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G. D.
Viernes, 14 de septiembre 2007, 04:05
Aliño cromático y aderezo visual. Después de haber macerado sus obras en la bodega de la Casa Pintada, ahora, refinadas, las exportan con destino a Nueva York. De Mula a la Gran Manzana. La Casa Pintada reúne a los artistas emergentes que han mostrado sus instalaciones desde noviembre de 2005 -Ana Mula fue la primera con La colmena de Babel-, sus becados (Nico Munuera y Miguel Fructuoso) y algunos de sus colaboradores para montar una colectiva en su hermana, la Gabarrón Fundation, en el centro de Manhattan, un peculiar edificio de 1902. Diecisiete creadores -trece de ellos murcianos- agrupados bajo el signo de lo mediterráneo y bajo el nutritivo epígrafe de Sal y aceite.
Una forma, según Antonio Parra, director de la Fundación Casa Pintada, de «subrayar la particularidad dentro de la universalidad», algo «imprescindible para destacar en el laberinto de propuestas en la que sigue siendo capital de la vanguardia y altavoz del arte del futuro». Vídeos, fotografía, pintura y obra gráfica. Toda una compleja, cosmopolita y heterogénea visión de la actualidad, que se podrá ver del 18 de septiembre al 26 de octubre.
Creación y reflexión
Para esta muestra de artes visuales en Nueva York, con un presupuesto de 50.000 euros, se ha elaborado un catálogo en castellano e inglés en el que colaboran prestigiosos especialistas como la galerista y comisaria neoyorkina Elga Wimmer, el crítico Fernando Castro Flórez o el director del Cendeac Miguel Ángel Hernández Navarro, que en su muy interesante texto niega el «sabor español» de los artistas seleccionados
La bodega del siglo XVIII de la Casa Pintada se ha convertido en una zona de creación y reflexión del nuevo arte con propuestas especialmente realizadas para este espacio simbólico. Clara Boj y Diego Díaz crearon allí una de las instalaciones más potentes, reflexivas y fascinantes de la última temporada: hicieron hablar al agua, en una sabia combinación de nueva tecnología y memoria. Ellos forman parte de esta expedición en la que también destaca una obra de Sara Serrano y Eduardo Balanza con el sugerente -y posiblemente polémico- título de Atta Airlines, una instalación en la que una voz explica como utilizar el servicio de seguridad de estas aerolíneas, que incluye chaleco antibalas, una botella de vodka, tranquilizantes, un arma y su munición. Elga Wimmer también destaca en el catálogo la aportación de David dLoruiz en Resonance light, unos dedos que recorren una hoja en Braille, «tocando, buscando, sondeando la superficie del papel suavemente, como si de piel se tratara».
Sal y aceite también se expondrá en Murcia, en la sala El Martillo de la CAM, tras su paso por Nueva York, y recorrerá varias ciudades del Mediterráneo.
Como colaboradores de la muestra en esta exposición exclusiva de la Casa Pintada, que ha organizado y patrocinado casi el total de sus costes, aparecen en el catálogo, además del ayuntamiento de Mula, el Instituto de la Juventud de la consejería de Cultura; la Caja Mediterráneo y la Gabarrón Foundation de Nueva York.
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