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Vértice geodésico de la sierra.
Bordeando el Piñonico
PIÉRDETE

Bordeando el Piñonico

Caminata por la Sierra de Quibas (Abanilla), la 'esponja' de la que bebe el río Chícamo

MIGUEL ÁNGEL RUIZ maruiz@laverdad.es

Viernes, 5 de febrero 2010, 01:42

El Noreste de la Región guarda rincones donde la actividad humana aún mantiene una relación armoniosa con el medio natural. Donde los cultivos de secano y las casas de labor tradicionales se relacionan con respeto con las montañas y la masa forestal. Uno de estos lugares es la Sierra de Quibas y su entorno, en Abanilla, donde podemos hacer una excursión de media jornada para conocer una zona de la geografía regional que está aún por descubrir.

Desde las ruinas de la Venta Casa del Pino, en La Zarza, tomamos un camino asfaltado que sube hacia la sierra en línea recta, cruzando la carretera principal. Atravesamos campos de vides, de almendros y de olivos ganados al monte hasta llegar al fin del camino; ahora giramos a la izquierda para bordear la montaña por una senda, y abordamos la subida a la cuerda de la sierra por el este, buscando la pendiente más suave posible. Lo cerrado de la vegetación nos indica lo poco transitadas que están estas elevaciones, donde la coscoja cubre casi todas las laderas que dan al norte. Una vez situados en el lomo de la sierra, ascendemos hasta el vértice geodésico (966 metros), desde donde podemos disfrutar de unas vistas excepcionales: al sur, el valle de Balonga, al norte la Sierra del Carche, al oeste La Pila, y al este el desagradable impacto visual de unas canteras que se comen la montaña. Para descender, cresteamos en dirección oeste a través de auténticos túneles vegetales, pasamos por la cumbre de la sierra (971 m.) y sorteamos -¡precaución!- una sima con dos entradas.

Después rodeamos la mole del Piñonico (969 m.) y bajamos atravesando una selva de pinos, sabinas, zarzaparrillas, esparragueras, madroños y aladiernos. En esta zona hay que tener cuidado porque la pendiente es muy acusada, aunque enseguida llegamos hasta los campos de secano que se extienden junto a la base de la sierra. Girando a la derecha, un cómodo camino nos devuelve a La Zarza.

En este último tramo de la caminata comprobamos que las viviendas de recreo están surgiendo como setas junto a la falda del monte, en cuyas entrañas se localiza el acuífero que alimenta el río Chícamo, un curso de agua que aflora unos kilómetros más abajo, cerca de Macisvenda.

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