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PPLL
Martes, 2 de agosto 2011, 13:18
Le encanta un cuadro espléndido de Arnold Böcklin, 'La isla de los muertos', pero él derrocha vitalidad (y la contagia). Ángel Haro (Valencia, 1958), pintor poderoso y honesto, inaugura hoy su última aventura: una espectacular exposición, 'Eco de Cíclopes', en pleno corazón de la mina Agrupa Vicenta, en La Unión.
-¿Qué vio y le sorprendió?
-Cuando vino Camarón a la Plaza de Toros de Murcia, estaba nublado y a punto de llover y, justo cuando empezó a cantar, se abrió el cielo. Cantó aquello de 'estrellas del firmamento...' y, efectivamente, las estrellas aparecieron. Se nos pusieron los pelos de punta.
-¿Lo más extraño que presenció?
-Una noche, en la selva de Santo Domingo, vi cómo una poseída se elevaba del suelo; me dio miedo y salí corriendo. ¡Otra vez se me pusieron los pelos de punta!
-¿Y la situación más rara que ha vivido?
-La estoy viviendo. La situación política y cultural de esta Región es algo muy raro, rarísimo, de las cosas más raras que he vivido.
-¿Cómo la definiría?
-Una situación 'friki', digna de Belén Esteban. Y muy triste.
-¿Quién le dejó alucinado?
-Cuando vivía en la sierra de Segovia tenía de vecino a un pastor, que apenas sabía leer y escribir, con el que podías hablar durante horas -de arte, de la vida...- sin aburrirte ni un momento. Aprendí muchísimo con él; otras muchas personas, que van de muy cultas y de muy listas, no tienen nada que decir.
-¿Qué fue usted?
-Un niño emigrante, en Francia. Cuando veo a un niño emigrante me veo a mí mismo. Sé lo que sienten. -¿Qué le dejó extasiado?
-Mi primer viaje largo a África, a Mauritania: una mezcla de cansancio, de enamoramiento y de fascinación muy fuerte. El desierto y su gente me impresionaron. La dignidad y la resignación con la que vive allí la gente, en un lugar donde no hay nada, es alucinante.
-¿Qué más?
-Los amores también me han dejado extasiado, porque me he entregado mucho y he acabado muy cansado (risas). Y la vida misma, que procuro cada vez más apurarla al máximo: comer, beber, los afectos, los amigos...
-¿Se enamoró mucho?
-Me llevo enamorando desde los cinco años. Aunque los amores fuertes de verdad son milagros, te los encuentras muy pocas veces.
-¿Vivió amores perros?
-Sí, sí. Hay un bolero que me encanta, 'Desahogo', que dice... 'Tú eres el grave problema que yo no sé resolver, y acabo siempre en tus brazos cuando me quieres tener.'
-¿Qué llegó a hacer?
-...que pueda contar, llegué a fugarme con ella a otro país.
-¿Quiso dejarlo todo e irse lejos?
-Todos los días, en algún momento, lo deseo. Lo que pasa es que, en el otro lado de la balanza, están mis hijos y mi mujer, y a mí me costaría bastante vivir sin ellos.
-¿Qué haría si pudiera?
-Ahora mismo, saldría corriendo, pero no solo de Murcia, sino de España. Es un país que se ha trivializado absolutamente, hemos acabado de nuevo en la pandereta.
-¿Qué estuvo a punto de hacer y no hizo?
-Estuve a punto de hacerme ingeniero; tuve una buena beca para la Escuela de Ingeniería de Córdoba, y ese verano decidí que yo me iba a dedicar a pintar. Desgraciadamente, mi padre no me dio un guantazo y me mandó para Córdoba volando (risas).
-¿Qué más no hizo?
-Fui a Nueva York a principios de los 90, vendí una exposición entera y, en vez de quedarme allí con ese dinero, me volví. Y el caso es que no sé por qué me volví.
-¿De qué se esconde?
-De mí, muchas veces.
-¿De qué le ha salvado el arte?
-De ser una mala persona; eso le ha pasado a muchos artistas. El arte quita a muchos locos de las calles.
-¿Se tiene miedo?
-Sí.
-¿Qué está perdiendo?
-La paciencia. Cada vez soy menos paciente con la gente que no me interesa.
-¿Qué le encanta hacer con las manos?
-Pintar con ellas directamente, lo hice mucho en África y me daba mucho placer. Y me encanta acariciar pieles y cuadros. Cuando estoy en un museo, soy de los que miran a ver si está despistado el guardia de seguridad para tocar los cuadros.
-¿Qué le dejó huella?
-¿Además del amor? Algunas obras de arte que me han reconciliado con el ser humano.
-¿Como cuál?
-Soy de los que lloran en los museos, y no me oculto, ni me preocupa. Recuerdo haber llorado, en Chicago, delante de un 'Rothko' gigante, naranja, porque era como si una mano me estuviera apretando el estómago. También recuerdo 'La coronación de Napoleón', de Jacques-Louis David, que me sobrecogía. Siempre que mi padre me llevaba al Louvre quería verlo. Me lo sé de memoria.
-¿Qué ha llegado a hacer delante de un cuadro suyo?
-Masturbarme. Me ha pasado varias veces; muchos pintores lo hacen. En tu estudio, delante de un cuadro tuyo, es como una comunión sexual con el cuadro, es como un final...; y es también complejo de explicar.
-'Sexo, drogas y rock and roll'. ¿Qué?
-¿Sexo? Con lo que ya sé, me gustaría tener el cuerpo de los 17 años, ¡sería maravilloso! Pero, bueno, creo que estoy ahora mejor que nunca. Cuando éramos jóvenes, pensábamos que el sexo es una cuestión de potencia, y no lo es.
-Ya.
-Ahora el sexo es como un plato bien cocinado, es más lento pero más gustoso. He descubierto la faceta del fuego lento (risas). El sexo es todo, y en eso las mujeres nos han llevado ventaja, porque han sabido, desde pequeñas, que el sexo es mucho más que la penetración. Los hombres lo aprendemos más tarde.
-¿Cuándo?
-Cuando ya no queda más remedio (risas).
-Dijo la exministra Bibíana Aído: «No podría tener una pareja de derechas». ¿Y usted?
-Bueno, a estas alturas yo no sé muy bien lo que es de derechas y lo que es de izquierdas. Yo podría tener una pareja de derechas que se riera mucho y follara mucho. Tampoco la podría tener de izquierdas si no hiciera lo mismo.
-¿Su icono sexual?
-Ava Gardner. Yo me quedo con las mujeres de los años 50.
-¿Drogas?
-He tenido curiosidad por todo en la vida, pero tengo una virtud: en cuanto noto que algo me puede atar, salgo corriendo; soy bastante infiel a las ataduras.
-Le falta decir algo del rock and roll.
-He sido más de boleros y de salsa. Y, sobre todo, la música de mi infancia y de mi juventud ha sido el jazz. Uno de los discos de mi vida es el que recoge el encuentro entre Duke Ellington y Louis Amstrong, que me regaló mi padre con 9 años.
-¿Cómo anda su cabeza?
-La dejo de vez en cuando divagar, y meterse por mundos desequilibrados y desconocidos, en los que también encuentro cosas para mi trabajo, y luego la recojo con un hilo al que la tengo atada. He aprendido a rescatarla a tiempo.
-¿Qué no tiene precio?
-Una cena mediterránea, con amigos, hasta el amanecer. Condición básica: que uno pueda hacer el ridículo y no se le tenga en cuenta.
-¿Qué no soporta?
-No soporto a la gente que no se pone en el lugar del otro. Me parece que, a estas alturas, esa gente está ya cometiendo un delito.
-¿Qué ha aprendido?
-Que haber generado a tu alrededor amor, cariño y amistad es fundamental para envejecer. Quien no haya generado eso durante su juventud está muerto.
Esqueleto
-¿Qué le hace feliz?
-El silencio de los museos. Adoro que los museos sean mausoleos. Son lugares sagrados.
-De malhumor, ¿qué le pone?
-La gente que, cuando encuentra dos plazas de aparcamiento libres, aparca en el centro. Quien hace eso es capaz de hacer cualquier cosa.
-¿Contra qué combate?
-Contra mí y, en la medida en que puedo, contra las injusticias que me rodean. Sin 'brindis al sol'.
-¿A qué no le da importancia?
-A la opinión de los entendidos, que ha dejado de interesarme.
-¿Qué batalla dio por perdida?
-Mis hijos no tendrán un mundo ideal.
-¿Su mayor aventura?
-Mi oficio de artista. Me ha construido como persona.
-¿Recuerda los sueños?
-Perfectamente, incluso los que tuve cuando era pequeño.
-Cuénteme uno.
-Una vez soñé que mi única hermana (Julieta) había muerto. Pero seguíamos jugando juntos, aunque ella ya era solo un esqueleto. Se lo conté al día siguiente y, la pobre, se espeluznó.
-¿Alguno un poco más alegre?
-He soñado con un 'hammam' lleno de mujeres de pechos generosos y aguas tibias. ¡Y yo era el único hombre que había allí!
-¿Qué parece usted pero no es?
-Ingenuo.
-¿Una manía?
-Contar un buen chiste cuando la conversación se convierte en algo muy aburrido.
-¿Cuál es el último que ha aprendido?
-'¿Está usted empadronado?'. 'No, es mi carácter'.
-Mejor no cuente otro. ¿De qué tiene tentaciones?
-De montar un restaurante de comida hispano-africana en Mozambique, en un lugar de costa.
-¿Dónde se pierde?
-En mi estudio, es mi útero.
-¿Qué animal le gustaría ser?
-Un águila.
-¿Qué salvaría del mundo en llamas?
-A un niño jugando al fútbol.
-¿Temible cuando se enfada?
-Sí, tengo ataques de violencia. Pero me pasa muy pocas veces.
-¿Qué le dice al espejo?
-Que tengo la suerte de poder mirarme a los ojos de frente, porque tengo la conciencia tranquila.
-¿Con qué se le hace la boca agua?
-Con algunos cuerpos.
-¿Mortadelo o Filemón?
-Soy más Mortadelo.
-¿Su refrán?
-Uno que es medio inventado: 'Como fuera de casa no se está en ningún sitio'. A mi mujer no le gusta nada (risas).
-¿Qué se tiene prohibido?
-Decir que 'sí' a todo.
-¿Imprescindible en verano?
-Una sombra con poca gente.
-¿Qué hay más triste que tres tristes tigres lamentándose juntos?
-Alguien que no es capaz de hacer nada hablando de lo mal que está el mundo.
-¿Tres pequeños placeres?
-La tostada de aceite con tomate, la siesta, y comprobar que mis hijos están en su habitación a altas horas de la madrugada; que han vuelto a casa.
-¿A qué no consigue aprender?
-A planchar.
-¿Cocina?
-En mi casa, casi a diario cocino yo. Mi especialidad es una olla gitana que me sale estupenda.
-¿Qué hará en vacaciones?
-Cantaba Siniestro Total: 'Vacaciones, los cojones, es mejor trabajar'. Yo lo hago. Los viajes, en invierno.
-¿No va a la playa?
-No soy playero, pero me encanta el mar. El Índico es maravilloso, muy potente, y el Caribe es mágico.
-¿Qué tocó y no se le olvida?
-Ballenas.
-¿Le gustaría conocer su futuro?
-No.
-¿Sigue sin practicar deporte?
-Nada de nada de nada.
-¿Qué esconde en el sótano?
-Los deseos de mi infancia que todavía están por cumplir.
-Y que son...
-... ver la Tierra desde el espacio, por ejemplo.
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