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Foto :: Pablo Sánchez / AGM
En silla de ruedas y con aceras altas
CARTAGENA

En silla de ruedas y con aceras altas

Las personas con movilidad reducida piden una mejora de las infraestructuras y más sensibilidad por parte de los ciudadanos

CARMEN SÁNCHEZ

Lunes, 19 de septiembre 2011, 11:40

«Los conductores tienen que aprender a actuar en las carreteras y las calles ante los discapacitados», dice José Manuel Sola, que es delegado provincial de la Organización Impulsora de Discapacitados (OID) y va en silla de ruedas desde 1992, cuando quedó parapléjico en un accidente de tráfico. Él, al igual que otros impedidos físicos que transitan por Cartagena, sufre a diario la falta de comprensión por parte de algunos ciudadanos, así como los problemas de accesibilidad en algunas calles.

Los coches pueden suponer un gran obstáculo para los minusválidos. Que los dejen de aparcar obstaculizando las rebajas de las aceras que utilizan como acceso es una de sus quejas más importantes. Además, en determinadas zonas de la ciudad se ha restado superficial aparcamiento para hacer aceras más anchas. En principio esto es bueno, pero deja de serlo si se permite que también ahí aparquen vehículos, denuncia Sola. Los policías les multan, «pero no sirve de nada, ya que ni siquiera avisan a la grúa para que los retire».

Una vez en circulación, si los automóviles no respetan los pasos de peatones, los minusválidos lo tienen especialmente difícil: «Yo me vuelvo atrás si veo que un coche viene muy rápido», afirma Juana Martínez, que siempre empuja la silla de ruedas de su marido, Antonio Pérez, que perdió las piernas hace catorce años a consecuencia de la diabetes. Además, se queja de que hay conductores que aparcan en los pasos de peatones, por lo que tiene que rodear todo el vehículo con la silla de ruedas.

Antonio Vivancos, que tiene parálisis en la parte derecha de su cuerpo desde que nació y ha de emplear una muleta para caminar, se queja de que los ciudadanos respetan «muy poco» los espacios para los minusválidos. Porque hay conductores sin ningún tipo de deficiencia que dejan sus coches en los aparcamientos para minusválidos, o invaden parte de estos aparcamientos. Sola va más allá, y afirma que muchas personas se hacen con tarjetas de discapacitados, probablemente de algún familiar, para aprovecharse de los aparcamientos reservados.

La estrechez excesiva de esas plazas es también un problema. «Y necesito abrir completamente la puerta para subirme o bajarme yo y después mi silla», afirma Sola.

Además, las infraestructuras de la ciudad también presentan dificultades para las personas con movilidad reducida. Sola reivindica que las aceras de «todos» los pasos de cebra puedan contar con rampas que no coincidan con los aliviaderos del alcantarillado, ya que las ruedas de la sillas pueden tropezar. Juana añade que «hay aceras buenas y malas». Si son muy altas y no cuentan con pendiente es complicado subirlas y bajarlas empujando una silla de ruedas. En esos casos, ella trata de avanzar apoyando el respaldo de la silla de su marido contra su pecho. Pero es peligroso: «Me da miedo porque yo sola aguanto todo el peso, y corremos el riesgo de caernos los dos».

Las aceras demasiado estrechas de la zona del Lago y de la calle Cuesta de la Baronesa también generan ese problema. Por eso, José Manuel a veces se ve obligado circular con su silla por la carretera, con el peligro que conlleva.

Marcos Peñalver está luchando por la accesibilidad de la calle Huerto Mari Pepa en la que vive. Las aceras son estrechas, una de ellas apenas llega al metro de ancho. Pero el espacio se está reduciendo más aun porque en ellas se están instalando farolas modernas. De esta manera, «se está mejorando la iluminación, pero se está empeorando la accesibilidad». Aunque Peñalver explica que la ley sobre los espacios mínimos que deben de dejarse libres en las aceras se presta a interpretación y el técnico de iluminación ha asegurado que esto es legal, «existe una plaza enfrente en la que las farolas podrían ponerse ganando el luz y en accesibilidad».

Probadores adaptados

Algo cotidiano; comprar ropa, puede ser difícil para un minusválido. Los probadores de las tiendas del casco urbano suelen ser muy pequeños, en opinión de Sola. A veces los hay más grandes, pero suelen utilizarlos «como almacén, o no tienen barras ni sillas para que un minusválido pueda probarse bien la ropa». Y, en general, algunos edificios de nueva apertura no son accesibles: «La entrada debe ser ancha, con rampas o si existen portales, que sean bajos». Sin embargo, esto no ocurre en otras edificaciones. Un ejemplo de ello es el edificio de Hacienda, que es nuevo, y Sola explica que allí siempre ha podido desenvolverse bien.

Y es que también hay cosas positivas. Sola afirma que los policías cartageneros están más dispuestos a revisar las plazas de aparcamiento de los discapacitados que los de otras ciudades que frecuenta. Y Juana relata que algunas personas por la calle se ofrecen a echarle una mano con la silla de su marido. Sin embargo, cree que el Ayuntamiento debería hacer algo más para que todas las aceras fueran más accesibles, porque «como mi marido, minusválidos hay muchos».

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