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ESPERA. Dos mujeres aguardan en la valla el paso del Rey. / J. LEAL
«¿Señor guardia, que en la bolsa sólo llevo unas habicas frescas!»
REGIÓN MURCIA

«¿Señor guardia, que en la bolsa sólo llevo unas habicas frescas!»

Cientos de personas reciben entre aplausos al Rey en San Agustín Guardaespaldas, fotógrafos y una extensa comitiva dieron color al acto

A. BOTÍAS

Viernes, 2 de marzo 2007, 03:44

Sucedió a última hora, cuando la calorina reblandecía el ánimo de cuantos aguardaban la salida del Rey, amparándose en esa cálida sombra próxima al sol, que en la huerta llaman resol. Una mujer, que dijo llamarse Encarna, se acercó a las vallas que delimitaban el camino que seguiría Su Majestad hasta el coche. Allí, rodeada de periodistas, dejó en el suelo, a unos dos metros del vehículo real, una bolsa blanca, cerrada. Y la buena señora se colocó sus gafas de ver de cerca. Entonces, uno de los agentes del servicio de seguridad -un armario ropero que superaba los dos metros de alto y medio de ancho, gafas oscuras, claro- se acercó a Encarna y le advirtió: «Señora, no puede estar aquí. Y, menos, dejar bolsas en el suelo». Pero la mujer, que rondaría los 70 años, sin ladearse un centímetro, le espetó: «¿Señor guardia, si en la bolsa sólo llevo habicas frescas!».

Esta anécdota, mezcla de espontaneidad, una pizca de murcianía y cierto descaro, podría resumir cuantas sucedieron ayer a la puerta del Museo Salzillo. Desde primera hora de la mañana ya pululaban por el entorno algunos ciudadanos curiosos, entretenidos con la colocación de vallas metálicas de seguridad. Luego, una hora antes de que el Rey hiciera acto de presencia, cada cual se apostaba en el lugar desde donde pensaba que vería mejor al monarca. Muchos se equivocaron. Fue el caso de Carlos Martín, un jubilado de La Alberca, que, a pesar de colocarse justo enfrente de la entrada al museo, luego apenas pudo ver nada. «Es que delante se han puesto las autoridades -se lamentaba- y me tapan el panorama». Entretanto, el ambulatorio de San Andrés se quedaba medio vacío: nadie quería perderse la visita real.

Al Rey no le recibió ninguna banda de música; pero una algarabía de ciudadanos pusieron una nota de color al inicio de la ceremonia. Por un lado, el centenar de funcionarios del Ayuntamiento de Murcia, quienes gritaban a don Juan Carlos: «¿Majestad, queremos justicia!», en referencia a sus pretensiones sindicales. Por otro, ondeaban unas cuatro o cinco banderas republicanas. Sus portadores repetían otra cantinela: «¿Borbones, a las elecciones!».

Apenas duró cinco minutos la entrada del Rey a la exposición. Y otro medio minuto su marcha después de la inauguración. A esa hora, cuando el reloj saltaba la una y el sol los aleros de los edificios más altos, la concurrencia era mucho menor. «¿No tengo yo otra cosa que hacer que estar aquí hecha un careto!», protestaba una ama de casa viendo lo tarde que se le estaba haciendo para «echar las pelotas al cocido».

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