![«Si paré de trabajar fue por las leyes que había; yo no quería jubilarme»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/201802/01/media/cortadas/maestra-U213734463482MCG--624x444@La%20Verdad-LaVerdad.jpg)
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Minerva Piñero
Jueves, 1 de febrero 2018, 02:37
Entre numerosos retratos familiares y colecciones de vajillas, el hogar de Luisa Cabello se ha convertido en el museo de su vida, donde el tiempo también ha pasado por los libros, que ahora lucen sus amarillentas páginas, por las agujas paradas de su reloj de madera y por las desafinadas cuerdas del piano francés que conserva en el salón, una reliquia que pertenecía a su madre. Natural de Novelda (4/11/1914), a sus 103 años, la labor profesional que desempeñó durante casi cincuenta años y su fidelidad por la enseñanza han sido reconocidas por el sindicato de profesores Anpe. Hoy, durante la Gala del Docente, el público conocerá a la maestra más longeva afiliada a la organización a través de diversas fotografías y vídeos, a las 18 horas, en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia.
-¿Recuerda su primer día dentro de las aulas?
-Sí, en Lorca, donde daba clase a niños de seis años. Incluso me acuerdo del director, un hombre malísimo. Cuando lo destinaron fuera para hacer la mili, algunos de mis compañeros compraron diversos dulces para celebrarlo. Las confiterías lorquinas cocinan de maravilla.
-¿Y el último?
-También, en un colegio de Albudeite, donde estuve trabajando durante 23 años. Cuando llegué me encontré con seis tristes filas de bancos. Los pequeños, que también tenían seis años, me querían mucho.
-¿Con el paso del tiempo, qué ha cambiado en la enseñanza?
-El respeto. Creo que los niños no aprecian tanto a sus maestros, no los valoran como en generaciones pasadas. Antes, los alumnos nos querían como si fuéramos de la familia. Tampoco había tantas peleas entre los estudiantes.
-¿Percibe algún avance?
-Ahora, por lo menos, los niños y las niñas juegan en el mismo patio. Al principio, cuando empecé a trabajar, recuerdo que estaban separados por una valla. Terminaron derribándola, por suerte.
-¿Cómo vivió la Guerra Civil siendo docente?
-Cuando aprobé la oposición, en septiembre de 1936, me destinaron a Lorca. Allí, la guerra no se notaba tanto. Sufrí las represalias cuando terminó. A los que éramos maestros de la zona roja, nos anularon las oposiciones que habíamos aprobado y tuvimos que volver a nuestras casas. Más tarde, en 1946, salieron otras oposiciones, las repetimos y obtuvimos otras plazas. Estuve dos años trabajando en Hellín y después me trasladé al colegio Nuestra Señora de los Remedios, en Albudeite, donde acabé mi carrera.
-¿Y el régimen franquista, un periodo en el que ejerció como directora escolar, en Albudeite?
-Siempre me trataron con mucho respeto. Nunca tuve ningún problema, ni con mis compañeros, ni con los niños. Lo que tuve fue suerte, ya que en aquella época las mujeres ni siquiera entraban a los bares.
-¿Tampoco usted?
-Yo sí. De hecho, en 1948, cuando llegué a Albudeite, recuerdo el primer día que entré a un bar, acompañada por mi padre. Al verme, todos los hombres giraron la cabeza. También fui la primera en casarme de blanco en aquel municipio. Hasta ese momento, las novias se vestían con mantillas muy bonitas, pero no utilizaban ese color.
-¿Solían trabajar las mujeres de su familia fuera del hogar?
-No, en mi casa eran los hombres quienes trabajaban. Ellos, solían ser marinos o militares. Mi padre ni siquiera me apoyó en mis estudios; fue mi madrina quien me animó a realizar la carrera de mis sueños.
-¿Echa de menos la enseñanza?
-¡Claro! Cuando me jubilé obligada, a los 68 años, yo quería seguir en la docencia. Si paré de trabajar fue por las leyes que había, pero no quería jubilarme. Me gusta tanto la enseñanza, que sigo afiliada a Anpe. La revista del sindicato la leo incluso sin gafas; aún tengo buena vista. Ocasionalmente, cuando me canso, utilizo la lupa. Los artículos más interesantes se los paso a mis amigos.
-¿Qué clase de pacto ha firmado para vivir más de cien años?
-No lo sé, porque en mi familia todos se han muerto jóvenes. Mi hermana con 58 años, mi padre con 65... Lo único que puedo decir es que nunca me ha gustado comer demasiado.
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