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RICARDO FERNÁNDEZ rfernandez@laverdad.es
Domingo, 10 de julio 2011, 11:28
Si Francisco Marqués cantara en la ducha, cosa que sin duda solo sus más íntimos conocen, a nadie le extrañaría conocer que, en aquellas mañanas quizás ya extintas en que amanecía sin que las preocupaciones lacerasen su mente como un cilicio, se hubiera arrancado por Julio Iglesias y, más certeramente, por aquella clásica canción, 'Soy un truhán, soy un señor', que comienza diciendo aquello de «confieso que a veces soy cuerdo y a veces loco, / y amo así la vida y tomo de todo un poco...».
Marqués siempre fue un triunfador. Un tipo simpático, bromista y chancero como solo pueden serlo los de aguda inteligencia, y que desde la privilegiada atalaya que le otorgaban sus 190 centímetros bien medidos y los relevantes cargos públicos que ocupó durante más de una década (desde octubre de 1995 en que fue nombrado consejero de Sanidad hasta abril de 2006, en que se despidió como consejero de Medio Ambiente, más un breve periodo intermedio como delegado del Gobierno), se reía del mundo y tomaba a manos llenas todo aquello que la vida le regalaba, sin importarle al parecer de dónde vinieran las cosas, ni las razones por las que pudieran hacerlo.
De ahí que, cuando la vida le pasó factura a primeros de marzo de 2009 y se vio delante de un juez en calidad de detenido, no supiera muy bien qué responder cuando éste le preguntó cómo podía explicar que la gente le hubiera ido vendiendo pisos, uno tras otro, por mucho menos de lo que en realidad valían. Se encogió de hombros («no tengo explicación, ni se la he buscado, a que el precio fueran tan ventajoso», señaló, en un caso), y probablemente tuvo que morderse la lengua para no responder: «Pero es que yo soy Francisco Marqués, ¿sabe? Un tipo con suerte».
Claro está que la suerte también hay que buscarla. En algunas ocasiones, a Marqués lo pusieron tras la pista de esa esquiva y caprichosa señorita algunos amigos constructores implicados en polémicos proyectos urbanísticos a los que, pese a su condición de consejero de Medio Ambiente, parece que no dejaba por ello de frecuentar e incluso de compartir negocios, tal y como queda de manifiesto leyendo el sumario del 'caso Zerrichera'.
De entre las muchas propiedades que acumuló en pocos años, casi todas siendo consejero de Medio Ambiente y casi todas a precio de chollo, una de las que más envidia despierta es el dúplex que adquirió en la Dehesa de Campoamor, prácticamente en primera línea de playa, al aparente precio de 162.253 euros, más otros 25.000 euros que le entregó a la vendedora en un sobre para que se aviniera a firmar la escritura.
En su declaración ante el juez reconoció no solo que pagó íntegramente la casa con dinero negro, sino también lo hizo a «un precio bastante inferior al de mercado», lo que justificó por el hecho de que los propietarios estuvieran pasando por una crisis. ¿Cómo se enteró de que ese dúplex a precio de risa (apenas unos meses antes lo habían intentado vender por casi 400.000 euros) le esperaba gritando 'cómprame'? Pues gracias a una de esas amistades que se hacen extrañas en un consejero de Medio Ambiente: Juan Gracia, propietario de la constructora Peinsa y conocido, entre otras cuestiones, por haberse beneficiado de una permuta con el Ayuntamiento de La Unión, en tiempos del socialista Manuel Sanes, que supuso para las arcas municipales un perjuicio de nada menos que 8,4 millones de euros.
Un buen tipo debe de ser sin duda este Gracia, tan generoso como para desaprovechar y pasarle a otro una ganga inmobiliaria con la que él se había topado.
Una de las circunstancias que más han llamado la atención de los investigadores del 'caso Zerrichera' respecto de esta compra es que se produjera íntegramente con dinero negro, así como la fecha en la que se cerró: el 9 de mayo de 2005, en los mismos días en que la recalificación de la finca de Águilas, perteneciente al empresario Trinitario Casanova, acababa de ser sorpresivamente reactivada.
El dato no pasó desapercibido para el juez de Instrucción número 3 de Murcia, Antonio Alcázar, que interrogó por ello a Marqués. «Reitero que no he cobrado ninguna cantidad por la aprobación medioambiental en la época en la que fui consejero, relativa a La Zerrichera, y es cierto que existe una coincidencia en la adquisición de la finca de Campoamor, pero reitero que el dinero provenía de lo guardado con anterioridad», señaló.
Más 'coincidencias'
Los pisos de Hansa Urbana
Dicen que las casualidades no existen, pero en los casos de la gente de éxito, de los triunfadores, la suerte, de tan repetida, sí da lugar a extrañas coincidencias. Otra de ellas es que el referenciado Francisco Marqués adquiriera otros dos pisos en Valencia, una vez más a precio de chollo, en los años 2003 y 2004. Las dos viviendas, tasadas a efectos inmobiliarios por el doble de lo que a él le costaron, se las vendió Hansa Urbana, una promotora que en esos mismos años estaba impulsando el macroproyecto Novo Carthago junto al Mar Menor (580 hectáreas, 995 millones de inversión, hasta 3.000 viviendas y 1.500 plazas hoteleras de alto standing'). Un proyecto sobre el que el propio Marqués tuvo que adoptar importantes decisiones entre los años 2004 y 2006, ya como consejero de Medio Ambiente.
También para todo ello tuvo explicación, o esbozo de explicación, el detenido. «No lo sé», volvió a responder respecto de lo baratos que le salieron. «Es posible que en esos dos años (entre que apalabró y escrituró uno de los pisos) se produjera un aumento de valor». Tampoco, por supuesto, tenía nada que ver en el asunto el hecho de que Hansa Urbana tuviera importantes intereses en la Región. «Compré las dos viviendas antes de conocer la existencia de Novo Carthago», añadió a preguntas del fiscal.
Choca sin embargo que en esos años alguien como Marqués no conociera la existencia de 'Novo Carthago', cuando el complejo se había presentado ya en junio de 2003 entre grandes alharacas y con la presencia no solo del presidente Ramón Luis Valcárcel, sino de buena parte de su gobierno. Un proyecto que, para más inri, se vio envuelto en intensa polémica política desde el minuto cero de su presentación.
El piso de Hacienda del Hornillo
Madre de todas las gangas
«Reconozco que el precio fue muy bueno», tuvo que admitir Marqués, una vez más, después de que el magistrado arqueara las cejas al comprobar que otra de las adquisiciones del exconsejero de Valcárcel, un piso de casi 90 metros en la Hacienda del Hornillo de Águilas, le había salido por 104.000 euros. Por la tercera parte del precio al que se vendió el resto de la promoción. «Desde mi punto de vista, la compra fue estupenda. Ni tiene explicación, ni se la he buscado, a que el precio fuera tan ventajoso», confesó. (Tan barato era el piso, que el notario que hizo la escritura denunció la venta como sospechosa de blanqueo de capitales).
El único amago de explicación que ofreció es que el promotor, el notario lorquino Sebastián Fernández Rabal, es primo de la ya exconsejera y hasta entonces gran amiga suya, Inmaculada García. «Ella también compró dos apartamentos», dejó caer, como que no quería la cosa. Lo que no sabía era que, apenas unos días antes de la detención de Marqués, ella había renunciado a escriturarlos y eso, a priori, la salvaba de cualquier sospecha.
Por supuesto, el exconsejero volvió a negar que el chollo inmobiliario tuviera relación alguna con el hecho de que él fuera titular de Medio Ambiente en la época de la compra, esto es, en el año 2004, ni que pudiera estar motivado por los intereses que el vendedor, el citado Fernández Rabal, tenía en grandes proyectos inmobiliarios. El hecho de que entre el contrato de compra que guardaba Marqués en su casa apareciera un documento de la Demarcación de Costas, referido a un problema que el constructor tenía por la construcción de una escalera hasta el mar y que el departamento de Marqués ayudó finalmente a solucionar, habría sido, una vez más, una mera casualidad.
«El documento me lo entregó el señor Cáceres (apoderado de Hacienda del Hornillo) y lo guardé junto al contrato, aunque no puedo dar una explicación en este momento (sobre las razones por las que lo hizo). Supongo que habría algún problema con esa escalera y me lo entregaron para que supiera las gestiones que estaba haciendo sobre ese particular con la señora Baraza, directora general de Costas, que es pariente suya (de Cáceres). Pero yo no hice absolutamente ninguna gestión sobre ese particular».
Aunque en ese momento no se sabía, los agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal, Brigada de Blanqueo de Capitales (UDEF-BLA) que investigan el 'caso Zerrichera, han averiguado que Fernández Rabal, el hombre que tan barato vendió la vivienda a Marqués, dio un sensacional pelotazo gracias a Marina de Cope, otro gran proyecto residencial sobre el que la Consejería de Medio Ambiente tuvo que adoptar trascendentales decisiones.
En concreto, el promotor adquirió un terreno en esa zona aguileña a 112.687 euros cada hectárea y lo vendió dos meses después a 475.000 euros cada hectárea. Casi cuatro veces más. El negocio del siglo. Claro está que en ese breve lapso que va de la compra a la venta, en concreto el 28 de noviembre de 2005, la Dirección General de Calidad Ambiental, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente que dirigía Marqués, dio el visto bueno a la Declaración de Impacto Ambiental de ese complejo.
Otra casualidad. La enésima. Las cosas habituales que les pasan a los triunfadores, a los tocados por la diosa Fortuna. Aquellos a cuyo paso van brotando las oportunidades como flores en primavera.
Un 'préstamo' entre socios
50.000 euros, y sin recibo
En el registro que la Policía practicó en sus viviendas, trasteros y garajes, que sirvieron para encontrarle 43.500 euros en billetes de 500 y anotaciones sobre dónde había tenido escondidos hasta 480.000 euros, los agentes también localizaron un recibo de 50.000 euros. Era la cantidad que Marqués supuestamente había abonado para entrar a formar parte, como socio, de la mercantil Arroba House. Una firma dedicada al negocio inmobiliario.
Lo llamativo, en ese caso, fue descubrir que el dinero no lo había puesto Marqués, sino que lo había aportado en realidad, aunque nombre de éste, el representante oficial de la mercantil: Antonio García Zapata. ¿Y quién es este señor? Pues, una vez más, un constructor, dueño de Galva Inversiones y socio de 'Mula Resort', y, otra vez, alguien inmerso en un plan urbanístico polémico: el de 'La Muela de Don Evaristo', en Mula.
La recalificación inicial de esta finca de 2,8 millones de metros cuadrados, en la que se iban a construir 2.800 viviendas, se aprobó en 2006 por parte del Ayuntamiento de Mula. Se hizo con los votos del PP, entre ellos el del concejal de Urbanismo, Leandro Pérez de los Cobos, quien dio su sí al proyecto a pesar de haber realizado negocios inmobiliarios con uno de los beneficiarios.
García Zapata, otro generoso amigo de Marqués, le entregó los 50.000 euros para que formara parte de la sociedad Arroba House, y lo hizo por las buenas, sin siquiera un recibo a cambio y con la mera promesa de que el exconsejero se lo devolvería «cuando le viniera bien». Aquello ocurrió en marzo de 2008 y, cuando un año después Marqués fue detenido, todavía no le había devuelto ni un euro. Y eso que dinero en efectivo lo manejaba el deudor en abundancia.
Preguntado por qué no fue él quien aportó esos 50.000 euros de su bolsillo, y por qué se los prestó el empresario sin siquiera un recibo a cambio, el exalto cargo murciano dio una de sus habituales explicaciones: «Yo tenía esos 50.000 euros guardados, pero no los llevaba encima cuando se hizo la reunión». Así que no rechazó el préstamo. En el plazo de un año no se acordó de devolverlo. Ni el prestamista de reclamárselo. Ya se sabe que donde hay confianza...
Un premio a la amistad
Mi punto de amarre es tuyo
En el año 1997, quizás en 1998, al poco de ser consejero de Sanidad y quizás intuyendo que la vida le sonreiría, Marqués compró un punto de amarre en el puerto deportivo de Lo Pagán. No tenía barco, pero pensaba que un día podría adquirir un barco de vela pequeño, algo modesto, con el que sus hijos, que eran pequeños, aprendieran a navegar.
Acabó por no comprarlo nunca y, en consecuencia, tampoco dio uso personal al punto de amarre. Pero ello no quiere decir que estuviera desaprovechado. Tal y como comprobaron los policías del 'caso Zerrichera', había dado autorización para usarlo a dos amigos suyos, que sí tenían yate: Ángel Javier Clemente, constructor y promotor, propietario de la firma Inversiones Breda, y Salvador Aguilar Madrid, de la firma Asfaltos del Sureste. Otra relación de amistad, esta última, que vuelve a deparar una nueva sorpresa.
Asfaltos del Sureste estuvo durante años en el ojo del huracán, debido a las denuncias de vecinos de San Pedro que atribuían problemas de salud a las emanaciones de la fábrica. Incluso llegó a abrirse una investigación judicial por delito ambiental, que acabó siendo archivada en 2008. Curiosamente, en ese interín, la Consejería de Medio Ambiente, en los tiempos en que Marqués estaba al frente (junio de 2005), otorgó un premio a la citada empresa: el galardón a la Ecoeficiencia «por la reducción de los residuos sólidos asfálticos y de las partículas sedimentables emitidas a la atmósfera». En fin, casualidades.
Un espectacular patrimonio
Por valor de 2,4 millones
La pregunta que se hacen los investigadores es: ¿Cómo es posible que una familia que no ingresaba más de 70.000 euros al año (el sueldo de Marqués era el único que entraba en la casa) acometió entre los años 2003 y 2006 tal cantidad de adquisiciones de viviendas (Campoamor, Águilas, Valencia (2), Madrid), desembolsó en apariencia más de 200.000 euros al denominado Grupo Trébol para impulsar la adquisición de una farmacia en Madrid para su hija, manejó miles de euros en metálico (hasta 750.000, según estimaciones policiales), suscribió préstamos por 1,3 millones de euros (700.000 para inversiones en energía fotovoltaica) y acumuló un patrimonio valorado en 2,4 millones de euros?
Marqués para todo tenía una explicación. Lo cierto es que, fuera o no verdad lo que estaba contando al juez, tiempo sobrado había tenido de prepararlo, pues ya desde agosto de 2008 (siete meses antes de su detención) sabía que todo su patrimonio estaba siendo revisado de arriba abajo, de frente y del revés, y que incluso tenía el teléfono pinchado.
El exconsejero no solo confesó que durante años había manejado mucho dinero negro, sino que incluso fue él quien condujo a la Policía hasta el lugar donde escondía los 43.500 euros en efectivo, como si quisiera demostrarles que era cierto lo que decía.
Además explicó que buena parte de ese dinero opaco para Hacienda lo había ganado vendiendo propiedades y otros bienes que tenía de cuando era veterinario en Fuente Álamo («la plaza más codiciada de España», explicó), entre ellas una sociedad denominada Cabramar, una casa en Albarracín, un adosado en Mazarrón, una parcela en Altorreal y otras dos en La Alcayna... y dató entre los años 1998 y 1999 la mayor parte de esas operaciones, que le habrían reportado unos 92 millones de pesetas en dinero negro. Información que, por ser tan lejana, es de casi imposible comprobación, a juicio de los policías.
Como, además, le había cogido por en medio el cambio de pesetas a euros, debía explicar cómo hizo el cambio de tanto dinero negro. Y, por supuesto, lo hizo. Pagando comisiones a amigos que tenía en entidades bancarias, con el fin de que lo hicieran sin dejar rastro. Una vez más, información incomprobable.
Huelga decir que los investigadores apenas creen una palabra de lo que dijo, pues no tendría sentido haber guardado ese dinero negro tantos años, hasta que entró en una 'fiebre compradora' coincidiendo con su nombramiento como consejero de Medio Ambiente. Ellos sospechan que buena parte del dinero pudo llegarle en forma de pagos o 'cohechos'. Pero, claro está, es que los policías no creen en las casualidades.
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