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FUENSANTA CARRERES fcarreres@laverdad.es
Domingo, 21 de noviembre 2010, 04:23
Apenas mide cinco centímetros; al profano se le antoja un inofensivo escarabajo, salvo por su color anaranjado rojizo. Sus manchas negras en forma de escudo en la parte trasera de la cabeza le distinguen, casi se diría que le marcan, como al depredador que es. La plaga de picudo rojo, capaz de arrasar palmeras en cuestión de semanas con la misma eficacia de una bomba atómica, se extiende inexorable y sin freno que logre erradicarla. Las autoridades medioambientales ya han asumido que poco pueden hacer, y se centran en tratar de minimizar sus efectos y en salvar lo que puedan. Entre tanto, el 'bicho' sigue volando de palmera en palmera, encerrándose en sus troncos y, poco a poco, absorbiendo su vida hasta matarlas sin dar señales externas de alerta. Como una metástasis.
La eficaz propagación de la plaga arroja ya cifras que dibujan huecos en el paisaje tradicional de la Región, serpenteado por ornamentales palmeras que desde siglos sirvieron de nexo entre las zonas rurales y urbanas. Los números son elocuentes: el coleóptero se ha extendido ya por 26 términos municipales de la Región y ha formado 37 focos de parajes afectados; a cada recuento, ha colonizado un nuevo municipio (los últimos en incorporarse a la lista han sido Fortuna y Abanilla, que hasta el año pasado estaban libres del picudo); las capturas de adultos se han desbocado (este año crecerán más de un 116% con respecto al pasado), y ha empezado a dejarse caer por nuevas especies. Una plaga (así la ha declarado la Unión Europea oficialmente) en toda regla a la que, de momento, no se le conocen enemigos capaces de hacerle frente. Los planes de prevención, control y erradicación de esta especie de escarabajo rojo diminuto, dotado de una fina trompa en sus fauces con la que arrasa el interior de las palmeras hasta dejarlas huecas, no han logrado de momento acabar con la plaga, pese al gasto millonario que han ocasionado. Comprobada la poca efectividad de la mayoría de los tratamientos, y descartado el uso de ingenios estrambóticos que se han apresurado a presentar científicos de varios países (incluido un microondas gigante que achicharra al picudo), la Consejería de Agricultura centra ahora sus esfuerzos en controlar, en la medida de sus posibilidades, los avances del 'bicho', y en tratar de salvar los parajes más representativos de la Región.
La infección se detectó por vez primera en España en 1994, en el litoral granadino, en Almuñécar, y comenzó a extenderse por el Mediterráneo a través de las miles de palmeras infectadas importadas de Egipto y otros países del norte de África. La diferencia de precios no resistía comparación: una palmera autóctona de buen porte, unos diez metros, puede costar 3.000 euros. Una procedente de Egipto, entre 50 y 80 euros. En mayo de 2007, la Unión Europea dio la orden de inmovilizar las palmeras en destino para pasar una cuarentena, y desde entonces, sólo cinco viveros de la Región han importado ejemplares de Egipto. En cualquier caso, el mal ya estaba hecho.
El 'paciente cero', el primer ejemplar infectado, llegó a la Región en pleno 'boom' urbanístico, en 2005, cuando no había resort o urbanización que se preciara sin un buen camino de palmeras a la entrada. La palmera fue localizada en un paraje de la zona de servicio de La Paz-Sangonera La Seca en julio de 2005, y de inmediato, talada y destruida. Ya era tarde. La plaga estaba diseminada por otros parajes de media Región. Comenzaron a aparecer nuevos focos en Balsicas, El Algar, Avileses... Ya no cesó, y fue invadiendo prácticamente todos los rincones de la Región.
Los técnicos empezaron a recibir un nuevo aviso cada día; un nuevo foco que erradicar; centenares de palmeras que talar. En 2006 se destruyeron 270 palmeras infectadas; al año siguiente, la cifra se disparó a 1.171 ejemplares; en 2008, el número de bajas llegó a 2.090.
Los dos últimos años, se calcula que han sido arrancadas y destruidas otras 4.400 palmeras, pero las cifras son estimativas porque la Comunidad ya no se hace cargo de la tala. La razón: no queda dinero. El Estado y las comunidades afectadas aunaron esfuerzos para tratar de atajar su expansión. Vistos los escasos resultados, el Gobierno central dejó de colaborar en 2008. La Consejería de Agricultura aguantó un año más, pero desde mediados de 2009 sólo se hace cargo de los tratamientos en espacios públicos que no son propiedad de ningún organismo, que pueden provocar peligro a los viandantes, o que son considerados emblemáticos.
Además de arrancar y destruir palmeras, la Consejería de Agricultura empezó a aplicar todos los tratamientos conocidos y por conocer a su alcance: fitosanitarios (los insecticidas han mostrado poca eficacia curativa, aunque sí tienen efecto preventivo), endoterapia, cirugía arbórea... Además, en los ayuntamientos de Lorca y Cartagena se están probando tratamientos a base de nematodos y hongos entomopatógenos que están en fase experimental. Un equipo de investigadores del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef está testando en un centenar de palmeras de Cartagena la efectividad de un hongo ('Beauveria bassiana') que ataca al picudo. Los investigadores aíslan el hongo en las tierras donde crece, lo llevan al laboratorio, lo hacen crecer sobre una cubierta vegetal y lo colocan en el cogollo de la palmera justo en los tres periodos del año en que el animal es más activo en los vuelos con los que colonizan las palmeras. Los resultados son prometedores, pero de momento, sigue en fase experimental. Para completar el cerco al picudo, Agricultura ha aumentado la red de trampas repartidas por la Región, que se sitúan en el suelo camufladas, y que en realidad son depósitos de feromonas y kariomonas que, cebados con una mezcla de melaza y agua, atraen al insecto. Precisamente, el espectacular aumento de adultos capturados este año (se ha pasado de 13.000 en 2009 a 28.182 este año, lo que supone un crecimiento del 116%) hace presagiar que el aumento de la plaga en los últimos meses está siendo exponencial.
No tiran la toalla, pero en la Consejería de Agricultura son muy conscientes de que todos los esfuerzos realizados no detienen el ataque: «Hasta que no demos con un enemigo natural del picudo, hay poco que hacer. Es como una bomba atómica. Arrasa sin que se pueda detectar hasta que es demasiado tarde», admite Ángel García Lidón, director general de Modernización de Explotaciones y Capacitación Agraria, quien considera que el único atajo a la plaga, presente en 6.000 focos de siete países, todos mediterráneos, es una investigación europea de alto nivel.
Si el avance de la epidemia preocupa, más inquieta si cabe su extensión a otras especies que hasta ahora se habían mostrado poco vulnerables al insecto. Los técnicos han detectado casos aislados de picudo rojo en especies como el palmito y el cocotero. Además, si hasta hace un año había mostrado claramente su preferencia por las palmeras canarias (casi el 90% de sus víctimas pertenecen a esa especie), parece que el coleóptero ha descubierto ahora los encantos de las datileras, que han registrado un aumento «importante» de víctimas, con un incremento del 4% al 10%. «Cuando no le quede pan, comerá tortas», resume García Lidón.
El cambio de tendencia acarrea un problema añadido: cuando el picudo ataca a las palmeras canarias, las larvas penetran por el capitel directamente al tronco, labrando galerías de más de un metro de longitud. Las galerías parten de la corona y se ramifican en el interior del tronco. Las hojas centrales amarillean y se marchitan, de forma que en pocas semanas, la práctica totalidad de la corona se ve afectada originando la muerte de la palmera. Es decir, el ataque se produce de arriba a abajo, y la probabilidad de que la palmera caiga antes de que dé signos externos de enfermedad, es escasa. Sin embargo, la forma de ataque del picudo a la datilera se realiza en sentido contrario, es decir, de abajo a arriba, ya que el bicho entra por los brazos o hijuelos propios de esta especie. Esta circunstancia puede dar lugar a problemas de seguridad pública, ya que el ejemplar puede quedar hueco por la base y caer sobre la vía pública antes de que la infección haya sido detectada.
Cifras, estudios y análisis llevan al pesimismo. A falta de un censo oficial de palmeras, los técnicos de la Consejería de Agricultura calculan que el patrimonio regional ascendía a 200.000 ejemplares, y en poco más de cinco años, han sido taladas y destruidas más de 8.000.
Pero, ¿hay razones para temer que las palmeras puedan llegar a desaparecer del paisaje mediterráneo? Parece que no será así. «Por lo que estamos viendo en países donde la plaga está mucho más desarrollada, como Egipto, la palmera datilera logra convivir con el picudo», explica el Francisco José González, jefe del Servicio de Sanidad Vegetal. La canaria, en cambio, está seriamente amenazada.
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