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Rafaelillo da un calibrado y sereno pase de pecho al segundo de su lote en la plaza de Las Ventas. :: GUSTAVO CUEVAS/EFE
Rafaelillo acaricia la Puerta Grande
Cultura

Rafaelillo acaricia la Puerta Grande

Joselillo resulta herido grave en una corrida incompleta con toros de Dolores Aguirre. El murciano conquista una oreja en Las Ventas gracias a una gran faena con excelente estocada

BARQUERITO

Lunes, 10 de mayo 2010, 09:47

Había habido fiesta: tres tremendos toros de Dolores Aguirre propicios, de distinto estilo dentro del canon clásico del encaste Atanasio y en su mejor versión; la madurez y el arrojo de Rafaelillo para acoplarse, entenderse y ponerse con dos de esos tres toros, con todos los cuales hubo que saber andar, estar y resolver con listeza; la llamativa falta de sitio de Fernando Cruz con un segundo de Dolores que, demasiado castigado en varas, se puso complicado; un turno sólo peleón de Joselillo con un tercer pupilo de Dolores de los que metieron la cara sin recelarse ni reservas; un bondadoso toro de la línea Torrestrella de Fernando Peña con el que no se centró Fernando Cruz.

Todo eso había pasado antes de soltarse el sexto de corrida. Incluso una rara polémica había habido: por negarle la oreja del primero de corrida a Rafaelillo el presidente en un recuento exigente de pañuelos; y otra polémica por negársele a Rafael la segunda oreja del cuarto. Esta fue polémica doble: unos protestaban reclamando esa segunda oreja; otros protestaron la oreja por sentir que Rafaelillo renunció a matarlo de estocada. El toro, herido de pinchazo hondo tendido, dobló tras tres capotazos de rueda de banderilleros y Rafaelillo consintió en que fuera apuntillado. Y por eso le pusieron la proa quienes se la pusieron al final de la vuelta al ruedo. Un borrón para lo que estaba siendo un triunfo con ese ruido apoteósico de los domingos de San Isidro. Entregado el público. Tanto como lo estuvo el torero murciano.

Tres toros de nota de Dolores, dos distinguidas faenas de Rafaelillo con el viento enredando los vuelos de la muleta, la polémica, un espectáculo de gran seriedad, muy singular… Todo eso pasó a ser historia por un azar privativo de los toros. Se soltó un sexto toro de jurásico porte. Por frentudo, por el encaje de cabeza en tronco. Cinco años y medio, negro, largo, hondo, hirsuta pelliza en el morrillo, cuello frondoso y astracanado. 600 kilos. Bizco, con menos cara que cualquiera de los otros cuatro toros de Dolores, pero daba más miedo que los cuatro juntos.

Dos derribos, detalles generosos y espectaculares de Tito Sandoval a caballo, arreones diversos, pelea de bravucón, escarbaduras. Lidió con calor y cabeza al toro el salmantino Manolo Linejo. El toro estaba por irse de manso cuando, impensadamente, Joselillo decidió abrir faena de largo: en tablas el toro, casi en el platillo el torero.

No llegó ni a haber reunión porque el toro se frenó antes de entrar en suerte. A las tablas se vino a faenar Joselillo, pero a merced del toro, que al tercer viaje, como había avisado en los dos previos, hizo por él, lo prendió y le pegó tres palizas terribles -dos en el aire y una en el suelo- y, además, le hirió gravemente en el muslo. Una sensación de angustia fue la última conmoción de esta corrida tan particular de principio a fin.

Incansable

No se cansó de torear Rafaelillo, ni le hizo siquiera desistir el viento que lo descubrió tantas veces durante la faena al primero de Dolores, que tuvo nobleza. Fue una faena ordenada y pausada, generosa por las dos manos, bien prensada, mejor resuelta, algo larga, porque Rafael parecía estar esperando que se echara el viento para cuajar la tanda que quería. Una estocada excelente como final.

De buen torero y de mucha emoción la faena del cuarto, toro pronto, de los de darse a la manera de Atanasio -poco a poco pero cada vez más-, templado, traído, gobernado. Sujetado las dos o tres veces que el toro pareció medir la distancia de las tablas. De gran entrega radiante y rabiosa dos últimas tandas con la derecha. De saber ganarle a un toro la partida de verdad. Y, luego, la polémica renuncia a matar de verdad. Que hubiera sido la puerta grande con que viene soñando Rafaelillo hace cuatro o cinco años.

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