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Se cocinan testículos de todo tipo de animales. :: AP
Cocineros con un par
GENTE

Cocineros con un par

Una pequeña aldea de Serbia celebra con éxito la séptima edición del Campeonato Mundial de Cocina de Testículos

MIRIAM SAINZ

Martes, 31 de agosto 2010, 12:02

El cerdo, dicen, no tiene desperdicio e incluso gustan hasta sus andares. Cada centímetro de su delicioso cuerpo parece del gusto del paladar humano, que llega a algo parecido al éxtasis cuando de jamón ibérico se trata. Aunque, como no en todas partes se puede disfrutar de este manjar, los hay que no desechan ni las partes nobles del gorrino. Esto es lo que ocurre en una remota aldea enclavada en las montañas de Serbia, a 150 kilómetros de Belgrado, donde cada año se celebra el Campeonato Mundial de Cocina de Testículos. Pero que no tiemble el género masculino, porque hasta ahora sólo los animales ponen la materia prima de sus entrepiernas.

Toro, tiburón, canguro, caballo, pavo... Todo ser irracional que atienda a la condición de macho es bienvenido en el concurso, donde los improvisados chefs no ponen reparos. Las gónadas se cocinan con peculiar cariño, ya sea como ingrediente en una pizza, bechamel o sopa. Cual caviar ruso, los responsables del campeonato aclaran que este plato en Serbia puede compararse al queso y el chocolate en Suiza o al whisky en Escocia. Salvando las distancias, los productos típicos de estos países europeos son reconocidos internacionalmente y el sabor del género estrella del festival de los Balcanes produce, cuando menos, algún reparo.

Sin embargo, el certamen culinario ha sido un éxito. Huelga decir que eran más los curiosos que los intrépidos cocinillas, pero como la idea de los organizadores es fomentar el turismo en la región, el resultado fue óptimo. Quizá porque muchos creen que los platos -bautizados como 'riñones blancos' en serbocroata- son ricos en testosterona y se les considera un estimulante para los hombres. Será por aquello de lo que se come se cría. Una leyenda con solera que ya corría como la pólvora en los tiempos de Fernando el Católico, gran comedor de testículos de toro y preocupado en satisfacer a su esposa.

Para el húngaro Zoltan Levai, ganador de la edición anterior, el monarca no se equivocaba. «Los de toro son los mejores», sugirió el chef, que en esta edición no se separó de una olla de metal llena de vegetales y criadillas de gran tamaño, mientras el hilo musical amenizaba la espera con canciones folklóricas. El festín se acompaña con cantidades industriales de cerveza y vino y se culmina con un baño en un gélido río de montaña.

«El fin es la diversión, la comida y el valor», comentó Ljubomir Erovic, cocinero serbio y especialista en elaborar platos con esta peculiar materia prima. No en vano, como erudito que es, publicó hace un par de años un recetario cuyo denominador común eran los testículos. Él propio Erovic se encargó de explicar que «todos se pueden comer, excepto los humanos, por supuesto». El mismísimo Barack Obama ha tenido conocimiento de este sorprendente encuentro gastronómico, al haber sido agasajado por sus organizadores. «Le premiamos por valiente. Tomó las riendas en el momento económico y político más difícil. Demostró que los tiene bien puestos».

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