«Acabó con la vida de Priscilla para darse mayor placer sexual»

La mató con el único fin de procurarse mayor placer sexual. Porque lo que le 'ponía', siempre según el fiscal, era matar. No era la primera vez que lo había hecho. Siendo un chiquillo de quince años, Jesús Enrique Campuzano tomó parte en uno de los crímenes más espantosos de la historia reciente de la Región: la violación múltiple y el asesinato de Pilar Toledano, una chica de 13 años a la que un grupo de adolescentes salvajes asfixió en un huerto de limoneros de Cabezo de Torres. Incluso después de muerta siguieron violando su cadáver.

Corría entonces el año 1990 y ese chico fue castigado a pasar un puñado de años en los mejores centros de reinserción de menores de edad existentes en España. De poco sirvió. Las imágenes de Pilar Toledano, siendo forzada una vez tras otra hasta que su cuerpo quedó exánime entre los matorrales del huerto, debieron de grabarse profundamente en algún lugar de su cerebro.

En septiembre de 2001 fue condenado en sentencia firme a la pena de siete años de prisión, por haber violado a una joven de Zarandona con la que había coincidido en una discoteca de Cabezo de Torres. Cumplió seis años y nada más salir a la calle volvió a ser detenido, acusado de apalear y violar a una prostituta.

Aunque de ese trance salió indemne, ya que el juzgado archivó el caso por falta de pruebas, el 3 de junio de 2007 volvió a forzar sexualmente, en apariencia, a una vecina de Santomera. Como en anteriores ocasiones, la agresión se produjo en un huerto de limoneros y el autor actuó con tremenda agresividad.

Otro supuesto asesinato

Jesús Enrique Campuzano, que está considerado en ámbitos policiales un hombre de tendencias sádicas, violento y muy peligroso, habría dado un nuevo salto cualitativo en su carrera delictiva el 3 de junio de 2008, según la acusación del Ministerio Público.

Esa madrugada se desplazó hasta un club de alterne de Puente Tocinos, el 'Flamingo Star', acompañado por dos amigos, y cada uno de ellos subió a una habitación con una prostituta. Relata el fiscal que Jesús Enrique, que como ya era habitual en él había elegido a una chica rumana, le pagó 150 euros en metálico y más tarde salió del local para sacar dinero en un cajero.

Cuando regresó, entregó otros 50 euros a la chica rumana y le pidió que llamara a otra de sus compañeras. Priscilla, de nacionalidad dominicana y de 44 años, fue la elegida. Cuando acabó el servicio, el acusado, «al observar el carácter dócil y sumiso» de la mujer, la convenció para quedar más tarde con ella en su domicilio de la calle Vinadel de Murcia. Hacia las siete de la madrugada se encontraron en el apartamento y Jesús Enrique la convenció para que se dejara atar las manos a la espalda, lo que hizo con un cinturón de motivos felinos. Después, ya con la mujer indefensa, habría arrancado un trozo de antena del televisor y la habría inmovilizado completamente, tras lo cual habría mantenido relaciones sexuales con ella.

Finalmente, y con el fin de «acabar con su vida para procurarse mayor placer sexual», le ató una camisa al cuello, le taponó la boca con ella para impedir que gritara, y le asestó supuestamente tres cuchilladas en el pecho, que le ocasionaron una intensa hemorragia y, finalmente, le causaron la muerte «por taponamiento cardíaco».

Jesús Enrique fue detenido un mes más tarde como sospechoso del crimen. Aunque negó cualquier relación con el asesinato, e incluso haber estado en la vivienda, el ADN reveló su presencia en el lugar.

El fiscal le pide ahora veinte años de cárcel por el crimen. Este lunes se inicia el juicio. Un jurado popular tendrá que determinar su inocencia o culpabilidad. En las manos de esas nueve personas está su suerte.