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Francisco Celdrán, en Cabo de Palos, en su barco a motor, que tiene el nombre de 'Curricán'. :: JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ / AGM
Francisco Celdrán
DOCE TRAGOS

Francisco Celdrán

PPLL

Viernes, 29 de julio 2011, 13:38

El mar le ha proporcionado viajes, fortaleza, días y noches memorables y sal misteriosa con la que ayudarle a cicatrizar sus heridas del alma. Francisco Celdrán (La Unión, 1944), presidente -eterno- de la Asamblea Regional desde 1995, conoció a su mujer, Mari Mulas, y tocó el cielo. Ella murió en 2006, ella fue la gran aventura de su vida. Él no se rebela, él tiene coraje. Vive.

-¿Qué estuvo a punto de hacer y no hizo?

-¡Embarcarme en un velero y dedicarme a dar la vuelta al mundo durante unos años! Llegué a hacerme un barco con esa finalidad y me lo planteé muy seriamente, pero al final no tuve el valor para hacerlo, especialmente para asumir la renuncia a mi familia. Tenía treinta y pocos años.

-¿Cómo se planteaba el regreso?

-'¡Al volver, Dios dirá!', pensaba.

-¿Su mujer no le hubiera puesto pegas?

-Mi mujer y yo nos llevábamos muy bien, ¡valga la rareza!

-¿Qué sí hizo?

-Navegar más de 20.000 millas náuticas. Lo pasé bien, ¡caramba!

-¿Pensó en escribir sus vivencias a bordo de su barco, 'El Gitano'?

-Tengo recogidos, en el cuaderno de bitácora, todos y cada uno de los días que navegué en 'El Gitano'. Y ahora, precisamente, estoy escribiendo, con la ayuda de una hermana, unas historietas de algunos viajes que hice; ya he escrito el viaje a Sicilia, y ahora estamos con uno, fantástico, que hicimos a Túnez. Una vez allí, cogimos un coche para irnos al desierto a ver los espejismos.

-¿Su destino más frecuente?

-Hace muchos años viajábamos mucho a Baleares, a Formentera y a Ibiza, porque entonces íbamos cuatro y aquello era un paraíso maravilloso. ¡Ahora hay cuatro mil barcos alrededor de Formentera!

-¿Cómo es la noche en el mar en un velero?

-Hay noches terribles, muy duras, y noches verdaderamente hermosas. Una noche de luna, con la mar rizada, un poquito de viento y el barco navegando en silencio, con el único sonido de las olas que rompen en la proa, es magnífico; pero si te toca un viento de proa en el mes de enero, con treinta nudos, lloviendo y a seis grados, pues, francamente, es algo muy fuerte. Se lo digo por experiencia.

-Tras fallecer su mujer, en 2006, vendió usted 'El Gitano'...

-...sí, puse un anuncio en Internet. Me lo compró un abogado italiano, de Venecia. Yo, entonces, me compré un barquito a motor, de segunda mano; se llama 'Curricán'.

-¿Qué aprendió junto a su mujer?

-Lo importante que es quererse de verdad, y también que hay que ser muy generoso en la convivencia con la otra persona. Nos queríamos, sí...

-¿Cómo era ella?

-Una persona muy sociable, muy generosa y muy querida. Los problemas de los demás los hacía suyos; venía una amiga a decirle, '¡oye, que la persona que viene a trabajar en casa se me ha ido!' y, ¡bueno!, ella empezaba inmediatamente a buscar una solución, ¡como si el problema fuera suyo!

-¿La admiraba mucho?

-La quería y la admiraba mucho...

-¿A veces no se desespera porque no esté?

-No, no. A veces llega la nostalgia, naturalmente, pero desesperación, en absoluto. La vida es como es.

-¿No le gustaría rehacer su vida sentimental?

-Me gustaría, pero no tiene mucho sentido...; además, no es cuestión de que te guste o no te guste. Yo intento vivirlo todo con naturalidad: si llega, llega...

-¿Se ve usted en plan Robinson Crusoe?

-Tengo que decirle que creo que sí, siempre y cuando, ¡caramba!, la isla tuviera los recursos necesarios.

-¿La soledad le da miedo?

-En estos tiempos, por razones obvias, me preocupa un poquito. En cualquier caso, me asuste o no me asuste, me tocará lo que me toque.

-¿Se llevó un susto de muerte?

-Recuerdo que de niño viví una situación de vida o muerte. Un día que estaba en el campo, pelando una caña, se me depositó en la cabeza una enorme colmena de abejas, que por supuesto podían haberme matado a mí y a otros siete como yo. Pero apareció una persona que echó un mantel encima del montón de abejas, que salieron huyendo, y a lo mejor por eso no estoy muerto. Le picaron a un montón de gente, ¡qué desastre!

-¿De qué se siente orgulloso?

-Podría enumerarle tantas cosas... Lo primero, de tener una familia estupenda, tanto la que hice con mi mujer (tiene 3 hijos), como la que hicieron mis padres, con la que me entiendo muy bien. Somos ocho hermanos, todos estamos vivos y somos muy amigos.

-¿Qué tiene la suerte de no ser?

-Fanático.

-¿Es especial?

-No, soy un hombre común. Pero me siento distinto porque estoy convencido de que cada persona es un mundo, sin duda.

-¿Un buen tipo?

-Quizás esté mal que yo lo diga, pero sí que creo que soy una buena persona.

-¿Cómo anda de ánimos?

-Con tendencia a mejorar, espero.

-¿Por qué?

-Uno percibe cada día, con más claridad, la rapidez con la que pasa el tiempo y sus efectos en el propio funcionamiento de tu cuerpo y de tu persona, y esa percepción te lleva a ese estado de '¡estoy bien, pero...!'.

-¿Qué se nota?

-El reúma, o 'la reúma', como se dice en la huerta. Te dices '¡coño, me estoy haciendo viejo!'.

-¿Pensaba que nunca iba a llegar este momento?

-Qué va, no soy ningún imbécil.

-¿Qué se considera?

-Una persona honesta, no perfecta. Y creo que respeto a los demás, y eso es, también, una forma de amar a los demás.

-¿Qué no tiene precio?

-La vida y el amor no lo tienen.

-¿Qué le inquieta más?

-Me siento siempre incluido por las circunstancias, así es que, en este momento, me preocupa la situación general de la economía española, porque tiene a millones de personas padeciendo. Y no sé qué coño va a pasar.

-¿Qué no le gusta?

-Pontificar.

-¿Toca algún instrumento?

-El acordeón.

-¿Qué música le gusta?

-Casi toda, y ahora que he descubierto el uso de las nuevas tecnologías, que me permiten tener una cantidad ilimitada de música, tengo, por ejemplo, unas doscientas mil canciones en casa. Ahora mismo me estoy pasando al ordenador la obra completa de Mozart, que me la dejó Pilar Barreiro (alcaldesa de Cartagena), 170 CD. Lo mismo escucho a Mozart que boleros.

-Dígame dos imprescindibles.

-Pues, por ejemplo, 'Bésame mucho', de Consuelo Velázquez, y 'El reloj', de Lucho Gatica. ¡Hay doscientos que le podría decir!

-¿Canta?

-Sí. Siempre entre amigos, ¡eh!

-Sé que le gustaba cantar temas de los cubanos revolucionarios Pablo Milanés y Silvio Rodríguez.

-¡Caramba! Pues sí, más de Pablo que de Silvio, que es más 'rarillo'.

-Ninguno de los dos son del PP, precisamente.

-¡Eso creo, sí! Pero sus canciones son sus canciones, que es de lo que estamos hablando (risas).

-¿Qué le hace feliz?

-La vida. Cada día valoro más estar vivo. De todas formas, yo no sabría definir qué es exactamente la felicidad. Pero sí tengo muy clara la importancia de estar vivo, que es un don de Dios.

-¿Qué le pone de malhumor?

-Por ejemplo, oír a la gente hablar y hablar sin tener ni idea de lo que están hablando, cosa que es frecuentísima.

-En la Asamblea Regional también hay diputados que hablan y hablan sin saber, los pobres, ni lo que dicen...

-...¡eh, cuidado! (Risas).

-¿Cazador?

-No me gustan las armas.

-¿Dice siempre lo que piensa?

-Lo que nunca hago es decir lo contrario de lo que pienso.

-¿Qué le desagrada?

-La impuntualidad.

-¿A qué no está dispuesto?

-A actuar en contra de mi conciencia y honor. A no dormir tranquilo.

-¿Optimista?

-No soy esa persona que siempre lo ve todo a punto de solucionarse.

-¿La mayor aventura de su vida?

-Lo más notable y más atractivo que me ha pasado ha sido conocer a mi mujer.

-¿Va con máscaras por la vida?

-Soy como soy y no disimulo. Soy educado y correcto, pero no falso.

-¿Qué parece usted pero no lo es?

-He oído decir que parezco una persona antipática y malhumorada, y yo no suelo estar de malhumor. Yo también me veo en las fotos y digo '¡joder, qué serio estoy!'. Tengo ese gesto, pero ni suelo estar de malhumor, ni mucho menos enfadado.

-¿No se enfadó con el mundo?

-No, no, no, no, en absoluto, en absoluto, lo asumo como es, con todas sus maldades y sus maravillas.

-¿Ni tampoco con la vida? También perdió a sus padres, en accidente de tráfico (en 1976).

-No, no, qué va, al contrario. He tenido suerte en la vida.

-¿Su gran obsesión?

-Ninguna, coño.

-¿Es maniático?

-¡Pues tampoco!

-¿Su rincón preferido?

-La terraza de mi casa, con una cerveza y un amigo.

-¿De qué tiente tentaciones?

-De dejarlo todo e irme de vacaciones perpetuas (risas). De decir: 'Mañana me jubilo y me dedico a tomar el sol y el fresco con mis amigos'.

-Pero...

-... pero aquí estoy.

-¿Se puede vivir de recuerdos?

-No. Es un error vivir de ellos.

-¿Es de fiar?

-Yo soy un tío de fiar, sí.

-¿Qué le da más vértigo?

-La muerte, por ejemplo, no me da vértigo. Y la soledad, que barrunto, pues... tampoco. Me crean algunas incertidumbres, pero no vértigo.

-¿Qué cosas le provocan alegría?

-¡Muchas! Mis nietas -María y Alba- me alegran mucho la vida, y también estar con personas auténticas, con una personalidad arrolladora, como la pintora Dora Catarineu. La lista sería interminable.

-¿Hay un Más Allá?

-Quiero creer que hay un Más Allá de la muerte, y tengo serias duda de que exista.

-¿Qué le consuela?

-Que las gentes entre las cuales vivo me quieran, me aprecien.

-¿Qué le parece rarísimo?

-¡Joder, tantas cosas! Por ejemplo, que se contrate a un futbolista por cien millones de euros, ¡pero qué cosa más rara, Dios mío!

-Por lo extraño que le resultó, ¿qué lugar le impacto?

-Uno que me impactó, aunque puede que no tenga nada de extraño, fue un bar de copas, o una discoteca o algo así, en Estados Unidos; hace ya muchos años de esto. Nos tropezamos en el hotel con unas chicas, intentamos ligar con ellas, y quedamos esa noche en un local que nos dijeron. Y allá que fuimos, un par de amigos y yo, y ¡nos engañaron vilmente! (Risas). Era un sitio lleno de hombres negros y solo de hombres negros, y el más bajo de todos medía dos metros. ¡Qué embolado! Todo oscuro, todos hombres, todos negros y todos con más de dos metros de altura. Salimos de aquel bar de copas acojonados.

-¿Qué le dejó extasiado?

-El Cabo de Hornos.

-¿Usted dice, como Neruda, 'confieso que he vivido'?

-He disfrutado de la vida, sí, pero ahora asumo que tengo 67 tacos y que la vida impone sus leyes.

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