Borrar
La escritora y académica Ana María Matute, ayer en Murcia durante la entrevista. :: ENRIQUE MARTÍNEZ BUESO
«Abundan los cabrones, ¡con perdón! La vida es maravillosa, pero la estropeamos muchísimo; no siento orgullo de pertenecer a la especie humana»
Cultura

«Abundan los cabrones, ¡con perdón! La vida es maravillosa, pero la estropeamos muchísimo; no siento orgullo de pertenecer a la especie humana»

Ana María Matute. Escritora y académica de la Lengua

ANTONIO ARCO aarco@laverdad.es

Sábado, 5 de junio 2010, 11:47

Vaya por Dios, resulta que Ana María Matute (Barcelona, 1926) ha cambiado el vodka con naranja por el gin-tonic. Cosas que pasan. Yo echaba ya de menos a Ana María Matute para compartir con ella su ritual sagrado del vodka con naranja de buena mañana, y así pasar un trago amargo con otro más sabroso. Y soñar, algo que la escritora y académica de la Lengua hace a la perfección, hasta el punto de que te contagia y acabas tú también espiando las astucias de las hadas del bosque y las correrías inocentes de los duendes, en los que ella cree porque asegura haberlos visto. Yo tengo peor suerte y sólo veo a mucho asno suelto, así es que acudir a un encuentro con la autora de 'Olvidado Rey Gudú' (1996) y 'Paraíso inhabitado', novela publicada en diciembre de 2008 en Destino, es un puro placer. Sepan que, a veces, a la señora Ana María Matute -«¿la señora?, debo tener muy mal aspecto», bromea- le gusta decir: «Soy una isla, un bicho raro». Pero es y no es verdad, porque la varias veces candidata al Premio Nobel de Literatura es una persona, en apariencia ingenua, que arrastra una inquietante y difícil relación con el mundo de los afectos. Con frecuencia suele desplegar sus encantos, entre ellos esa sensación que logra de parecer un ser más (cálido) de nuestra propia familia, y es paciente con los humildes, «no con los tontos». La escritora se encontraba ayer en Murcia, descansando tras haber mantenido el día anterior, en Cajamurcia, un encuentro con sus lectores que condujo el profesor Javier Polo. Está sentada en el rincón más luminoso del hotel donde se aloja, compartiendo charla y una 'cervecita' con una periodista. Se le han agotado las pilas del aparato para la sordera y apenas oye. Todo lo mira.

-¿Le sigue pasando que pide usted un vodka con naranja o un 'gin-tonic' y, al final, el camarero termina poniéndole delante una botella de agua o, todo lo más, un zumo de piña?

-¡La maldición sigue! (Risas). ¡No falla, siempre me pasa lo mismo! Estemos los que estemos sentados para comer, o parar tomar unas copas o lo que sea, a mí el camarero siempre me pone delante el agua o el zumo de piña. Y, claro, ya me he acostumbrado a explicarle a los camareros mi teoría: que el agua está muy bien para echársela por encima, pero que para beber existen otras posibilidades muy interesantes. Un día me trajeron la naranja sin el vodka, y yo le dije: '¿Usted me ve a mí cara de beber naranja sola, así por las buenas? ¡Por favor! ¿Por quién me toma?' Hace ya mucho tiempo que decidí hacer siempre lo que me dé la gana, ¡si puedo y siempre que con mis actos no ofenda ni moleste a nadie! Pero del qué dirán o de la imagen que se espera de una señora mayor, paso, ¡anda ya! Durante mucho tiempo hice concesiones a los otros, atenta a cómo los demás quieren que tú seas. Se acabó, me dije, 'si a alguien no le gusta como yo soy, ahí está la puerta'.

-¿Nada es lo que parece?

-La mayoría de las cosas nunca son lo que parecen, sí, y por eso hay que fijarse muy bien en ellas, porque la vida te da muchas sorpresas. A mí, por ejemplo, con las personas, me pasa que las suelo ver venir bastante bien, lo cual no sé si es una suerte o una desgracia. Las veo venir pero muchas veces, como soy una 'buenaza', hago como que no veo nada para darles una oportunidad.

-¿Y qué?

-¿Y qué? Que me llevo unos desengaños grandísimos, qué va a ser. Y que, al final, el tiempo me suele dar la razón sobre lo que pienso de muchas personas.

-¿Qué tipo de gente abunda?

-Los cabrones, ¡con perdón! Abundan los cabrones, ¡con perdón!

-¿Y por qué?

-Pues, quizás, porque la vida también termina siendo muy cabrona, ¡con perdón! La vida es maravillosa, pero la gente la estropea, la estropeamos mucho, muchísimo. Y esto no es algo que pase ahora, lleva pasando ya siglos, yo creo que lleva pasando desde siempre.

-¡Vaya con los reyes de la creación!

-¿Reyes de qué? Yo digo muchas veces que no tengo ningún orgullo de pertenecer a la especie humana, ninguno, ninguno; al contrario, más bien preferiría ser un pájaro. En eso no tengo duda: cualquier animal es mejor que el hombre, mejor que nosotros. Tiene más nobleza cualquier lobo, y por supuesto cualquier perro. Los animales no traicionan, no manipulan, todo eso es patrimonio del ser humano.

-¿Decir eso no le causa tristeza?

-Es triste lo que digo, pero ¡hay tantas cosas que causan tristeza y que son mucho peores que ésta!

-¿Por ejemplo?

-La traición, que te traicione alguien que ha merecido tu confianza; y el desagradecimiento en general, y la crueldad. Cuando ves la crueldad, incluso con los animales, dices 'pero, ¿cómo es posible?, ¿cómo es posible que disfrutemos haciendo el mal?' Podría vivir mil años y seguiría sin entenderlo, no entiendo nada.

-Decía usted que de tener algún reino, sería el de la duda. Pero, a estas alturas de la película, algunas certezas tendrá, ¿no?

-¡Claro que sí! ¡El amor! El amor existe y es la cosa más maravillosa de la vida, y también creo que existe la belleza, y la posibilidad de verla y de disfrutarla. Y otra certeza también muy grande que tengo es que el mal existe, y que es más numeroso que la bondad.

-¿Cómo se puede combatir?

-Ay, hijo, si yo lo supiera sería muy feliz. ¡Soy escritora, buena o mala pero escritora, pero lo que no soy de ninguna manera es adivina!

-Tiempo de crisis y de nervios, ¿cómo lo está viviendo usted?

-Yo he sido siempre una mujer de gustos muy sencillos, y hasta ahora, de momento, mi economía sigue igual, porque yo siempre he estado en crisis económica.

-¿Percibe a la gente inquieta?

-La verdad: yo salgo ya poquísimo, por mi edad y por mi salud, la primera ya muy avanzada y la segunda muy puñetera, y ya no hablo con tanta gente como lo hacía antes, ya no puedo estar tan pendiente de las cosas; estoy menos al tanto de forma directa de lo que está ocurriendo, aunque leo mucha prensa. A algunas personas sí que las noto muy preocupadas, pero ¿sabes lo que creo?

Una mujer asombrada

-¿Qué?

-Que los ricos están más preocupados con la crisis que los pobres, porque no quieren perder ni el más pequeño de sus privilegios, no están dispuestos al más mínimo sacrificio. Ha sido siempre así, y no creo que ahora vaya a cambiar este hecho.

-¿Qué le sigue sorprendiendo?

-¿Qué?

-¿Qué le sigue sorprendiendo?

-Cantidad de cosas, sigo siendo una mujer asombrada, asombradísima. Me asombra mucho la conducta humana, por acción o por complicidad. Me asombra mucho que alguien robe, por ejemplo, pero me asombra casi más que la gente a su alrededor lo encuentra normal, lo acepte. Siempre he sentido inquietud porque llevo muchos años viendo que los que dominan casi siempre son los malos de la película.

-Está pasando con los políticos corruptos, que son aplaudidos por sus votantes, al menos por algunos de ellos.

-¿Cómo es posible?, ¿qué nos pasa? Yo me niego a ver como normal lo que no lo es. Me llama mucho la atención que no se indignen, me irrita esa actitud cómplice, ese silencio alrededor de los que abusan, de los aprovechados, de los sinvergüenzas...

-¿Ha perdido por completo la fe en la política?

-Nunca la tuve, así es que ni la he perdido, ni la perderé.

-¿Con qué se divierte?

-Leyendo, dibujando, ¡tomando copas! Pero, una cosa...

-¿Qué?

-... que no se me olvide decir que tomando copas con mis amigos, no sola; con mis amiguitos, tranquilamente. Unas copas...

-¿Qué dejó en el camino?

-Perdóname, pero es que no te oigo nada de nada.

-Le preguntaba sobre lo que usted dejó ya en el camino...

-Muchísimas cosas, algunas con pena y otras con alegría; aunque, la verdad, he dejado en el camino más cosas con pena que con alegría.

-¿Por ejemplo?

-¡La vitalidad! Bueno, la vitalidad la tengo pero el cuerpo no me sigue, no me hace caso. Eso de no poder salir sola a la calle, qué triste...; hasta para ir a la peluquería que hay enfrente de mi casa me tiene que acompañar mi hijo o alguien. La pérdida de la salud es algo tremendo...; y el corazón, como lo he usado tanto, pues está también delicado. ¿No era la Jurado la que tenía una canción que decía 'me duele el corazón de usarlo tanto' o algo así?

-Pues, no sé qué decirle.

-No me digas nada, qué más da, tampoco es que fuese la canción de mi vida, ni mucho menos.

-¿Qué es lo más importante que ha aprendido?

-¿Lo más importante que he perdido?

-No, lo más importante que ha aprendido.

-La tolerancia, lo importante que es la tolerancia, lo importante que es intentar comprender a los demás. Yo, de joven era un poco guindilla, y con los años he aprendido a comprender. La palabra perdonar no me gusta, porque donde hay perdón hay culpa, y me cuesta mucho a mí culpar a una persona de algo. Como decía Ortega, no podemos olvidar que no sólo está el hombre, está el hombre y sus circunstancias. Aprender a intentar ponerte en la piel del otro, es importantísimo, y yo creo que lo consigo bastante.

-¿Ha gozado mucho?

-Muchísimo, pero también las he pasado canutas. ¡Nunca me he aburrido, no sé lo que es aburrirse! Una amiga mía, escritora, buena escritora y económicamente desahogadísima, me decía: 'Es que yo me aburro'. ¿Cómo que te aburres, mujer? Con una biblioteca estupenda, con unos hijos maravillosos, con dinero para poder viajar por todo el mundo...; si me dijera que es desgraciada lo comprendería, pero que se aburre, ¿cómo es posible aburrirse?

-¿Huye de algo?

-Sí, de algunas personas. Las hay que llevan el mal dentro, sí, sí, el mal en sí mismo, el mal puro y duro.

-¿Le angustia el futuro?

-Yo no tengo ya futuro, hijo, el futuro no es ya un asunto mío; y, no creas, estoy encantada de no tenerlo (risas). Yo me dedico a leer, y a escribir otro libro que tengo en ciernes, del que no te puedo contar nada, y el futuro no me tiene en cuenta. Hace un año publiqué mi último libro, 'Paraíso inhabitado', ¡no está mal, con 85 años que cumplo el día 26 del mes que viene! Ahí están mis temas de siempre: la pérdida de la inocencia, la crueldad, también la esperanza...; y el sentido del humor, que nos salva mucho; y la risa, ¡ay la risa! La risa alarga la vida. Yo creo que he llegado a esta edad por todo lo que me he reído en este mundo.

-Recientemente le preguntaron a Woody Allen...

-... ¡me encanta!

-Le preguntaron qué opinaba de la muerte y respondió: «No soy partidario». ¿Qué tiene que decir?

-Que yo tampoco soy partidaria. A mí la muerte me da un miedo horrible, desde pequeña le he tenido mucho miedo.

-¿Le acompañan buenos recuerdos de amor?

-De amor los tengo estupendos, porque tuve la suerte de vivir durante 28 años con el hombre más maravilloso que he conocido, mi segundo marido (la escritora lo llama «el bueno»). Fue un tiempo glorioso...; ¡un día hicimos el amor en el lejano Río de las Perlas, ya puedes imaginarte! Mi vida ha sido extrema, cuando he gozado lo he hecho hasta las últimas consecuencias, y cuando me han venido los golpes los he recibido sin parar.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad «Abundan los cabrones, ¡con perdón! La vida es maravillosa, pero la estropeamos muchísimo; no siento orgullo de pertenecer a la especie humana»