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P. W. R. / A. S.
Domingo, 23 de octubre 2016, 01:18
La acequia de Alcalá, que era la que surtía de agua el complejo del Escarambrujo, quedó en desuso y abandonada hace años a raíz de que la Comunidad de Regantes instaló el sistema de tuberías para riego por goteo en toda la zona que hasta ese momento disponía solo de esta acequia para su servicio. La Comunidad Autónoma inició en el año 2015 el expediente para declarar Bien de Interés Cultural, con categoría de lugar de interés etnográfico, en el que se incluye la citada acequia, los diversos acueductos con los que salva los desniveles del terreno, incluido el de los Diecisiete Arcos, y todo el complejo del molino del Escarambrujo.
La antigüedad de esta Real Acequia de Alcalá se remonta a finales del siglo XVIII, cuando el lorquino Antonio Robles Vives llegó a la ciudad como Superintendente de la Real Empresa de Pantanos. Documentos del Archivo Municipal permiten concluir que el molino del Escarambrujo ya estaba construido en 1786. En el recorrido de la Acequia de Alcalá se suceden varios acueductos necesarios para salvar las ramblas y destaca por su longitud, 124 metros, el mencionado de los Diecisiete Arcos, construido sobre vestigios de una acequia islámica entre los años 1785 y 1791.
Después, en su recorrido hasta el Escarambrujo, se suceden otros acueductos más modestos como el de la rambla del Cambrón, con un arco de medio punto; el de la rambla de la Quintilla, de 55 metros, y el del Escarambrujo, construido con bloques de sillares de piedra y un gran ojo central con un arco de medio punto. Todos del siglo XVIII.
Ya en el interior de la zona del Escarambrujo todavía es posible recuperar elementos de los molinos, como las muelas de los mismos que están repartidas por el jardín como elementos decorativos, en el muro exterior de la finca y en la zona de acceso, y hacen un total de ocho muelas. Entre los detalles a destacar está la escalera que da acceso a los niveles del batán, construida con sillares de piedra.
En este complejo hidráulico tanto la acequia como el propio molino, lo forman elementos que se consideran piezas fundamentales para la comprensión adecuada de su actividad, su historia y la interpretación del entorno natural donde se ubica. Los valores de singularidad, integridad y autenticidad de todo este conjunto deben ser protegidos. La cultura del agua está íntimamente ligada a la forma de vida de Lorca y prueba de ello es la compleja red de distribución de los riegos que, paulatinamente, está desapareciendo.
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