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LA TRIBUNA DE 'LA VERDAD'

Locura urbanística

JOSÉ ANTONIO GARCÍA CHARTON

Jueves, 5 de julio 2007, 03:20

Este fin de semana, como miles de murcianos, he ido a pasar un día de playa. Y, como todos, amén de atascos y caos circulatorio, me he topado a mitad de recorrido con una fila interminable de banderolas anunciando la construcción de un gran resort en el inmenso descampado contiguo, que ya un ejército de monstruosas máquinas se había encargado de desbrozar y aplanar. Varios kilómetros más adelante, una enorme urbanización se pierde de vista a ambos lados de la carretera. Y al llegar al mar, claro, un amasijo de ladrillo y hormigón, en el que no se vislumbra parque o zona verde alguna, tapiza las laderas más privilegiadas de las lomas otrora revestidas del oloroso matorral mediterráneo.

Como bien sabemos, no es ésta la descripción de una situación puntual, sino la imagen de la nueva Murcia. Y, desgraciada pero inexorablemente, esto no ha hecho más que empezar. Esta semana, un año más, la organización ecologista Greenpeace nos ofrece su diagnóstico de la situación caótica de las costas españolas en su informe «Destrucción a toda costa». Este periódico ya se hizo eco de algunos de los escalofriantes datos de este informe para Murcia, en triste sintonía con lo que nos vienen detallando en los últimos años movimientos regionales como Ecologistas en Acción o ANSE. Entre estos datos podemos destacar los siguientes:

En el conjunto de la Región de Murcia hay planes para construir 800.000 viviendas de aquí a 2015, con las que podríamos triplicar la población regional en menos de 10 años.

Con 272 kilómetros de costa, Murcia ya ha presentado planes para construir 308.000 viviendas en sus municipios litorales (en las que podrían vivir hasta 1 millón de personas), a las que hay que sumar 20.000 plazas hoteleras, 35 campos de golf y tres puertos deportivos para 2.500 nuevos amarres. Eso supone que se construirán más de mil casas por cada kilómetro de costa; la cifra más elevada del litoral español.

En los últimos cinco años, la Consejería de Obras Públicas murciana ha autorizado la construcción de 195.000 residencias repartidas por 45 municipios. Una de cada tres nuevas viviendas de la región está vinculada a un campo de golf.

La actuación del Ejecutivo regional desprotegiendo 14.000 hectáreas fue llevada ante el Tribunal Constitucional, que aún no ha fallado. El Gobierno regional ha avisado por escrito al Constitucional de que construirá de todas maneras. A la espera de la sentencia, planes urbanísticos como la urbanización de Marina de Cope (11.000 viviendas y 23.000 plazas hoteleras), prosiguen.

El litoral murciano presenta una treintena de vertidos sin autorización y otros 50 autorizados.

Podría extenderme aquí sobre los problemas ambientales generados por tales excesos urbanísticos (consumo desorbitado de agua y espacio, multiplicación de las necesidades de transporte, contaminación del aire, ingente gasto de energía, fragmentación del hábitat de la fauna y flora autóctona y consiguiente extinción local de especies, etc.), sobre la distorsión social producida por la llegada de cientos de miles de ciudadanos encerrados en verdaderos guetos totalmente desconectados de la realidad que los circunda, con la problemática generada por el dramático incremento de la demanda de servicios (sanidad, educación, saneamiento...), o, en definitiva, sobre lo insostenible de un desarrollo basado en una única actividad económica, que además de depredadora de espacios y recursos, resulta extremadamente frágil, al depender de factores tan volubles y cambiantes como los gustos y necesidades del turismo internacional, o los ciclos de un mercado mundial fiero donde los haya, poniéndose de este modo en peligro la prosperidad de futuras generaciones a cambio del lucro inmediato de unos pocos.

Pero hoy mi murcianismo más atávico puede con mis intentos de presentar argumentos en contra de esta sinrazón, y no alcanzo más que a lanzar estas preguntas: ¿cómo es posible que estemos aceptando y consintiendo tamaña barbarie con nuestros paisajes, nuestra costa, nuestro litoral, nuestros humedales, nuestros valles, pero también con nuestra calidad de vida? ¿Por qué los murcianos aceptamos y consentimos esta aberrante escalada constructora? ¿A qué obedece que estemos dispuestos a dejar para los anales semejante atropello, y que nuestros hijos y nietos aprendan, con vergüenza ajena, el modo en que, en una sola década, fuimos capaces de dilapidar el patrimonio natural y paisajístico que nos legaron nuestros padres?

Sinceramente, no creo que haya mayor urgencia en nuestra Región que parar esta locura urbanística.

José Antonio García Charton es doctor en Biología, e investigador del Departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia.

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