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PEDRO SOLER
Sábado, 12 de febrero 2011, 12:27
Asombroso, increíble, extraordinario, inexplicable, maravilloso Cualquiera de estos adjetivos puede escaparse (y aplicarse) con justicia, cuando se contempla el proceso de restauración al que están siendo sometidas las imágenes que integran el paso de 'La Última Cena', de Francisco Salzillo. Incluso quienes realizan con la máxima delicadeza el trabajo han desentrañado algunos enigmas o han resuelto dudas sobre la madera en que fueron esculpidas o sobre el método para modelar los pliegues de las vestimentas. ¿Merecía la pena este que tan soberbio 'paso' permaneciera durante un año en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Región?
Hace más de un siglo, una personalidad de tanta influencia cultural en Murcia como Andrés Baquero, escribía que los 'pasos' de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús «son documentos preciosos de la Historia del Arte. Se deben conservar en toda su auténtica pureza, tales como salieron del taller del autor; si retocarlos, ni menos 'corregirlos'. Ellos tiene su carácter, y con ese, con el 'suyo', interesa que se conserven. Ni aún para restaurarlos quisiera yo que se tocasen». ¿Por qué, pues, llevan un año en el Centro, sometidos a un minucioso proceso de restauración, todavía inacabado?
Traiciones y artimañas
Paco López Soldevila, director del Centro, defiende las teorías de Andrés Baquero , «pero si, como él afirma, se hubiesen conservado como salieron del taller del maestro. Lamentablemente, no ha sido así, por circunstancias múltiples, entre otras por el hecho de que son imágenes que desfilan cada año y que, como en el caso concreto de 'La Última Cena', se exponen a inconsciente posibilidades de deterioro. Tenemos que darnos cuenta de que antes del desfile es preciso adornar la mesa y colmarla de platos, de frutas ». Y aunque todavía esa labor de restauración (Caja Mediterráneo aporta 100.000 euros para este 'chequeo médico' ye l resto del coste lo financia la Comunidad Autónoma) esté inacabada, de hecho algunas de las imágenes ya han cambiado totalmente, si no los rasgos de su rostro, sí el color de sus vestidos y de su cabello. Lo más probable es que los miles de espectadores que presencian el fervor y la luminosidad del Viernes Santo murciano, no sepan apreciar esos cambios tan drásticos que ofrecerá el cabello de Judas Iscariote, que, si hasta ahora se mostraba de color negro, el más usual, sin embargo Francisco Salzillo lo pintó totalmente rojizo. Era, como antiguamente defendía la tradición, el más apropiado para los hombres que vivían envueltos en traiciones y artimañas.
Para captar todos los cambios que se han ido produciendo en 'La Última Cena' y toda la originalidad salzillesca que se ha ido recuperando, será preciso contemplar a Judas Iscariote, pero también al resto de los apóstoles, y al mismísimo Jesús -en esta cuestión no duelen prendas- muy de cerca, en su recogido aposento del Museo que los acoge. «Salzillo -afirma López Soldevila- otorga a este conjunto una expresión que acaso no se puede apreciar cuando está procesionando. Solo la captas, cuando lo tienes tan cerca que puedes invadir la intimidad de la escultura. Esta invasión se produce a pocos centímetros de ella y en 'La Última Cena' es imponente».
Una mano indolente
Otras 'mejoras' también pasarán siempre desapercibidas para el público; por ejemplo, la mano indolente del San Juan, que reposa sobre la imagen de Jesús; la visión de imperceptibles grietecillas; las salpicaduras que experimentan en su cromatismo Y también ha aparecido una serie de 'secretos' que se conserva en el interior de las imágenes, y que, gracias a las nuevas tecnologías que se han aplicado han sido descubiertos: decenas de clavos, púas, tornillos , que traspasan cada una de las esculturas. ¿Por qué Salzillo introduce tantos? «Es que utiliza maderas extraordinariamente buenas, pero su falta de formación académica le obliga poner clavos, ante el temor de que la madera se abra en el bloque que tiene que empezar a tallar. Luego, alcanza su genialidad, porque en las mismas radiografías se advierte el uso de un estucado finísimo, sobre el que extenderá la pintura. Muchos escultores cubren su falta de tacto con gran cantidad del yeso sobre el que van modelando. Salzillo hace las arrugas tan finas y tan perfectas, que solo necesitan una capa fina, fina, fina , para recibir la pintura. Esto es lo que define a un buen tallista, como se advierte en las radiografías», asegura el director del Centro.
Se ha descubierto también que estas esculturas siguen el mismo ritmo que los troncos en la naturaleza. El núcleo interno de las obras está en los anillos iniciales, en el origen del árbol. Además, es muy raro encontrar algún nudo de madera. «Siempre se ha dicho que la obra de Salzillo era de madera de ciprés, porque sería imposible que la tallara en pino; pero sí, son de pino no de ciprés».
Cuando muere el padre del escultor, éste tiene que hacerse cargo del taller, y aunque no tiene esa formación profunda, como su padre, Bussy, o Dupard él es, sin embargo, «un genio que se 'hace' de ver lo que hacen. Hay una gran diferencia entre las estructuras interna de la escuela italiana y las que hace Salzillo. Para conseguir esto, hemos realizado un 'destripe' no invasivo, gracias a que disponemos de técnicas que no precisan abrir el interior de las imágenes». ¿Algún otro secreto interno? «Se han hallado documentos, pero que desgraciadamente no sirven para atestiguar nada en torno a la obra. Son manuscritos originales del XVIII, que se utilizaron en la estructura interna de los enlienzados. A veces, para dar volumen a la tela, se metían esos documentos, papeles, como sucedió en la imagen de Santiago el Mayor. Los que se han hallado son papeles de contratos diversos, que fueron enviados al Archivo Regional para su restauración».
Las nuevas tecnologías han permitido penetrar en las distintas obras, hasta que se ha podido reunir una información importantísima, vital, y muy necesaria, sobre el procedimiento de trabajo del taller de Salzillo y, su técnica extraordinaria. Las estratigrafías, los estudios estilísticos, macrofotografía de pinceladas a nivel casi microscópico, endoscopias a todas estas operaciones ha sido sometido el conjunto de imágenes de 'La Última Cena'. «Hemos comprobado que 'La Cena' ha sido sometida a muchas restauraciones. Y comprobamos que los que estamos viendo no es el Salzillo que salió de sus talleres. El auténtico Salzillo se encuentra debajo. Nos planteamos si quitábamos o no todo eso que no era original, con el riesgo que conlleva, porque significa una metodología muy estricta. Rafael Cebrián, presidente de la Cofradía y miembro del patronato del Museo Salzillo nos dijo que lo que hiciéramos estaría bien hecho. Confió plenamente en nosotros y esto nos dio una tranquilidad enorme».
Se pudo advertir que las esculturas habían sufrido deterioro por el agua y se mojaron en una zona concreta. Aquella sería la primera restauración que, sin duda, realizó uno de los discípulos de Salzillo. Posiblemente Roque López, porque la pigmentación que aplicó es igual a la utilizada en la ejecución de la obra. También se sabe que Sánchez Araciel y Sánchez Lozano intervinieron en posteriores restauraciones. Entonces no se había establecido criterios sobre lo que debía ser la restauración, «que es una intervención, pero que debe tener un objetivo principal: respetar la autoría de la obra, sin alterar nada; pero entonces no era así».
«Alguna imagen ha sufrido, de modo inconsciente, daños muy importantes. Y este tipo de daños no es el que más dramático puede parecer, como la rotura de unos dedos. El percance más grave ha sido que, a la hora de intentar quitar las capas intervinieron con agentes químicos para limpiar restos de suciedad. Lo malo es que no los neutralizaron, por lo que, han seguido activos, destruyendo todas las capas de color, incluso las que le diera Salzillo. Esto se ha advertido de modo más intenso en San Juan y Judas», argumenta.
Una nueva óptica
A juicio de López Soldevila, el proceso de restauración, en conjunto, ha dado también la oportunidad de penetrar más profundamente en el conocimiento de la obra genérica del escultor murciano. «Es que sobre Salzillo y sus esculturas se ha dicho de todo: obras que son suyas, que no son, que son adjudicaciones Hay mucha confusión sobre las esculturas realizadas por Salzillo, el padre, los discípulos Pero lo que hacía falta era reunir datos que puedan permitirnos adjudicar a un escultor u otro una obra determinada. Salzillo era el que organizaba, pero tenía un equipo. Eso se sabe cuando se van haciendo estudios sobre las obras de Salzillo que hemos ido restaurando. Estamos recopilando todo tipo de información para dar a conocer al escultor murciano desde otra óptica, que es muy necesaria y como complemento de lo que sobre Salzillo ya sabemos».
¿Y en dinero? «Artísticamente la labor de restauración no tiene precio; en cuestión de mercado sí lo puede tener, y muy alto; pero ¿realmente se puede hablar de Salzillo a precio de mercado, a nivel económico? No merece la pena. Puede pagarse lo que se quiera por una de sus obras», subraya.
Las treces imágenes del 'paso' ofrecen deterioros de mayor o menor intensidad, pero que debían atacarse como mejor y más rápido sistema de eliminar ulteriores perjuicios. Todo un banquete de color.
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