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PEDRO VILLALAR
Martes, 13 de febrero 2007, 03:01
La trascripción de las intervenciones de Vladimir Putin en declaraciones a Al Yazira tras la cumbre mundial sobre seguridad de Munich y antes de visitar Arabia Saudí revela unas cualidades políticas poco conocidas en el líder ruso, que si son tranquilizadoras en cierto sentido, resultan inquietantes en otros.
Putin negó, de entrada, cualquier pretensión de regenerar la guerra fría y arremetió contra los portavoces occidentales que pretenden dar lecciones a Moscú sobre derechos humanos. A los estadounidenses les señaló lo que acontece en Irak en términos razonables -«los criterios que se imponen desde fuera y no surgen del desarrollo natural de la misma sociedad sólo producen tragedias»- y confrontó a quienes denuncian la situación humanitaria en Rusia con la cuestión china -que «vayan a China y corrijan allí a 1.500 millones de chinos»-. Finalmente, habló también Putin del Islam: los musulmanes de Rusia forman «parte inseparable» del pueblo ruso y dan estabilidad al país; en cambio, en Europa, pese a pertenecer a la segunda generación y tener ciudadanía, los musulmanes «se consideran emigrantes».
El líder ruso sabe lo que tiene entre manos y acredita una talla que desborda a sus colegas occidentales. No deberían caer sus mensajes en saco roto.
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