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RICARDO FERNÁNDEZ
Jueves, 23 de noviembre 2006, 03:08
Ojos negros almendrados y soñadores, nariz pizpireta, boca que de tan grande y sensual despierta sospechas sobre su verdadera naturaleza. Y una inteligencia a la altura de su atractivo físico.
Quienes conocen de cerca a Montserrat Corulla Castro, y entre éstos se encuentran algunos policías que durante meses se convirtieron en su sombra y en invisibles e incómodos testigos de sus conversaciones telefónicas -todas ellas intervenidas y analizadas con lupa por orden judicial- coinciden en resaltar la vivacidad de su mente.
Así lo hace el propio juez Miguel Ángel Torres, quien deja reflejados algunos piropos en un auto que, lejos de tener por objeto ensalzar la figura de esta letrada, sólo busca argumentar su envío a prisión.
«Se trata -señala el magistrado- de una abogada dotada, sin duda, de una gran inteligencia y que se desenvuelve con gran soltura en el mundo de los negocios (el propio Roca la destaca en alguna de sus conversaciones detectadas). No cabe duda de que ella sabe que el dueño de todo es el propio Roca y no Manuel Zubizarreta o Francisco Soriano. La propia Montserrat se refiere a Roca no pronunciando su nombre (le llama sobre todo éste y él), pero su secretaria le llama el Jefe. Montserrat Corulla controla Condeor S.L., pieza clave del entramado de Juan Antonio Roca, hasta el punto de que se puede decir que es su principal testaferro».
Negocios en Murcia
Siempre elegantemente vestida, cuentan de ella que siempre dejaba a su paso un suave rastro de perfume francés y que se pirraba por ese tipo de bolsos y de zapatos cuyo precio supera, con creces, el plus mensual de 300 euros que su secretaria Úrsula recibía por prestarse a figurar como administradora de una de las muchas sociedades fantasma de Roca.
La confianza del ex asesor de Urbanismo de Marbella en esta mujer queda de manifiesto por el hecho de que el despacho de Montserrat fuese, a la vez, la residencia habitual del cartagenero en sus habituales visitas a Madrid. Y porque éste le permitiese utilizar a su antojo uno de sus flamantes coches para moverse por la capital.
Montse, como se refiere Roca a ella en sus conversaciones y en sus ya famosas agendas, podía mostrarse como una eficaz colaboradora, pero no parecía tenerle especial cariño a quien la Policía considera su único jefe. «Para él nunca nada era suficiente. Cuando conseguí vender el Palacio de Tepa, le llamé y tampoco le pareció suficiente», declaró, en tono de quien se siente todavía herida, ante el juez Torres.
Con su ingreso en prisión -que abandonó con fianza de 600.000 euros-, su lealtad no tardó en desmoronarse. Según todos los indicios, ha cantado hasta La Traviata. Y es que hay sitios que no son para nadie, pero menos que nadie para abogadas perfumadas de Chanel.
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