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FRANCISCO OJADOS
Sábado, 1 de abril 2017, 00:37
«El mundo del toro siempre ha sido solidario y hay muchas buenas cosas con las que colaborar, como esta de la lucha contra el cáncer. Estoy encantado de estar este año en Murcia, en un festival con solera. Para mí es un placer poder colaborar», afirma Cayetano Rivera (Madrid, 1977). Acaba de finalizar una larga jornada de preparación en Albacete. Esta temporada es intensa pero ya ha dejado muestras, lo hizo en la feria de Fallas, del buen momento que atraviesa. No es su primera visita a Murcia con motivo del festival taurino a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) que mañana acoge la plaza de toros de La Condomina.
-Estuvo en 2012. Después se tomó un descanso dos años.
-Necesitaba tiempo para mí, para otros proyectos y para hacer otras cosas. Y creo que me ha venido muy bien ese descanso. He vuelto con las pilas cargadas y con ilusión. Con muchas ganas de torear.
-¿Es una profesión muy exigente?
-Es muy exigente en todos los sentidos. No solo ya físicamente, que requiere una dedicación plena de entrenamiento, sino también mental. Nunca sabes si el toro va a embestir o no.
-Su caso es muy peculiar. Sangre de dinastías toreras, toda la vida rodeado de tauromaquia y, sin embargo, de vocación muy tardía. ¿Por qué?
-Lo raro en mí no es que sea torero, sino que no hubiera empezado antes. Como dices, a mi hermano y a mí nos corre sangre de toreros por todos lados, Rivera, Ordóñez, Dominguín; tenemos a mi tío Curro Vázquez... Teníamos toreros por todos lados, pero yo creo que mi madre - mi padre ya no estaba para entonces- se preocupó mucho por intentar darme la mejor educación, y, de alguna forma, utilizó esto para intentar alejarme del mundo del toro. Es una profesión que amamos y respetamos muchísimo, pero, desde luego, no es una profesión que quieres para tus seres más queridos. Por eso estamos todos contentos de que mi hermano, por fin, haya tomado la decisión de colgar el traje de luces. Esperemos que definitivamente.
-Ese día lo querrá acompañar.
-Sí. Ese día ya le he dicho que yo estaré allí. Toreando, o como él quiera. Es un día que nos da mucha alegría, pero para él es un día difícil.
-¿Se darán sentimientos encontrados?
-Sí. Saber que ya no podré volver a torear con él me da cierta tristeza, pero siento más alegría.
-Ha comentado que durante su formación ya no tenía a su padre. ¿Fue un vacío importante?
-Sí. Yo era muy pequeño cuando mi padre se fue. Conforme fui creciendo y madurando eché más en falta esa figura paternal, que siempre ha intentado cubrir mi abuelo (Antonio Ordóñez) y mi hermano mayor. Ambos siempre han estado presentes y a mi lado. Ahora mismo siento, en lo taurino, una responsabilidad muy grande. Ahí están los apellidos Rivera, Ordóñez, Dominguín, como decía antes. Es una responsabilidad que llevo con mucho orgullo. Quizás en los inicios te da unas posibilidades que otros novilleros no tienen, es cierto, pero luego conlleva una altísima exigencia.
-Hubo aficionados a los que hasta que no le vieron triunfar en Madrid y dar la cara les costó reconocerle como torero, como si su vocación tardía se tratara de un capricho.
-Como he dicho, en los inicios es más fácil, pero luego a mí nadie me ha regalado nada. Yo he visto las dos caras de la profesión. He vivido la parte más dura, la de los accidentes, y he podido disfrutar también de grandes tardes de triunfo, que es lo que nos engancha y lo que nos motiva para seguir esforzándonos.
-Su carrera discurrió muy rápida, sin tiempo casi para adquirir oficio. Esos dos años de parón parece que le han servido para asimilar y adquirir madurez.
-Yo ahora estoy disfrutando lo que antes no disfrutaba. Además, paré totalmente. Dos años sin coger un capote. Era la mejor forma de mantenerme alejado, porque si empiezas a coquetear con el toro el gusanillo está ahí. Lo difícil es volver a arrancar. Me costó mucho que me dieran mi sitio cuando decidí volver. El toreo está muy difícil ahora. Hay cuatro casas importantes que gestionan muchas plazas y apoderan a muchos toreros y cuesta meter la cabeza. He tenido que ir convenciendo una a una, aprovechando las oportunidades que me dieron. El año pasado cerré una temporada muy buena y este se presenta de ensueño, con grandes plazas a la vista, como Sevilla, Madrid...
-Habla de Madrid. ¿Es una plaza que quita el sueño?
-Ahora estoy con la mente en Sevilla, por lo que le gano unos meses a Madrid, pero sí, son plazas que preocupan, porque en ellas uno sueña tanto con el triunfo que, cuando no se da, cuesta mucho asimilarlo. Pero también hay que intentar mirarlo como una gran posibilidad. Yo, por lo menos, intento ser siempre positivo.
Futuro
-La formación que comentaba antes se centró en el cine, la televisión y la publicidad.
-Sí. Estudié en Estados Unidos, y en España trabajé en una productora con mi tío Miguel (Bosé).
-¿Qué opina del modo en el que se aborda el toreo en la televisión y, especialmente, en la publicidad?
-Pienso que, desgraciadamente, hay muchas cosas que se vienen haciendo como hace 20 años y no aprovechamos las opciones de las que hoy disponemos. El mundo del toro ha sido siempre muy cerrado para los de fuera -yo lo he vivido desde dentro- y eso antes no importaba, pero ahora no es así. El movimiento antitaurino tiene su origen, en gran parte, en el desconocimiento. Estamos en la obligación de abrir el mundo del toro a la gente, para que lo conozca y pueda aprender a valorarlo y respetarlo. Desde luego, manteniéndonos al margen de la sociedad no lo conseguimos.
-¿Falta estrategia?
-Falta estrategia y falta unión. La tauromaquia necesita inversión y tiempo para adaptar toda nuestra tradición al siglo XXI. Es una profesión muy individual, y hay que mirar más allá de lo que a uno le conviene. Yo no veré el final de los toros y no sé si llegará alguna vez, pero pienso y quiero implicarme para que no lo haga nunca. Es nuestra obligación trabajar y remar juntos con una estrategia. Los antitaurinos sí tienen una estrategia y una línea de trabajo, una guía, y nosotros no. La fiesta sobrevive porque es un espectáculo único, que ofrece unos valores y unas emociones únicas. Ese es un mensaje que hay que trasmitir a la sociedad. La Fundación del Toro de Lidia puede ser el camino si le damos los medios y nos implicamos todos. Por mi parte, no va a quedar. Con este tipo de festivales, como el de Murcia, podemos también ayudar; y ahí voy a estar.
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