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JAVIER MARTÍN-DOMÍNGUEZ
Martes, 6 de marzo 2012, 02:27
Fue al inicio de los noventa, cuando la televisión pública en vísperas de la pérdida de su posición omnímoda en el mercado, empezó a degradar la programación, inyectándola dosis de culebrones, a razón de dos diarios. Sirvió para tapar la resaca económica de los felices ochenta, aunque siempre se argumentó que pretendía salvar la audiencia frente a la nueva competencia de las privadas. También sirvió para asentar aquello de que «los ricos también lloran», siempre explícito en los novelones latinos, y que se había instalado como narrativa de los casos de corrupción del momento. 'Mutatis mutandis', estamos volviendo a las andadas, con los programas del corazón y hasta los informativos repletos de paseíllos de famosos y poderosos, ahora ante el juzgado. Empezó la cosa por Marbella, pasó por Valencia y ahora las cámaras se han instalado en Palma. Próxima parada: Sevilla. Estos paseos del reo ante la turba vociferante e indignada, parecen el teatrillo público amplificado por los medios como fórmula de catarsis colectiva ante la crisis que padecemos. Más allá de lo que dicten los jueces, los manifestantes de turno dan su veredicto a voz en grito. Las cámaras son omnipresentes y por eso en todos los casos de altura el acusado debe pasear erguido ante el tumulto, y con sus declaraciones públicas bien preparadas. Un remedo del paseíllo del torero antes de la corrida, estirado e impoluto, para enfrentarse al toro-cámara, que puede acabar destrozando el traje iluminado de luces. A pesar de la obligada modernización, España sigue siendo un país de vida en grupo y de masas callejeras. Quizá haya sido la televisión la mejor medicina para evitar una continua exaltación de la batalla en la calle, dejando la algarada por la crítica familiar ante el televisor. Se ha instalado el culebrón en los telediarios hasta el punto de que los 'tiempos revueltos' que dan a continuación parecen, en contraste, el retrato de años demasiado mansos. Duques, jueces, gobernantes y banqueros han pasado la raya de la oscuridad a lo público gracias al paseíllo en la televisión.
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