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JOSÉ OTÓN
Domingo, 31 de octubre 2010, 11:43
Se pagan su seguro, se costean su gasolina, buscan a sus patrocinadores y la Federación les subvenciona las fichas y los arbitrajes. Son más de 250 mujeres que quieren jugar al fútbol y que no tienen complejos para calzarse botas. Este fin de semana ha arrancado la quinta edición de la Liga Autonómica Femenina, una competición auspiciada por la Federación que es el claro ejemplo de que algo está cambiando en el fútbol.
Ya no es un deporte reservado a los hombres y ya no resulta raro encontrar a una mujer que quiera hacer cosas parecidas a las que hacen Messi, Cristiano o Iniesta. Esta es la liga federada de superior categoría que se disputa en la Región con los equipos Murcia Féminas A y B, Bluesa Beniel, Lorca Féminas, Alquerías, Puente Tocinos, Deportiva Minera, Cartagena Femenino, Club Deportivo Cieza, Javalí Viejo y Gimnástica Abad como participantes en una categoría con once equipos inscritos. Hasta hace sólo unos años hablar de una liga de fútbol femenino era una utopía, una quimera. Ante el primer intento de la Federación para ponerla en marcha hace cinco años sólo se presentaron cuatro equipos, que apenas acabaron la competición.
Ahora no, el fútbol femenino está casi asentado y se rige por los mismos criterios que cualquier competición masculina. Y como toda liga de fútbol tiene sus equipos grandes y sus equipos pequeños. El Bluesa Beniel y Murcia Féminas son los favoritos al título y al ascenso a Liga Nacional. Por historial y por presupuesto, cercano a los 10.000 euros. Son el Madrid y el Barça de esta liga que bate su récord de participación.
El Bluesa Beniel es el único que puede permitirse pagar gastos de desplazamiento, mientras que el Murcia Féminas ha tenido potencial para hacer dos equipos. Al acecho de los grandes estarán el Alquerías, Javalí Viejo o Cieza, los grandes tapados: «Hemos formado un equipo con jugadoras de El Palmar, Molina o Almería. Queremos soñar y tras la experiencia del año pasado queremos acercarnos a los tres primeros», comenta Sergio Abellán, entrenador del Javalí Viejo.
Entre los que acaban de llegar aparece en la categoría el modesto Gimnástica Abad, del barrio de San Antón, un club legendario y clásico del fútbol cartagenero que nació en 1912 (primera referencia histórica) y cuyas apariciones han sido intermitentes debido a problemas de sustentabilidad. Su presupuesto, cercano a los 2.000 euros, será el más modesto. La Deportiva Minera Femenina, que jugará en el Llano del Beal, también es otro novato y, junto al Puente Tocinos, es el único equipo que no ha conseguido ningún patrocinador: «A las chicas nos cuesta encontrar un patrocinador. De momento pondremos una cuota de 150 euros y cargaremos nosotras con todos los gastos», comenta Vanesa, entrenadora del Puente Tocinos.
El Lorca Féminas ha aparecido en la competición con fuerza: «Es muy ilusionante. En cinco meses hemos dado pasos muy importantes. Era un sueño y ahora tenemos un equipo con 25 jugadoras y casi diez aprendices. Nació en una reunión de amigos y el objetivo es pasarlo bien porque somos un equipo nuevo», comenta el italiano Fabricio Natale, su entrenador.
El fútbol femenino también es un ejemplo de integración. Como en Cieza, donde conviven jugadoras de origen ecuatoriano y español. Aun así, no todo es color de rosa para las jóvenes que quieren jugar al fútbol y que tienen en su familia, a veces, su mayor oposición. Para muchos padres que sus hijas jueguen al fútbol es tomado como una desconsideración: «Si la chica tiene que jugar un partido se duda en la familia si irse al campo o a la playa, pero si es el hijo el que tiene fútbol, todos los planes se paralizan», asegura Trini Bautista, presidenta del Cartagena Féminas.
«Los padres no las quieren llevar a jugar. Les da vergüenza. Parece que si no hacen danza o teatro no son chicas», comenta Vanesa, que acumula muchos años entrenando a chicas en el fútbol sala regional, abastecedor de jugadoras que dan el salto al fútbol grande.
Juan Pedro Ruiz, presidente del Murcia Féminas, intenta localizar cúal es el problema: «Hay una mentalidad de otra época por la que parece que una chica va a ser menos femenina por jugar al fútbol. Además, la gente piensa que porque son chicas se van a caer de culo cuando le van a pegar al balón. Algunas tienen una calidad espectacular». Ruiz va más lejos: «Se tiene que ayudar más al fútbol femenino, le interesa a la sociedad». Pero a pesar de las zancadillas, el fenómeno parece imparable.
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