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Íntimos espejos de papel

Anna Caballé repasa y reivindica el género del diario, una rareza en la tradición literaria nacional. Analiza las «poéticas del diarismo español» en un diccionario de autores y conceptos que le ha dado el premio Manuel Alvar

MIGUEL LORENCI

Sábado, 13 de junio 2015, 01:22

La escritura de diarios es casi una feliz rareza en España, a pesar de ser un país pionero en el género. Anna Caballé (Hospitalet de Llobregat, 1954) se preguntó por qué nos miramos tan poco en esos íntimos espejos de papel que son los diarios y sus respuestas acabaron configurando un interesante trabajo sobre las «poéticas del diarismo español». 'Pasé la mañana escribiendo', título que Caballé toma del diario de Zenobia Camprubí, ha merecido el premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos que otorga la Fundación José Manuel Lara.

Es un diccionario del género que desgrana por orden alfabético a los autores que estudia y los conceptos que analiza, desde el siglo XVI a los diaristas contemporáneos, rescatando ejemplos de la literatura del yo «que no han tenido la oportunidad de constituirse en tradición».

«Leer un diario es como ver al trasluz la consistencia de la vida humana», dice Anna Caballé, profesora, biógrafa y crítica literaria en cuya biblioteca familiar «no había novelas». Se aficionó así a la lectura de biografías, y en la universidad constató «la irrelevancia intelectual de los género vinculados directamente a la experiencia humana», como las autobiografías, las cartas, los diarios y las memorias, lo que espoleó de nuevo su curiosidad intelectual.

«Jamás un profesor me recomendó una biografía, y de los diarios ni se hablaba», cuenta Caballé, para quien la poca importancia de la literatura del yo en nuestras letras es «otra anomalía de esta melancólica península metafísica», de un país que prima el confesionario al examen de conciencia.

Concluye Caballé que «hay tantos modelos como diaristas». «El libro recoge los principales, algo que no se había hecho nunca». Desde el modelo intelectual de Ignacio de Loyola y Teresa de Ávila, hasta el libertino de Moratín, el ilustrado de Jovellanos, el político de Azaña, el accidental de Josep Pla, el airado de Max Aub, que escribe en 'La gallina ciega' cómo «le hierve la sangre» ante el olvido de la Guerra Civil y los desterrados al volver a España en 1969. También el literario de Trapiello, o el «magnífico» diario de Rosa Chacel, «el más próximo al modelo de los diarios europeos más influyentes», a juicio de Caballé.

Chacel escribía en cuadernos regalados y Pla abría el 8 de marzo de 1918 en Palafrugell su legendario 'Cuaderno gris' con esta advertencia: «Escribiré -solo para pasar el rato, a la buena de Dios- lo que me vaya sucediendo». Caballé cita también los más de 200 cuadernos que Luis Felipe Vivanco llenó con su letra endiablada; los diarios dibujados de Carlos Barral; o los 'collages', garabatos, leyendas, apuntes y anotaciones oníricas de los 'cuadernos de todo' que Carmen Martín Gaite llevó desde que su hija le regalara una libreta escolar.

No oculta Caballé sus preferencias y reconoce como «favoritos» los diarios de Samuel Pepys, Virginia Woolf, John Cheever y Christa Wolf. Pero de los cientos de diarios que ha leído el que más le impactó fue «el de un soldado gallego atrapado en el fuego cruzado de la Guerra Civil». Era un azañista obligado a luchar en el bando nacional y «llevaba un diario pobretón, manchado de barro», en el que escribía a lápiz la contradicción que vivía con comentarios vejatorios para Franco. Un compañero le denunció y los nacionales le fusilaron por esta sola causa con solo 23 años. «Se llamaba Faustino Vázquez Carril y, hasta donde yo sé, es la única persona que ha sido ejecutada por llevar un diario», plantea.

Rebelión

«En la Guerra Civil la gente quemaba sus papeles y se perdieron infinitud de diarios porque no hay nada más comprometedor», apunta Caballé, que se propuso en su tesis confirmar un ensayo de Gramsci según el cual «el diario podía ser una vía de rebelión en momentos de censura». Pero constató todo lo contrario, «ya que ante la limitación de la libertad de conciencia la gente se autocensura».

«Contrarreforma e Inquisición no tenían gran afecto por los diarios», apunta como una de las razones remotas de la escasa presencia del género en España esta profesora de la Universidad de Barcelona y responsable de la Unidad de Estudios Biográficos.

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