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CARLOS BENITO
Lunes, 27 de octubre 2014, 11:08
La corrupción es un monstruo subterráneo y amante de la oscuridad, que solo de vez en cuando nos deja ver alguno de sus tentáculos, así que resulta difícil estimar el tamaño real de esta bestia fea y dañina. Un cálculo fiable y bastante prudente es el del profesor alemán Friedrich Schneider, que ha cifrado su alcance en España en torno al 1% del Producto Interior Bruto, lo que equivale, con cifras de 2013, a unos 10.230 millones de euros anuales. Otros estudios elevan enormemente esa cantidad: tres expertos de la Universidad de Las Palmas la han multiplicado por cuatro, hasta 40.000 millones, según una fórmula que tiene en cuenta cuestiones como su coste social o el efecto nefasto que ejerce sobre la inversión extranjera.
SI FUERA UNA PAGA EXTRA...
Pero basta con la estimación más modesta para empezar a hacernos una idea de la cantidad de dinero que se están embolsando nuestros corruptos y que, por tanto, estamos perdiendo todos los demás. Diez mil millones de euros anuales son un montón de pasta, una de esas magnitudes que exceden la comprensión inmediata y que pueden volvernos la mente del revés si nos empeñamos en convertirlas a pesetas: daríamos ahí ya el mareante salto a los billones, 1,6, sea eso lo que sea. Los diez mil millones y pico, en monedas de euro, rodearían seis veces el Ecuador o llegarían de sobra para formar una fila que recorriese toda la red nacional de carreteras. Quizá la única manera de asumir lo que nos están robando sea, en fin, repartirlo, que en este caso es lo mismo que devolverlo a sus dueños.
Descubrimos así que cada español está entregando 219 euros anuales a los corruptos, una aportación involuntaria e inevitable de cuatro euros y veinte céntimos a la semana.
Con los diez mil millones de 2013 se habría podido crear, por ejemplo, una beca para todos los bebés que nacieron a lo largo del año: les habrían correspondido unos 24.000 euros a cada uno, lo que viene a suponer una panadería completa debajo del brazo. La cifra es tan abultada que resiste incluso la generosidad universal: tocaría a un euro y cuarenta céntimos para cada habitante del planeta, desde Nueva York hasta Calcuta, desde Groenlandia hasta Tasmania. El jueves se celebró el Día Mundial de la Alimentación, así que no se puede soslayar un dato estremecedor: según el Programa Mundial de Alimentos, con 2.500 millones de euros nos las arreglaríamos para atender a los 66 millones de niños en edad escolar que pasan hambre. Eso es lo que se echan al bolsillo en un trimestre los corruptos españoles.
130 metros cuadrados
Los famosos diez mil millones de euros darían de sí para pagar doce mensualidades del salario mínimo a 1,3 millones de españoles. O para echar una mano a las 38.961 familias que se quedaron sin casa en 2013 a causa de los desahucios: podríamos comprar a cada una casi 130 metros cuadrados de vivienda nueva, a precio de mercado y pagados a tocateja. Otras opciones más internacionalistas son las de cubrir las pérdidas que provocó el devastador tifón de Filipinas, reconstruir Gaza tres veces (pero esperemos que con una valga y no la vuelvan a arrasar) o abonar la deuda externa de Montenegro, Guinea Ecuatorial, Haití, Afganistán, Mongolia, Sierra Leona, Camerún y Mali. Sí, sí, de todos ellos, como quien invita a una ronda en un bar. Y, por supuesto, ya que estamos hablando de un porcentaje exacto del PIB, la cifra coincide poéticamente con otra que manejó en su momento el Gobierno: a diez mil millones de euros se elevaban los recortes en Educación y Sanidad que impuso Rajoy hace un par de años.
Si repartiésemos por provincias, tocaría a 200 millones. Lo suficiente para que cada uno de los cincuenta territorios se comprase un Boeing 777-200ER, mandase a mil personas al espacio con Virgin Galactic, regalase un Citröen C4 a 17.700 vecinos, levantase y equipase cuatro centros médicos como el Hospital de Llíria (por mencionar un centro que todavía no se ha inaugurado) o, en fin, igualase la oferta del Manchester United y tratase de fichar a Cristiano Ronaldo para un equipo de la provincia, aunque lógicamente no habría Ronaldos para todos y tal vez no fuese la manera más inteligente de invertir el dinero recuperado.
Probablemente lo más ilustrativo sea distribuir este dinero por hogares: lo que roban los corruptos equivale a una bonita paga de 560 euros para cada familia española, quizá en forma de uno de esos billetes de quinientos que en tantas casas no se han visto jamás. Con esa cantidad se podrían cubrir cincuenta días de cesta de la compra o cinco meses de combustible de todas las familias españolas. Claro que a lo mejor sucumbimos a la tentación de gastarlo todo al estilo Rodrigo Rato, en ese apartado de 'club, salas, fiesta, pub, discoteca' donde echaba humo su tarjeta 'black' de Bankia. Con los diez mil millones de euros llegaría para pagar todo lo que consumimos los españoles en bares y restaurantes durante casi cuatro meses. Nos daría tiempo a brindar unas cuantas veces por el final de la corrupción, la muerte de la bestia ladrona.
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