Borrar
La poeta Cristina Morano | N. García
«No soporto que toquen mis cosas»
Cultura

«No soporto que toquen mis cosas»

Acaba de publicar 'El arte de agarrarse' y 'El ritual de lo habitual'

GONTZAL DÍEZ

Martes, 29 de marzo 2011, 13:17

Doble entrega de la poeta Cristina Morano: 'El arte de agarrarse' y 'El ritual de lo habitual'; doble mirada a lo cercano y sus resortes, a lo que nos construye día a día, a lo que nos interroga y desazona. Lo doméstico que tiene resquicios luminosos e iluminados por la palabra, allí respira y crece la poesía de Cristina Morano, escritora y diseñadora gráfica, que trabaja en la agencia Tropa de Murcia.

- ¿Ha aprendido ya el 'arte de agarrarse' o el mundo es demasiado resbaladizo?

- Hace poco me pegué un tortazo que casi no lo cuento. Yo iba por ahí, silbando, agarrada a mis gatos y a mis amigos, disfrutando el mundo, firmando contratos con editoriales madrileñas y de repente, la vida me volvió a enseñar que, como decía Bryce Echenique, no es buena ni mala: es sorprendente.

- ¿Qué nos salva de la caída, de las caídas, del vértigo, del descenso?

- Pues fíjate, a mí me salva el ridículo: me imagino a la policía o a mis caseros abriendo la puerta del baño donde me suelo cortar las venas y&hellip, no puedo, no puedo con ello. No soporto que toquen mis cosas.

- ¿Le da miedo la rutina? ¿Qué le da miedo?

- Me dan miedo los aviones, la carretera, las drogas, el sexo, las enfermedades, la gente, el frío, la oscuridad, las películas japonesas de fantasmas, los zombis de Romero, los traficantes de armas, de drogas y de esclavos, la muerte, las catástrofes naturales, en fin, todo lo que hace pupa a mí o a otros. Me cuesta horrores estar viva, ya lo creo. No, la rutina no, no la he sentido nunca. En las Artes Gráficas no existe la rutina. Siempre hay algo nuevo que puede salir mal y sale mal.

- ¿Qué le interesa de lo doméstico, lo cercano?

- Su capacidad para darnos la felicidad. Su capacidad para transmitir un modelo de sociedad represivo, capitalista, ajjjjjjjj.

- ¿Para qué poetas en este tiempo, como todos los tiempos, también de miseria?

- El poeta tiene una múltiple función de consolador (en todas las acepciones de esta palabra), profeta, seductor, mártir, catalizador, etc&hellip que puede servir para muchas cosas. Todos conocemos casos de grandes depresivos a los que salva de pronto, un texto, un verso. También, con otro tipo de poemas, se organizan guerras o se enardecen los ánimos de los soldados. Yo me acuerdo mucho de la escena de 'Espartaco', cuando los esclavos descansan junto a un riachuelo, sin saber muy bien cuál va a ser su destino, y entonces Tony Curtis recita el poema de la vuelta al hogar&hellip En ese poema están contenidos el destino de los esclavos, su patria y sus individualidades. Es sagrado.

- ¿Quedan 'luchadores por la belleza', está segura?

- Ay, no. No estoy segura. Pero no nos pongamos pesimistas, porfa&hellip ¡Yo lucho, hombre!! Y después siempre me ducho, como decía el Kiko Veneno.

- En el poemario 'El ritual de lo habitual' hay una mirada directa al mal&hellip

- Totalmente. Directísima, vamos. Pero no me costó, porque yo, de por sí, ya soy 'mu malita'. No, en serio: lo que no soporto de la poesía social o reflexiva es que el autor se crea en posesión de la bondad y juzgue a los otros. Necesitaba algo de guarrería, por eso tomé a mujeres malas como protagonistas. Luego me di cuenta de que siempre había algo que las salvaba. Espero que el lector no juzgue, sino que compadezca sus motivaciones.

- 'La mujer no es su vagina, sino sus tacones', dice Orlan en uno de sus versos&hellip

- Además lo dice ella misma, en sus textos y en sus obras. Lo comentamos mucho las dos. Ya sabes que vino a Murcia a exponer en el Espacio AV. Tuve el honor de hacerle el catálogo. Ella se propuso (allá por los años 60) medir el mundo con su tamaño, igual que los griegos lo habían medido con el tamaño de un hombre (el canon de Policleto, por ejemplo): Orlan se desnudó y se puso unos tacones de plataforma. Con ellos midió la calle de Los Ángeles donde vivía. ¿O fue París?

- 'Las vueltas que hay que dar para poder morirse', asegura usted en un poema dedicado a su madre.

- Mi madre lo dice mucho. Sobre todo cuando estamos muy cansadas las dos y nos quedamos mirando la tele.

- ¿Cuántas mujeres hay en Cristina Morano?

- Una. Pero está 'mu 'loca. Y es muy bruta. No le dejes ningún aparato electrónico de última generación: te lo romperá intentando meterle un vinilo de The Clash.

- ¿El hombre, esa cosa tan frágil, es memoria?

- Yo creo que sólo somos cuerpo. Y dentro de ese cuerpo, pues sí, una parte importante son las conexiones neuronales: la memoria es ambivalente, puede constituir una identidad de la que enorgullecerse, y puede ser una corteza que nos aparta de la verdad, de los demás, de las heridas. Los prejuicios son memoria. Decía Celan: «Descortézame de mí!», como indicando todo lo que le sobraba, todo lo aprendido, todos los problemas. También, en este sentido, dice Patty Smith: «Hay que follar con el futuro, no con el pasado». Yo estoy, en este momento haciendo el ejercicio de olvidar, de cambiar, de renacer. Quiero follar con el futuro.

- ¿La melancolía sirve para algo?

- Creo que para ser mejores. Es curioso, pero la gente cuyos problemas pasan sin dejarles amargura, suelen ser tontos de remate. La melancolía es la parte buena de la memoria: es lo que nos hace reposar, reflexionar, comprender que no somos los genios que nos creemos.

- ¿Qué le sigue dejando perpleja?

- Casi cualquier cosa: la injusticia y la corrupción se llevan la palma. La violencia contra personas, animales o cosas&hellip en fin, no la entiendo&hellip En otro orden de cosas, que alguien me diga que me quiere (un amigo, una pareja, un admirador) me deja turulata. No lo merezco. (Ejemplo: el resto de gente tampoco se lo merece ¿eh? A ver si se van a creer que pienso mejor de ellos que de mí).

- ¿Qué no tolera, que le irrita profundamente?

- El derroche de energía, la propiedad privada, la religión, los libros de autoayuda, los ricos y sus mujeres&hellip esas tontunas. Pero sobre todo los que ejercen la violencia contra otro más débil. No puedo. No tengo una respuesta racional. Veo un animal maltratado y se me nubla la mente. Cometería un disparate.

- Una palabra, su palabra&hellip

- Me gustan todas, ya ves. Y más las pequeñas: pan, bollo, cachorro, sol, pequeño, osito, filo, tarde, cosita, camada&hellip Me quedo con 'cachorro'. Sí, definitivamente me quedo con 'cachorro'.

- Dígame un verso de cabecera.

- 'Que las horas persigan otro día tras la noche': lo escribió para mí Héctor Castilla y refleja mi miedo más poderoso, el terror a la muerte, y el deseo de que haya aún otro día tras esa noche terrible; lo que, por supuesto, es imposible. Pero no pierdo la esperanza. Quizás inventemos la inmortalidad pronto.

- ¿Por qué merece la pena pelear, seguir peleando, resistir, seguir resistiendo?

- La injusticia es, como muy bien sabe José Daniel Espejo, otra de las formas de la muerte. No hay otra manera de vivir que mejorando. Mejorando cualquier cosa: si esta noche tengo que hacer tortilla de patatas, me esmeraré en que me salga más tierna; si hay elecciones votaré a la izquierda; si me depilo las piernas mañana por la mañana, procuraré llegar hasta el muslo; etc&hellip Ainsfff! Cuántas vueltas.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad «No soporto que toquen mis cosas»