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Momento de la detención de Nicola Schiavone, en su chalé-búnker, a las afueras de Casal di Principe. A la derecha, el asesinato de Mariano Bacio, un conocido miembro del crimen organizado en Nápoles. Lo cometió un sicario de la Camorra, a plena luz del día, y los transeúntes ni se inmutaron. :: ROBERTO SALOMONE/AFP
El gatillo fácil de los 'Casalesi'
Sociedad

El gatillo fácil de los 'Casalesi'

Nicola Schiavone, líder del clan más poderoso de la Camorra, pintaba lienzos de rubias con labios carmesí en el chalé donde fue detenido

ISABEL URRUTIA

Domingo, 20 de junio 2010, 04:26

No se recoge la basura, ni se monta una panadería, ni se construye una iglesia sin el visto bueno del clan de turno. La Camorra se empeña en tener todo atado y bien atado en la región de Campania, al norte del empeine de la bota itálica. Son cientos de clanes repartidos en más de 13.500 kilómetros cuadrados (en la capital, Nápoles, habrá unos 200). Luchan por hacerse con el dominio del territorio. Son tierras que bullen como un hormiguero salvaje, cada facción barre para casa y habitualmente corre la sangre dos veces al día. Así se baten los récords de la infamia: en los últimos 30 años, la Camorra habrá matado a más de 4.000 personas, una cifra que supera el total de asesinados por la Cosa Nostra siciliana, IRA, ETA y la mafia rusa.

Los que tienen el gatillo más fácil son los 'Casalesi', una estirpe que debe el apodo a su ciudad natal, Casal di Principe, donde muchos jóvenes llevan en el móvil la sintonía de 'El Padrino' para rendirles pleitesía. Más vale prevenir. El pasado martes, la Policía italiana detuvo al 'capo' de la banda, un joven de 31 años llamado Nicola Schiavone que no ofreció resistencia y salió de su chalé-búnker con cara de no haber terminado de echarse la siesta. No se confundan. Este tipo lidera el grupo más poderoso de la Camorra, que ha amenazado de muerte a Roberto Saviano por airear sus vergüenzas en el best-seller 'Gomorra'. Los 'Casalesi' andan sobrados de pistolas calibre 22 y de odio para perpetuarse como los Corleone. No tienen más que ajustarse a un guión muy sencillo, el de las tres 'ces': crimen, corrupción y complicidad. Variaciones de un mismo tema. Es una familia de piñón fijo, sus genes no dan para más. «Y a pesar de que son escoria, lo peor de nuestro país, ahí siguen. ¡Tan fuertes como siempre! La Camorra actúa como un cáncer. A rey depuesto, rey puesto. Enseguida encontrarán a un sucesor», avanza Andrea Donofrio, experto en política italiana e investigador del Instituto Ortega y Gasset. También es napolitano, como Saviano. Ambos rondan los 30 años y viven fuera de su ciudad natal. «Por una razón u otra, lo mejor es irse. Se sufre un paro muy elevado (la tasa supera el 50% frente al 9% nacional) y el ambiente es irrespirable. Yo sólo voy de visita a ver a mis padres. Nápoles tiene muchos encantos pero está podrida. La gente convive con el mal y duerme con la conciencia tranquila. ¿Si soy optimista? Pues, mira, no sé si llegaré a ver el final de la Camorra... Es un fenómeno muy, muy complejo».

Cojamos el ejemplo de los 'Casalesi' para entrar en materia. Este clan empezó a hacerse un hueco en el mundillo del hampa, allá por los años 70, con el tráfico de cigarrillos y ahora controla una red de corruptelas y trapicheos que abarca los cinco continentes. Desde EE UU a Nueva Zelanda, sin olvidarse de España y potencias emergentes como Brasil y China que han capeado la crisis económica y, de momento, les están dando mucho juego. La Camorra sólo tiene ojos para los ganadores, más aún cuando te apellidas Schiavone y facturas unos 30.000 millones de euros al año con negocios que lo mismo sacan tajada legalmente del mercado inmobiliario que de la Bolsa, al tiempo que explotan el trafico de inmigrantes, drogas y prostitutas. Se mueven como peces en el agua por las cloacas y se las arreglan para arrastrar a sus paisanos. Una cifra que da idea de su envergadura: por cada afiliado a la mafia siciliana hay cinco en la Camorra. Será que la tradición y la historia no ayudan a levantar cabeza... Hagamos memoria para comprender de dónde vienen estos lodos.

Herederos de la Garduña

A mediados del siglo XIX, un ministro de Interior del Piamonte tuvo la ocurrencia de encomendar a la Camorra el mantenimiento del orden público de Nápoles. Buscaba mano dura y la encontró en esos malhechores que, dicen, habían heredado las tácticas y desparpajo de un aventurero sevillano llamado Ramón Gamur. Este tal Gamur habría llevado en el siglo XVII hasta tierras napolitanas el 'modus operandi' de una sociedad criminal y un punto esotérica denominada Garduña. Es una hipótesis que respaldan estudiosos como Gigi Di Fiore que, por otra parte, se alegra «enormemente» de que nuestro país haya pasado página a un periodo de su historia en el que menudeaban los amigos del trabuco y la puñalada trapera. Algo que, por cierto, no ocurrió en Italia. Todavía peor, el espaldarazo de aquel político tan ocurrente, Liberio Romano, les permitió coger carrerilla y acabar estrechando la mano de unos cuantos funcionarios. En la actualidad, hay constancia de que 83 ayuntamientos de la provincia de Nápoles, de un total de 92, se han visto encausados por presuntas relaciones con la Camorra. El propio primer ministro, Silvio Berlusconi, no se ha librado de acusaciones. Ni su subsecretario de Estado de Economía y Finanzas, Nicola Cosentino. Por citar sólo dos casos sonados.

Los 'camorristas' se columpian entre la legalidad y el crimen con el descaro de unos matones de barrio que llevan siglo y medio campando por sus respetos en las bellísimas tierras de Campania, donde el horizonte del Mediterráneo -tan azul y rizado- te persigue allí donde vayas. Como una aparición que anima a cantar 'O Sole Mio'. En toda la región se respira un clima muy especial; parece que todo empuja a hincar la rodilla y dar gracias... Eso lo maman desde pequeñitos: hay que ser agradecido y saber agachar la cabeza. La institución de la familia, con su 'mamma' a la cabeza, es tan sagrada como la sangre de San Gennaro que cada año se licúa ante los fieles en la catedral de Nápoles. No cabe duda de que, por aquellos lares, hay fenómenos que se escapan al entendimiento. Sin ir más lejos, fíjense en la foto de Nicola Schiavone, escoltado por dos agentes encapuchados. Entradito en carnes, 31 años y una cruz de oro de muchos quilates. Esto último es lo único que llama la atención del personaje, aparte de las uñas mordidas y las bolsas en los ojos. Una prueba más de que el 'glamour' del hampa sólo existe en la imaginación de Coppola. De nada sirvió que el tío de Nicola, Walter Schiavone, construyera una mansión de dos millones de euros a imagen y semejanza de la que poseía Al Pacino como Tony Montana en la película 'Scarface'. Y encima el padre, Francesco, alias 'Sandokán', sólo se parecía en el color de la barba al actor indio Kabir Bedi, que protagonizaba la mítica serie de los años 70. Vaya frustración. Ahora, a lo mejor, aprovecha para consolar y hacer compañía a su progenitor en la cárcel Ópera de Milán que, a pesar del nombre, es un centro de máxima seguridad donde la gente de su calaña recibe el trato que se merece. A 'Sandokán', sin libertad desde 1998, se le aplica el régimen 41 bis, que supone un aislamiento rigurosísimo, sin posibilidad de 'vis-a-vis'. Sólo se puede comunicar con las visitas, una vez al año, por interfono y con un cristal en medio.

No sabemos si 'Sandokán' continúa cultivando su afición por la pintura -tenía debilidad por los autorretratos- o si mantiene viva la pasión por las monografías sobre Napoleón. Hasta en los pequeños detalles hacía gala de un 'ego' descomunal, a la altura de su falta de escrúpulos. Nunca se planteó dejar de dibujar a Cristo crucificado -otro de sus temas favoritos- después de haber mandado matar a Giuseppe Diana de cinco tiros: en la nuca, cara, cuello y mano derecha. La sacristía de la iglesia de San Nicola de Bari, en Casal di Principe, se tiñó de rojo el 19 de marzo de 1995, poco antes de que Diana se dispusiera a oficiar la misa. 'Sandokán' no toleraba que nadie le llevara la contraria. Ni siquiera en nombre de esa figura con corona de espinas que solía colorear sin cargar las tintas. Prefería aplicar tonos pasteles. Este hombre tenía muy claro lo que quería. Como su primogénito, que heredó el liderazgo del clan y cierto talento con los pinceles. El día de la detención, la Policía se incautó de varios cuadros de estilo pop-cubista que representaban a rubias de labios carmesí, con expresión lánguida y hasta un poco adormilada. Una mirada muy similar a la suya. Estos tipos están enamorados de sí mismos. Todo debe girar a su alrededor. Cueste lo que cueste.

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