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La cala de Bolete Grande vista desde el GR, en dirección al Portús.
Donde la tierra se rinde al mar

Donde la tierra se rinde al mar

Un refrescante y solitario baño en la cala de Bolete Grande, con paseo por su rambla

Pepa García

Viernes, 30 de mayo 2014, 23:19

En el corazón de la ensenada que protegen Cabo Tiñoso y la Aguja de la Muela se esconde una parcela del litoral murciano apenas conocida para los habitantes de la Región. Recorrido por el señalizado sendero de GR que costea por toda la Región de Murcia, los visitantes en la zona escasean, ya que a la mayoría de estas maravillosas playas no hay más remedio que desplazarse a pie o en barco.

Con las botas de montaña calzadas, la gorra puesta, las gafas de sol, mucha crema solar y agua para poder pasar toda una jornada de sol y playa, nos acercamos a territorio cartagenero con la intención de emprender una excursión que conduce a un solitario baño en un cala de cantos rodados.

Hay que llegar hasta Campillo de Adentro (una diminuta concentración de casas que pertenecen al municipio de Cartagena) y dejar el coche en su centro social para comenzar a caminar por la carretera en dirección a Castillitos. Antes de cruzar una rambla que sortea un pequeño puente, deben coger una carretera a la izquierda -hay dos carteles que indican: Camino Bolete y Camino Bocaoria-. Esta carretera pasa junto a una agrupación de casas, pegada a una rambla, en la que hay un pozo de fábrica antigua.

La carretera pronto se convierte en pista de tierra y discurre entre terrenos aterrazados y aparentemente abandonados que conservan algarrobos, almendros e higueras adultos y casi ajados, así como algún otro palmito que este año está más muerto que vivo. La pista asciende hasta un collado, en él cojan la pista que sale a la izquierda -la de menos pendiente- hasta llegar a un nuevo cartel en el que se vuelve a leer 'Camino de Bolete'.

Ya están en el cauce y el camino no tiene pérdida. No tienen más que tomar el sendero que va pegado a la rambla de Bolete por su margen derecha para llegar sin pérdida hasta la playa de Bolete Grande.

Los cultivos de secano aterrazados del comienzo dan paso pronto a una pequeña pinada que sirve de refugio a la fauna en este seco estío. Un conejo sale huyendo en cuanto detecta presencia humana.

Rambla abajo las flores rosa intenso de las adelfas o baladres dan colorido al itinerario que pronto invita a saltar y brincar de piedra en piedra para salvar los pequeños desniveles dibujados por el ocasional curso de agua que escoge este camino para llegar al mar.

También los palmitos salpican este itinerario divertido que, durante casi todo el trayecto, discurre por el lecho del cauce, protegido y oculto por las ahora peladas laderas de las montañas circundantes.

En poco menos de cuatro kilómetros de ruta se llega al mar. La cala de Bolete Grande se encuentra cerca de un antiguo cuartel de la Guardia Civil hoy rehabilitado y propiedad privada, pero desde la escondida playa no es visible. A los más andarines, les recomiendo que para saciar su sed de ejercicio continúen por el GR (sale del lateral izquierdo de la playa) y asciende bruscamente en dirección a Cala Aguilar.

Si continúan por el sendero señalizado podrán apreciar la bahía en toda su amplitud y el imponente Cabo Tiñoso, con la batería de Castillitos dominándolo. También observarán como las montañas han ido desgajándose, perdiendo parte de su volumen y cediéndolo al intenso y limpio azul de este tramo virgen del litoral, como si de un tributo a Neptuno, el dios del mar, se tratara.

Ya de regreso a la recoleta cala, no duden en descalzarse y caminar sobre las redondeadas piedras, disfrutando de la brisa marina y dándose un relajante masaje en la planta de los pies. También pueden obnubilarse con las vueltas y revueltas que los estratos marinos han dibujado en la pared del 'bolete' -un pequeño cerro redondeado- durante el tiempo que estas tierras permanecieron sumergidas. Y, por supuesto, disfrutar de un refrescante, delicioso y relajante baño antes de regresar por donde llegaron y después de gozar al 100% de la jornada playera.

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