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GONTZAL DÍEZ
Lunes, 8 de marzo 2010, 11:50
Miguel Orihuela, Miguel barro, Miguel limón, Miguel compañero del alma, Miguel toro... Todos los poetas que encierra un poeta, todos los hombres que encierra un hombre. Miguel Hernández contado a los niños. Miguel luminoso y Miguel oscuro, Miguel libre y Miguel preso. Rosa Navarro Durán se acerca a la vida y obra del autor de 'Perito en lunas' y 'Viento del pueblo' y con palabras directas, sin rodeos; construye una biografía rápida, didáctica y esencial. Y esa es la gran virtud de 'La vida y poesía de Miguel Hernández contada a los niños'.
- ¿Cuál sería la característica principal de Miguel Hernández, no el poeta sino el hombre?
- Miguel Hernández fue un luchador por aquello en lo que creía: en primer lugar, por la poesía, su gran pasión; luego, por sus ideales políticos. Se entregaba con toda su alma y era un hombre íntegro. Con las manos vacías siempre, luchó y luchó por sus ideales hasta el último momento. Uno de sus intensos poemas, 'Sepultura de la imaginación', lo retrata muy bien: 'Un albañil quería, piedras tras piedra, muro / tras muro, levantar una imagen al viento /desencadenador en el futuro'. Acaba trágicamente: 'Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra / fueron precipitados él y el viento', como su vida. Pero esa obra, su poesía, ha encerrado su vida y la fuerza del viento, y está ahí, viva, intensa, con una fuerza de huracán verbal. Por ello es tan importante leerla y transmitirla, porque encierra la belleza y la fuerza de la pasión lírica de un hombre.
- ¿Por qué este libro dirigido a niños?
- Los niños son nuestro futuro, y hay que transmitirles nuestros conocimientos para que ellos, a su vez, los hagan suyos y puedan legarlos a la siguiente generación. Educar es transmitir conocimientos, y entre ellos está la obra de nuestros grandes creadores, que forman parte de nuestra cultura; Miguel Hernández es uno de ellos. Aprovechando la celebración del centenario, que conlleva una difusión mucho mayor de la figura y la obra del poeta, me pareció que contribuiría a esa transmisión de cultura de una manera amena escribiendo para los niños una breve vida del poeta entremezclada con algunos de sus mejores versos. Nada nos queda mejor impreso en el recuerdo que lo que vemos cuando niños, y Jordi Vila Delclós, que es ilustrador maravilloso, ha sabido crear una atmósfera sugestiva, hondamente cálida incluso en la dureza de lo que tiene que decir, y me ha dado el marco adecuado para situar en él a la palabra del poeta, creada al mismo tiempo que vivía.
- Poesía en tiempos de ciberniños. ¿Son compatibles?
-Claro que sí. La poesía es de todos los tiempos. Cambia la forma de transmisión, pero las personas somos iguales. Y los niños tienen una capacidad extraordinaria para hacerse suyas las tecnologías (que para ellos no son 'nuevas') o para emocionarse al escuchar historias conmovedoras o quedarse impresionados ante bellas imágenes en bellos libros, escritos con palabras dirigidas a ellos.
- ¿Qué enseña la poesía a los niños?
- La poesía es palabra musical, con ritmo; por tanto, se mete dentro del alma mucho más fácilmente. El niño lo nota porque tiene recién estrenadas todas sus facultades y está abierto a todo tipo de sugerencias. Leyéndole poemas, se puede educar su oído a esa música del verso, y al mismo tiempo, se le abre el mundo de la belleza de las palabras, de las ideas. Claro está que debe hacerse con poemas leves, musicales, para ir lentamente acostumbrándole a ese espacio del canto íntimo.
- ¿Qué enseña la poesía a los adultos?
- La lectura de un poema es siempre una experiencia renovada para el lector si se siente capaz de hacerlo suyo en ese instante, si puede asumir su vivencia gracias al lenguaje con que se la ofrece. Miguel Hernández ha sido siempre uno de 'mis' poetas, y al serlo, me ha enseñado formas de decir vivencias, me ha dado palabras para poder expresar emociones. Esa es la gran enseñanza de la poesía: llevarnos a espacios verbales intuidos, regalarnos con expresiones que nunca hubiéramos alcanzado, pero que buscábamos a partir de nuestros sentimientos. Una vez leído el verso que se nos ha metido en el fondo del alma, no lo olvidamos nunca aunque seamos incapaces de reproducirlo con exactitud, porque nos ha permitido pensar lo que sólo intuíamos.
- Es un libro esencial, en el buen sentido, y sencillo, en el mejor sentido; con un lenguaje simple y directo. ¿Una tarea complicada?
- No me fue fácil hacerlo. Tuve que limar y limar para quitar lo áspero y llegar a lo sencillo, que es siempre lo más difícil. Sabía muy bien lo que quería decir porque en mis clases comento todos los años poemas esenciales de Miguel Hernández, porque su voz, honda, que sale de las profundas aguas líricas de los pozos del sentimiento, forma parte de mis inolvidables experiencias líricas.
- Usted dice: 'sin leer, no se puede escribir...'.
- Es así. Es la gran enseñanza que he querido unir a la vida del poeta: si él no hubiera leído tantos, tantos libros, hubiera seguido escribiendo poemillas adolescentes como los que le salían de dentro al comienzo. El poeta indudablemente nace, pero si no cultiva esa facultad suya sumando lecturas y más lecturas y más lecturas, no conseguirá más que versos esforzados y siempre iguales. Sólo si se sumerge en la gran corriente literaria leyendo, podrá alzarse por encima de sus límites y volar líricamente.
- También habla de la necesidad de encontrar un 'camino propio'.
- Es esencial. Los humanistas del Renacimiento, que tenían una vasta cultura, decían que un escritor no puede ser hormiga, acarreando materiales de otros; que todo creador debe ser abeja, libando de las flores de los grandes escritores y creando su propia miel, su propia obra. A eso me refiero cuando hablo del camino propio. Miguel Hernández supera su etapa inicial, su época de aprendizaje lector y consigue escribir de modo distinto, logra un estilo propio, reconocible, porque es un gran poeta. Si no hubiera tenido las facultades innegables que le llevaron a la búsqueda incansable de su propio camino después de leer y leer, no hubiera sido más que uno de tantos poetas como ha habido y hay. Sólo se logra ser Poeta con mayúscula si se junta la indagación lectora con las cualidades propias y la pasión por el hallazgo de otra senda nueva.
- Retrata a un Miguel Hernández apasionado por la palabra.
- Lo era. La poesía fue su gran pasión, y es el 'verbo', la palabra, la materia de la poesía. Al leer a Góngora (se nota su lectura en 'Perito en lunas'), aprendía formas de decir de otra manera las cosas. Y lo mismo le ocurría con Quevedo; se nota su lectura en sus poemas, pero Miguel Hernández en su búsqueda llega a otro lugar: 'Umbrío por la pena, casi bruno, / porque la pena tizna cuando estalla'. No hay más que ver las ues de este comienzo, la aliteración creada con esas vocales negras, para darnos cuenta de su búsqueda verbal.
- Un poeta que vive dos vidas paralelas: la guerra y el amor...
- Sí, por desgracia, tuvo que vivir -y él fue una víctima- esa espantosa guerra civil, que nunca tuvo que haber existido. Es un poeta enamorado, que vive intensamente el amor correspondido ytambién las punzadas del deseo insatisfecho, pero al mismo tiempo tiene unos ideales políticos muy claros, y lucha con todas sus fuerzas para que no existan más niños yunteros, para salvar a su patria de un levantamiento que la iba a sumir en un tiempo de silencio, en años de plomo. Le confesaré que no puedo identificarme con sus poemas bélicos porque son fruto de una circunstancia que me aterroriza, aunque entiendo perfectamente que los escribiera. Ponía su única arma, la palabra, al servicio de una lucha en la que creía.
- Un hombre alegre que escribe: 'el hombre acecha al hombre'.
- Tenía razón y muchas razones para escribirlo desde su dolorosísima experiencia. Lo que me asombra es que hasta el último momento pueda ver la luz de la esperanza: 'Pero hay un rayo de sol en la lucha / que siempre deja la sombra vencida'; en cambio, puedo comprender muy bien que diga al final 'Soy una cárcel con una ventana / ante una gran soledad de rugidos'. Miguel Hernández, como otros grandes hombres, fue un perdedor; pero su obra fue su gran herencia, y tenemos que ser capaces de leerla, de vivirla, de transmitirla para remediar un poco esa injusticia, pero sobre todo porque es intensamente bella y nos enriquece como personas. Su obra forma parte de nuestro patrimonio cultural.
- ¿Qué nos enseña la poesía de Miguel Hernández?, ¿cuál sería la enseñanza básica?
- Muchas cosas, tantas como podamos vivir al leer los poemas que hacemos nuestros. Tiene belleza, musicalidad, hondura, pasión; nos lleva de la mano a territorios inexplorados en la lírica. Cada lector puede extraer su enseñanza. Tal vez su vida unida a la poesía nos da una gran lección humana: ¡cuánto puede lograr luchando un hombre si pone pasión en ello! Desde su humildad, desde su condición de joven que tiene que formarse al margen de las instituciones académicas, se ha convertido con su tesón, con su pasión, con su amor por la palabra, en uno de los referentes indiscutibles de la creación poética española del siglo XX.
-Se detiene usted en el Miguel Hernández 'poeta de la naturaleza', al que no le gusta pisar el asfalto.
-Sí, porque 'El silbo de afirmación en la aldea' es uno de 'mis' poemas. Y me pareció que definía muy bien a ese joven que vive en contacto con la naturaleza, que dice. 'Alto soy de mirar a las palmeras, / rudo de convivir con las montañas'. Si algún día en mi ciudad se para el metro en un túnel, me viene enseguida a la memoria su : '¡Metro!: ¡qué noche oscura !'. El vivió mirando la naturaleza, paladeándola, muchos años, y se nota en su asimilación de palabras del campo, en su capacidad para captar su belleza. Uno de sus sonetos comienza: 'Como queda en la tarde que termina, / convertido en espera de barbecho / el cereal rastrojo barbihecho, / hecho una pura llaga campesina...'. No hay más que ver las palabras del campo que hace poéticas en esos versos (incluso consigue dar lirismo al verbo 'estercolas' en la 'Elegía a Ramón Sijé'); pero también cómo sabe captar la luz del crepúsculo. Enseguida hablará de que 'el aire amansa / y todo lo avalora y lo serena', y ahí está esa mirada de un experto cazador de crepúsculos, pero también un lector de fray Luis.
- 'Fue todo corazón'. ¿Tres palabras que resumen una vida, una forma de estar en el mundo?
- Yo creo que sí. Pasión, sentimiento: corazón.
- Es también un poeta que habla de niños, qué canta a los niños.
- Sí, y lo hace con mucha ternura. Las 'Nanas de la cebolla' son una maravilla. Tienen toda la dureza del momento vivido, ¡su mujer no tiene más que pan y cebolla para comer! Y él no puede hacer nada, encerrado en la cárcel. Pero también se oye en los versos la música de la nana, el arrullo al niño que imagina. Los cinco dientes que sabe que tiene ya el niño en su boca los ve en el futuro como 'frontera de los besos', ¡preciosa imagen! Uno de sus poemas que me hago mío una y otra vez al leerlo -y que yo ofrecería a Unicef como lema- es 'El niño yuntero'. Cuando con el poeta veo la pregunta muda en los ojos del pobre niño sin infancia ('y por qué es carne de yugo'), se me llenan los ojos de lágrimas , y como al poeta, 'me da su arado en el pecho'.
- Y un poeta, pese a todo, optimista y luminoso.
- Así es. Es otra de sus grandes lecciones, que nunca hay que olvidar. ¡La esperanza, siempre!
- Es una vida dura la de Miguel Hernández en un tiempo duro, poeta en guerra, poeta preso, poeta al que se deja morir encerrado. ¿Cómo se ha planteado contrarla?
- Sin mentir, pero sin angustiar al niño. Tengo el máximo respeto por los niños, que llevan en sí las semillas de lo que van a ser, y hay que mimarlas, cultivarlas, alentarlas. Quiero que aprendan, pero sin dolor, sin angustia, sin engaño. Contándoles lo que pasó, pero intentando sacar de ello esas lecciones que usted y yo hemos ido comentando: su pasión por la poesía, su voluntad de aprender, sus continuas lecturas, su lucha por lograr lo que él quería conseguir y, por último, su esperanza viva hasta el último momento.
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