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ANTONIO ARCO
Jueves, 10 de noviembre 2011, 13:11
Qué zarpazo escénico de alto voltaje. Te derrota. Adela, la más joven, hermosa y cristalina de las hijas de Bernarda -«aquí se hace lo que yo mando», qué cojones- se suicida al final de la función y deja flotando en el aire -apenas queda ya aire- un sabor a desolación y amargura que hace temblar hasta a los muertos. Ayer, durante el primer ensayo de la jornada de esta escena final e hipnótica, Antonio Saura, director de la compañía murciana Alquibla Teatro, se emocionó. Se emocionó con la escena y, ya de paso, se felicitó a sí mismo por estar teniendo la suerte de trabajar rodeado de actrices «que me están dando cada día una lección de amor al teatro» y que, además, «son guapísimas». Saura prepara estos días su próximo estreno, que ha levantado ya una considerable expectación en Murcia y que se adentra, sin miedo y con fascinación, en uno de los textos más gloriosos, epidérmicos e inagotables de la historia del teatro universal: 'La casa de Bernarda Alba', de García Lorca, de quien ya dirigió con éxito 'Bodas de sangre' (2003). Este nuevo montaje, realizado en coproducción con el Teatro Circo de Murcia (TCM), que dirige César Oliva, se estrenará el próximo jueves y permanecerá en cartel hasta el domingo (20 de noviembre). Un espectáculo sobrio, de producción básica, sin alarde escenográfico alguno, con un espacio sonoro ideado por Álvaro Imperial y una «potente» iluminación, precisa Saura, diseñada por él mismo. Un trabajo en el que reinan, entre sombras y suspiros secos, la palabra y las actrices.
«Reconozco que me he emocionado con el suicidio de Adela», cuenta Saura. «La chica que la interpreta, Allende García, tiene muchísimo talento y una capacidad de lograr verdad espectacular, al margen de una belleza exótica descomunal», añade el director, que se deshace en elogios y piropos hacia sus actrices. No hagan caso de la fotografía promocional de Joaquín Clares en la que Saura aparece, con cara de lobo feroz acatarrado, rodeado de un elenco femenino que ríe o sonríe relajadamente. No está, dice ahora riendo él también, «ni asustado ni acojonado; estoy muy satisfecho con el trabajo que estamos haciendo».
«García Lorca le hace decir al personaje de Poncia -lo interpreta Lola Martínez- que 'Bernarda tiene cinco hijas feas'. ¡Aquí no lo son!», indica Saura, para quien Lola Escribano, encarnando a la odiada madre lorquiana, está tremenda. «Creo que Lola Escribano y yo nos teníamos que encontrar, y 'La casa de Bernarda Alba' lo ha hecho por fin posible», precisa. «Canalizamos esa fealdad de la que habla Poncia a través de sus malos pensamientos, de sus mundos interiores más o menos ocuros y retorcidos, pero estas hijas de Bernarda de feas no tienen nada. Cuento con un elenco de mujeres guapísimas, y creo que eso el público también lo va a agradecer».
'La casa de Bernarda Alba' llega a la trayectoria de Alquibla Teatro tras 'Anfitrión' (2011) -Juan Ramón Barat firmó esta versión de la obra de Plauto-, y 'Tartufo' (2009) -César Oliva realizó la versión del texto de Molière-, dos montajes que pretendían ofrecer diversión e ingenio en este período de crisis todavía bien presente hasta en la sopa boba que se nos ha quedado, hace ya tiempo, totalmente fría del disgusto. Hay una frase del texto de García Lorca que se le que ha quedado grabada a Antonio Saura, que gira con ella buscando aire y respuestas para poder respirar. «Es una frase que me impacta mucho y que dice Amelia (la interpreta Toñi Olmedo), un personaje bastante gris y sombrío: 'Nos apedreáis con malos pensamientos». Hoy siguen lloviendo a mares, sin piedad, sin descanso, intentando dominarlo todo.
Entre las muchas lecturas posibles de 'La casa de Bernarda Alba', «nosotros hemos optado», explica Saura, «por una visión existencialista de la tragedia que, en un surgir telúrico de entre las ardientes paredes de la casa de Bernarda, hace aflorar el angustioso anhelo de libertad escondido en lo más profundo de cada uno de nosotros, y que será frustrado a través de una represión». «Así», reflexiona, «hemos encontrado la tensión trágica a través de una cuerda en la que Bernarda y Adela confrontan su visión del mundo desde cada extremo, con Poncia y el resto de hijas/hermanas tirando hacia un lado u otro según sople el viento. Un mundo estanco que condena a la hembra a 'hilo y aguja', la sujeta con una correa de decencia, la pudre por el 'qué dirán', asfixia su sexualidad en ese infierno de cuatro paredes y obliga a gritar al unísono '¡Déjame salir! ¡Quiero irme de aquí!'».
Y todo ello, «enmarcado en una puesta en escena sobria, acompañada del tañido de campanas a tempo fúnebre que enmarcará la acción de principio a fin». Es cierto que, «en ese mundo, Adela buscará sentido a su vida a través de la libertad y el amor, y morirá por ello víctima de la represión. Pero, tras su muerte, ya nada será igual».
Montajes emblemáticos
Saura recuerda que se han conocido en España «emblemáticas puestas en escena de este magistral 'drama de mujeres de los pueblos de España'». Y cita, por ejemplo, «la de Ángel Facio con Ismael Merlo de Bernarda», la de «José Carlos Plaza y su depuradísimo realismo» -espléndida Ana Belén como Adela-; la de «Calixto Bieito y su lectura religiosa»; «la de Lluís Pasqual con una Bernarda/Espert que comienza a perder autoridad»; o «la recientísima -y étnica- de la Gamboa con sus gitanas». Se olvida Saura de una Bernarda Alba todopoderosa e irrepetible, a la que en 2007 dio vida, ofreciéndole su cuerpo de muralla de Troya, la genial actriz murciana Margarita Lozano, a las órdenes de Amelia Ochandiano.
En el montaje de Saura y Alquibla Teatro, Lola Escribano es Bernarda, Lola Martínez es Poncia, Esperanza Clares es Angustias, Verónica Bermúdez es Magdalena, Toñi Olmedo es Amelia, María Alarcón es Martirio, Allende García es Adela y Josefina Castillo es María Josefa. Una 'Bernarda', dice el director, «llena de belleza, pasión y ansias de libertad». Campanas, deseo(s), muerte.
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