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PEDRO A. CRUZ
Miércoles, 30 de noviembre 2011, 02:23
El otoño, y sobre todo el mes de noviembre como clara transición a la estación siguiente, presenta una serie de características que lo hacen terreno abonado y motivo para manifestaciones artísticas de distinto índole. Desde el declinar de la luz, hasta el color con el que se viste la naturaleza, sin olvidar la dosis pertinente de melancolía, todo se convierte en pretexto para la realización de unas obras que no pueden ni niegan su influencia. Y esto es lo que encontramos en las obras de Antonio Gómez. Empezando por el título -'Noviembre'- y por su desarrollo nada induce al equívoco, a tergiversar la intención mediante el uso de un lenguaje críptico o ambiguo. El mensaje es claro, evidente, y sólo en los fondos de las pinturas podemos encontrar referencias -a través de las veladuras-, llamadas, a una lectura formalmente más compleja. Estas pinturas, en las que el color reduce su espectro para centrarse en la gama de los grises -propiciando que el espectador se deje atraer por la tenue atmósfera de misterio que recrea-, presentan en su conjunto una cierta dureza en la ejecución, una materialidad que- sin ser excesiva contrasta con la sutileza del mensaje que quieren transmitir. Lo contrario -y quizá este contraste es lo que haga destacar lo dicho anteriormente- sucede con los dibujos, al manifestar sin ningún tipo de dudas lo que el autor ha querido transmitir y mostrar. Aparecen sugerentes, íntimos, incluso con el 'aire' de la inmediatez del boceto, próximos. En ellos, el espíritu 'decadente' de noviembre, del otoño, queda recogido (incluso superando el riesgo decorativo de la temática).
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