camposanto. Algunas familias, las que disponen de medios económicos, han hecho arreglos en las tumbas de sus seres queridos y han adecentado varias zonas de los pabellones de nichos. «El cementerio data de principios del siglo XX por lo que hay muchos nichos que son de familias que se marcharon o que viven fuera y que aún no han podido hacer los arreglos que precisan las tumbas», explicó María González Cano, cuidadora del cementerio.
En obras están dos capillas situadas en el centro del camposanto. Otras ya han sido reparadas, pero un paseo por las distintas calles deja ver las heridas del terremoto a modo de grandes grietas que separan los pabellones enfrentados de nichos. «La situación es más grave de lo que parece. El deterioro va en aumento con el paso del tiempo, la lluvia y el viento, pero no nos queda otra que esperar a ver si conseguimos algo de dinero y podemos ir haciendo alguna 'chapuza' que nos permita ir evitando que los daños vayan a más», aseguró el párroco de San Cristóbal.
Muchos de los nichos están vacíos, son los que están a mayor altura. No pueden ser utilizados porque los tejados se hundieron y cayeron sobre ellos. En su interior apenas hay espacio, solo ladrillos y tejas y grandes agujeros por los que entra el agua cuando llueve. Y en el suelo decenas de pedazos de lápidas que se cayeron durante los movimientos sísmicos. María, la cuidadora del camposanto, ha ido recogiendo cada uno de ellos e intentado colocarlas con sumo cuidado para que el aspecto del cementerio no sea tan dramático.
Regulo contó que unos meses antes de los terremotos se acababa de adecentar todas las instalaciones. «La inversión fue muy importante. Arreglamos los pabellones de nichos más viejos, se enlosaron las calles, se construyeron nuevos espacios de enterramiento.... La previsión es que durante años no tuvieran que acometerse más mejoras, pero llegó el terremoto y lo destrozó todo».
Lo peor es que aún se debe parte del coste de aquellas obras que se prevé se terminen de pagar en breve, pero que dejaron maltrechas las arcas del cementerio del Barrio.
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