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F. P.
Sábado, 7 de marzo 2015, 00:56
Ricardo Montes, cronista oficial de Las Torres de Cotillas y presidente de la asociación regional, es también escritor. Hace algunos meses publicó 'Salomón Aluleig, el judío de Murcia', en el que muestra la historia de la capital en la época judía y cristiana.
-¿Cuál es la principal función de los cronistas?
-Mantener viva la tradición, la cultura y la historia, además de recoger lo que hoy en día se va realizando en cada una de las localidades para dejarlo escrito con vistas al futuro. Todo aquello que se recoge en las actas capitulares y en la prensa. Lo que mañana será historia. Las grandes investigaciones se hacen por parte de los estudiosos de la Universidad, pero se dejan olvidadas las pequeñas noticias. Somos los narradores de las microhistorias de los municipios.
-¿Qué diferencias existen entre las escuelas de hace dos siglos y los colegios actuales?
-Los maestros del XIX y comienzos del XX eran verdaderos héroes. Hoy en día exigimos mayor inversión para la enseñanza de los niños. Con el paso del tiempo, podemos decir que su trabajo era increíble, sin medios, con unas escuelas que eran habitaciones alquiladas, en un estado muy malo y que cobraban a los seis meses e incluso al año. Quienes les pagaban eran los ayuntamientos. Si ahora están mal, imaginemos cómo estaban en el siglo XIX. Los profesores comían en ocasiones de lo que le llevaban los alumnos: unas veces pan; otras, huevos y, con suerte, alguna gallina.
-Su libro 'Salomon Aluleig' pone en entredicho la confluencia pacífica de las tres culturas.
-Desde el punto de vista real no existió nunca la convivencia de las culturas cristiana, judía y mora. Cada uno vive en un barrio, que se cierran de noche para que no exista contacto entre ellos. No había matrimonios entre ellos y algunas normativas no permitían ni a moros ni a judíos tener tiendas en zonas cristianas. Para salir de la ciudad, siempre tenían que ir acompañados de un cristiano. Incluso en el siglo XV se les obligaba a llevar una escarapela identificativa. La convivencia entre los pueblos a veces se dio, pero en líneas generales nunca existió.
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