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P. GARCÍA
Viernes, 2 de marzo 2007, 03:44
Efecto balsámico es el que ejercieron ayer el Rey y el extraordinario inicio de la celebración de los 300 años de Francisco Salzillo sobre la clase política murciana. Así lo veían Antonio Gómez Fayrén, ex vicepresidente de la Comunidad; Carlos Collado, ex presidente de la Comunidad, y Manuel Hurtado, alcalde de Ceutí, mientras compartían una caña con la prensa. «El Rey, como siempre, ha estado muy simpático, confundiéndose con la gente, y ha sido un momento que ha venido muy bien para rebajar tensiones y confraternizar un poco, dado los tiempos que corren, la que está cayendo y la que va a caer hasta mayo», comentaba Gómez Fayrén sobre el buen ambiente reinante en la recepción que siguió a la inauguración de la exposición.
De la misma opinión eran Carlos Collado y Manuel Hurtado; este último aseguraba: «Que se conjunten los esfuerzos económicos de todas las instituciones y particulares para una cosa de este tipo es loable y, en este caso, fundamental. Tenemos que dar un giro de 180 grados para que haya entendimiento entre todas las administraciones y dejarnos de enfrentamientos porque los ciudadanos lo agradecen y solucionamos más problemas».
En este distendido ambiente, el Rey, la ministra de Cultura, el presidente de la Comunidad, los patronos de la exposición, los colaboradores y los directivos de parte del empresariado murciano compartieron con los directivos de los medios un tapeo a base de jamón ibérico, palitos de queso, espárragos trigueros rebozados, mousse de gambas, zarangollo y canapés de anchoa. Todo regado con caldo de la tierra, que alegra y contribuye a exaltar la amistad.
Después de, como siempre, dejar a un lado el protocolo para codearse con todos los invitados a la recepción, de rechazar las pinzas para picar el jamón ibérico y de casi cuadrarse ante su maestro en la AGA, Ernesto Andrés Vázquez -«el primero y quizá el último que se atrevió a arrestarlo como cadete», comenta Carlos Collado-, el Rey marchó con una pequeña comitiva a probar en la finca La Cabaña el menú diseñado por Pablo González: gamba roja de Águilas en tempura, atún rojo de Mazarrón con tofú, arroz de Calasparra con verduras, secreto de chato murciano y, de postre, cítricos en diversas texturas, helado de albaricoque y gelatina de melocotón, que los comensales regaron con vino tinto de Jumilla, vino blanco de Yecla y vino dulce del Campo de Cartagena. Alimento del alma y alimento del cuerpo. El Rey se fue servido.
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