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PEPA GARCÍA
Viernes, 2 de marzo 2007, 10:29
En una mañana típica de Viernes Santo, radiante y calurosa, el Rey Juan Carlos I llegaba puntual a su cita con el escultor Francisco Salzillo, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús y la ciudad de Murcia. Eran las doce del mediodía y, arropado por el caluroso aplauso de los murcianos, así como por reivindicaciones varias -funcionarios municipales pidiendo convenios dignos y republicanos con banderas-, Su Majestad el Rey hacía acto de presencia a las puertas de la Iglesia de Jesús. Recibido por el presidente de la Comunidad, Ramón Luis Valcárcel, y acompañado por la ministra de Cultura, Carmen Calvo, saludó a las autoridades que le aguardaban.
Tras descubrir una placa, colocada en la fachada de la iglesia de Jesús, en la que se dejaba testimonio de la inauguración de la exposición Salzillo, testigo de un siglo por don Juan Carlos, el Rey inició el selecto recorrido por la muestra.
«Sensibilidad y expresión han sido las palabras que el Rey ha repetido continuamente. Unas palabras que demostraban que no sólo recorría una exposición que le impresionaba, sino que le interesaba. Esa es la sensación que todos los que le acompañábamos nos hemos llevado», comentaba eufórico Cristóbal Belda, comisario de la exposición y catedrático de Historia del Arte, que ejerció ayer de guía real de lujo.
Antes de iniciar el recorrido, el monarca firmó en el libro de oro de la Cofradía de Jesús: «Ha firmado en la misma hoja en que lo hizo su bisabuelo, Alfonso XII, la infanta Isabel, el infante Carlos y él mismo hace 49 años. Le ha hecho mucha ilusión y me ha dicho que 'ha sido un detalle magnífico'», cuenta Rafael Cebrián, presidente de la Cofradía, para quien la presencia real ha sido «un suceso extraordinario, que el Rey ha disfrutado muchísimo».
Conocedor de la obra de Salzillo, ya que, según comenta Cebrián, fue visitante habitual de la iglesia de Jesús en sus tiempos de cadete en la Academia General del Aire de San Javier, el Rey mostró su impresión ante la iluminación, así como «por lo que ha considerado un derroche de imaginación, de riqueza e incluso de sensualidad por el gran bodegón montado en la mesa, adornada como en Viernes Santo», detalla Belda. Precisamente esas magníficas viandas las disfrutaron anoche los estantes del paso de La Cena, que contaron en su menú con el cordero y la merluza, no así con las frutas, que en unos días serán sustituidas por la camarera María Luisa Gómez Sourier por frutas de cristal de Murano -como se hiciera en la Expo 92-.
Interesado por el contenido de la muestra y asaeteando a preguntas a Cristóbal Belda, el Jefe del Estado recibió como un descubrimiento los numerosos bocetos de las obras de Salzillo expuestos en la radiante iglesia de San Andrés. «Hasta me preguntó que dónde se conservaban esos bocetos que nunca había visto tan abundantes ni tan bien trabajados», comenta el comisario de la soberbia exposición, en la que, como el Rey, la ministra de Cultura destacó el color. «Decía que eran los colores de la naturaleza los que estaba viendo, que el Mediterráneo se colaba en esas policromías», detalla Belda, uno de los artífices de Salzillo, testigo de un siglo, que permanecerá abierta hasta el 31 de julio.
La fastuosidad de la Capilla de la Virgen de la Arrixaca, así como la Santa Cecilia de Roque López que la presidía; la emoción e impresión sentida por el monarca ante la anatomía del San Jerónimo de Salzillo; la brillantez de la policromía de la recién restaurada Santa Ana enseñando a leer a la Virgen niña; y el encuentro con un viejo conocido suyo y la que para el Rey es una de las esculturas más fascinantes que ha podido ver y recuerda, el San Juan de Salzillo -«la Cofradía posee una foto del padre del Rey, Don Juan, y de él mismo de niño junto al San Juan, que en la Cofradía luce un pie: San Juan, Don Juan y Juanito», recuerda un cofrade- emocionaron al monarca. Pero, sin embargo, fue la exposición del Belén la que más sorpresa le produjo.
El Rey abandonó la muestra después de recibir como obsequio de la Comunidad Autónoma dos bustos, uno de San Juan y otro de La Verónica, obra de Juan José Quirós, y un catálogo de la exposición. No dejó, sin embargo, las inmediaciones de San Andrés, donde se celebró la recepción del Rey para autoridades e invitados. Como caso excepcional, esta vez la prensa no fue invitada al vino de honor.
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