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ANA CÁRCELES ALEMÁN
Domingo, 6 de febrero 2011, 02:07
Me resultaría imposible escribir estas líneas desde el sentimiento de ausencia y pérdida del profesor Juan Barceló Jiménez. Es por eso que me situaré en la perspectiva de su presencia constante, que sigue acompañando a su familia y a todos sus numerosos amigos.
Quienes hemos tenido la suerte de convivir con él, en el seno de su familia, en el trabajo, en su actividad como académico o en el círculo cultural y afectivo de su tertulia, sentimos hoy cómo la elegía que Jorge Manrique dedicó a la muerte de su padre vuelve a plasmar la dolorida emoción con que cada uno de nosotros desearía expresar los sentimientos encontrados de desconsuelo y esperanza ante la desaparición, solo terrenal, de quien tanto queremos.
El profesor Juan Barceló supo unir su privilegiada inteligencia a una extraordinaria bondad. Esa es la clave de su carisma. No me extenderé aquí en su labor como profesor, aunque sí señalaré que ha sido un profesor cercano, trabajador incansable, que con su aliento y magisterio ha ayudado a muchos de sus alumnos a orientar o culminar su carrera profesional.
Ha compaginado esta labor como profesor con una intensa actividad como investigador de escritores de Murcia no estudiados hasta ese momento. Ahí quedan sus libros, de los que destacaré 'Vida y obra de Federico Balart' (1956), estudio profundo y delicado que ahonda en el alma del poeta de Pliego y da muestras de que el análisis exhaustivo de los textos poéticos no está reñido con la sugestiva belleza del texto crítico; la 'Historia del teatro en Murcia', publicada en 1958 y ampliada en 1980, es de nuevo rigurosa y amena, algo difícil si se tiene en cuenta la cantidad de datos que el autor rastrea hasta darnos la imagen fiel de una Murcia muy vital en cuanto a las actividades dramáticas de cada época. Asimismo, 'Polo de Medina, la sociedad y los tipos humanos en su obra' (1978), pone de manifiesto su dominio de la poesía barroca, especialmente de Quevedo, pues su análisis de la poesía del murciano refleja un rasgo con el que se identificaba muy bien, la ironía y el humor como modo de enfrentarse a la vida.
En estas obras, como en otras que son bien conocidas -'Los toros, el periodismo y la literatura en Murcia' (1982), 'Escritoras murcianas' (1986), 'Ensayos sobre literatura murciana' (1999), 'La temática taurina en la literatura y en los medios de comunicación' (2004), 'Generación de escritores y artistas malogrados en Murcia: siglos XIX y XX' (2009)- el profesor Barceló ha puesto mucho de sí mismo porque ha escrito movido por la curiosidad y el gusto personal.
Su vastísima cultura se ha visto potenciada al tratar temas relacionados con Murcia. Entonces se afina su sensibilidad y hace gala de unos conocimientos precisos y de un riquísimo anecdotario que llena de color las páginas de sus trabajos eruditos. Junto al rigor y la precisión son también señas de identidad de sus estudios el amor incondicional a su tierra murciana y una generosidad en la mirada crítica aprendida, sin duda, de su maestro don Ángel Valbuena Prat.
Pero no quisiera pasar por alto una faceta que podríamos considerar menor y que, sin embargo, ha realizado con enorme cariño y entrega generosa: es el apoyo que siempre ha prestado a los jóvenes escritores y escritoras que se han acercado a él para que les prologase o presentase un poemario, sabedores de su magisterio y del afecto con que los trataría.
En esta labor, le he visto trabajar con respeto y esmero, poniendo el mismo interés que dedicaba al estudio de poetas consagrados, como Ruiz Llamas, Beltrán Hidalgo o el mismo Vicente Medina. Su sencillez en el trato, la amenidad de su palabra, el consejo oportuno, el cariño infinito a toda su familia -feliz, rodeado de los suyos- su prudencia, su bonhomía, el ejemplo de entereza y de serena aceptación final, mantienen en nosotros no solo su memoria viva, sino su presencia constante.
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