

Secciones
Servicios
Destacamos
J.M. GALIANA MURCIA
Lunes, 17 de abril 2006, 02:00
La desmotivada actuación de El Cordobés, que dió la sensación de estar como ausente, además de precavido, embarullado y destemplado, y el rutinario manejo de la muleta de El Fandi, son preocupantes, por ellos y por el abonado de La Condomina, ya que este año se anuncian en los carteles dos y tres tardes respectivamente.
La respuesta de público fue concluyente. El Cordobés escuchó silencio en sus dos toros. Al primero lo capoteó embarullado, sin un atisbo de quietud y lo picaron mal; escaso de fuerzas, se defendió. Ventajista, dio dos series de derechazos con la muleta atrasada, con la izquierda no quiso ni verlo y sufrió un enganchón en la chaquetilla.
El segundo de su lote quedó inédito. No dio un sólo capotazo, ni para ponerlo en suerte, y dejó que lo machacaran en el caballo, tapándole la salida. La faena de muleta no existió. Atropellado e indeciso, los muletazos carecieron de limpieza, la pañosa atrasada y a media altura, dando medios pases, ausente en la cara del toro. Cuando habían transcurrido seis minutos de dudas y desconcierto, se oyeron pitos y el torero tomó la espada y lo despenó de pinchazo y estocada.
A El Fandi no se le puede criticar su disposición. Corre como un gamo y para a los toros dando saltos hacia atrás con la mano apoyada en la testuz, pero su tauromaquia está basada en la aceleración y en un elevado número de muletazos, como si en el arte de Cúchares primara la cantidad sobre la calidad. La cuestión es que ayer dio muletazos de todas las marcas posibles y debio terminar agotado, pero ninguno de ellos transmitió emoción, de hecho, una parte del benévolo público sólo aplaudió al abrochar las series. Se salió de la suerte al matarlo y paseó una oreja.
Liria sorteó el lote menos malo, pero de haberle correspondido los de sus compañeros los hubiese defendido con más acierto y pundonor. Pepín da lo que una mayoría de público le pide, y esa entrega incluye la posibilidad de emocinar. Al primero de su lote lo saludó genuflexo con dos largas cambiadas, abrió la faena rodillas en tierra y cuando el toro acudió pronto y alegre, ya se había ganado el jornal y el afecto de la concurrencia.
Al quinto, flojo de remos, lo recibió en tablas a pies juntos, templó las embestidas, se fue al platillo de la plaza, dibujó naturales de buen trazo y recurrió al rodillazo en el tendido de sol para asegurar la puerta grande.
Por allí salió, entre vítores.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El mastodonte de Las Contiendas y las diferencias con un mamut
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Especiales
Así se desbocó el urbanismo en La Manga
Fernando López Hernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.