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Antonio Arco
Lunes, 2 de noviembre 2015, 11:21
Tres mujeres que están muy solas. Muy perdidas. Necesitadas de afecto, de un poco de atención. Nada de eso tienen. La desgracia se ha cebado con ellas de una manera rabiosa, y todas la afrontan como pueden: negando la vejez, cerrándose en sí mismas, escondiéndose todo el tiempo, creyendo ver muertos...; las tres protagonizan 'Dínamo', el espectáculo de la compañía argentina Timbre 4, que cuenta con el privilegio de tener entre sus mimbres al autor y director Claudio Tolcachir y que, tras ser visto en el pasado Festival de Aviñón, y de camino al excelente Temporada Alta de Gerona, pudo disfrutarse el jueves en el Teatro Circo Murcia (TCM). Tres seres muy extraños, con enormes problemas para comunicarse, cuyas existencias parecen pender de un hilo de niebla. Nos encontramos con ellas en mitad de la nada, habitando una caravana propiedad de la más vieja, y más loca, a la que acude una sobrina, gorda y entrañable como ella sola, tenista fracasada y con el sistema nervioso hecho un flan chino Mandarín. Se culpa de la muerte de sus padres.
En la caravana, a hurtadillas, vive clandestinamente una inmigrante musulmana, exiliada de todo contacto humano, separada de sus hijos pequeños, puede que esperando un milagro. Hay poco texto, pero tampoco hace falta. Sus caras, sus gestos, sus miradas perdidas, sus lágrimas, sus suspiros... lo dicen todo. Calan en el espectador porque todos, en alguna ocasión, nos hemos sentido así: perdidos en mitad de ningún lado, sin saber qué hacer. «¿Y ahora qué?», repite una y otra vez la vieja. Pero hay algo peor que la pregunta: la respuesta. Ahora, nada.
Siendo un drama sin concesiones a la esperanza, te ríes viendo 'Dínamo'. Humor negro, ironía, a veces cachondeo puro. En ocasiones te ríes por no llorar, en otras no te pones a llorar porque te ríes.
Qué soledad se respira. Qué ausencia de una mano amiga, de un ser querido, de alguien a quien le importes. En un momento dado, las tres se tropezarán, literalmente, en el espacio claustrofóbico y simbólico de la caravana, del 'no-hogar'. Pero se relacionarán como si fuesen fantasmas, no hablan el mismo idioma y están demasiado sumergidas en sus dolores. Parecen ánimas sin tierra y sin futuro, o puede que todo sea una pesadilla, o son el ejemplo ideal de que a perro flaco todo son pulgas. No es un montaje fácil de ver: por los largos silencios, por la dureza de la historia, por la atención que exige para no perderte los detalles...
El trabajo actoral es delicioso, el trabajo artístico -la escenografía, la iluminación, y sobre todo la música en directo de Joaquín Segade, que crea una atmósfera sobrecogedora- es de una altísima calidad. La dirección (colectiva) de Tolcachir, una y otra vez más, lo redondea todo, le da un sentido de brindis teatral, de gozada que se va componiendo como un puzzle.
No es la primera vez que Timbre 4 nos visita. Qué maravilloso, descarnado, vibrante sin descanso y contundente pedazo de montaje teatral en bruto, pero cuajado de los mejores aromas y sabores escénicos, pudimos ver en 2012 en el Villa de Molina: 'El viento en un violín'. Nada que ver con 'Dínamo', porque ahí sí que todo hijo de vecino hablaba hasta por los codos y todo se vivía con mucha intensidad argentina, con un lenguaje bellísimo. Te emocionaba y te acariciaba la piel la entrega sin reparos de las madres (más o menos equilibradas) por sus hijos (más o menos desequilibrados) que Tolcachir plasmó con toda naturalidad.
Si en 'La omisión de la familia Coleman' Tolcachir mostraba las miserias de una familia envueltas sin contención en humor cáustico, en 'El viento en un violín' se exploraban los subterráneos y los misterios del amor entre madres e hijos. El caso es el que el dramaturgo y director de escena (solo o en compañía), sobre todo cuando trabaja con Timbre 4, alcanza unas cotas de excelencia que dejan huella en el espectador. Y agradecimiento. Y ganas de volver a verlos.
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